PRÓLOGO
Éste es el cuarto libro de nuestra querida Amalia Domingo Soler, que he preparado para editarlo y distribuirlo gratuitamente; esto es un gran acontecimiento y motivo de gran alegría para todos nosotros y muy especialmente para nuestros hermanos de América, que reciben estos libros con verdadera veneración. Este libro como los otros tres, tiene su historia; el primero “La Luz del Porvenir” fue para mí la sorpresa más agradable que he recibido en mi vida.
Yo ya estaba desde el año 1.971, distribuyendo gratuitamente el libro espírita, por toda España, nunca me podía imaginar que ese Espíritu tan elevado y tan venerado por mí, Amalia Domingo Soler, pudiese utilizarme con toda mi insignificancia, como instrumento para dar a conocer en todo el mundo de habla hispana, lo mejor de sus escritos, mensajes que dejó sin publicar a finales del siglo XIX. Todo empezó así: hacia el año 1.996, cuando llegaron a mis manos unos escritos de Amalia, suficientes para componer un libro; me los mandaba desde Barcelona, Salvador Sanchís Serra, un entusiasta coleccionista de los escritos de Amalia. Este hermano al que yo tengo hoy en gran estima y tiene toda mi amistad, me proporcionó los escritos necesarios para el primer libro, aunque yo no le conocía y hasta hoy, no tengo el placer de conocerle personalmente.
Desde ese momento, yo empecé a sentir la influencia de ese Espíritu maravilloso; con su inspiración me hizo comprender que estaba realizando un trabajo verdaderamente importante en la divulgación del Espiritismo en España, pero había llegado el momento de dar a conocer los escritos que ella dejó sin publicar y que estaban olvidados en viejas bibliotecas y en sótanos de casas antiguas. La humanidad estaba ya preparada para conocerlos y nuestro compromiso era publicarlos. Me sentí verdaderamente emocionado al ver que un Espíritu tan grande me estaba utilizando como instrumento, siendo yo tan pequeño.
Por fin, ya tenía los 20.000 ejemplares acabados de este primer libro, una verdadera joya, esto me hacía sentirme muy feliz; empecé mandando libros
a todos los centros y grupos espíritas de España, en un total de 5.000 ¡Pero qué difícil es todavía, introducir el libro espírita en nuestro país! Aún recibiéndolos totalmente gratis, nadie quería más libros.
El día 3 de diciembre del año 1997, tuve el placer de recibir en mi casa, la visita de Divaldo Pereira Franco, acompañado de un buen colaborador suyo, Mario Sergio. Estábamos un grupo de amigos en el salón, antes de la cena, cuando Divaldo que estaba sentado con Mario, un poco separados de nosotros, me dice: “José estamos pensando que nos gustaría participar en este importante trabajo que estás realizando, para dar a conocer los escritos de Amalia en los países de América”. Yo me quedé sorprendido, y algo desorientado le dije: los portes son muy caros, valen más que los libros, él sonriendo me dijo: “no, si quieres mandarlos, hay un sistema que es relativamente barato”. Las palabras de mi amigo, abrieron una luz en mi
mente; después comprendí que ese Espíritu querido, que me guía en mi trabajo, para darme esa idea tan importante y que a mí no se me había ocurrido, lo utilizó a él porque sabía el respeto que yo siento por Divaldo.
Así fue como empezamos a mandar el libro espírita gratuito a los países de América. Nuestros hermanos americanos reciben los libros de Amalia como un tesoro y en realidad son un tesoro de luz y esclarecimiento. Recientemente tuve la inmensa felicidad de visitar varias ciudades de México, gracias a la colaboración de nuestro inolvidable y querido, Antonio Silva Arroyo; allí pude ver y sentir, con qué alegría y entusiasmo recibían estos libros. Quiero también dar gracias a ese pueblo hermano, por todo el cariño, el amor y la amistad que me ofrecieron durante los quince días de mi viaje.
Regresando al tema principal, como es la historia de cada uno de estos libros: el segundo “La Luz del Camino” para mí fue una consecuencia del éxito del primero. Antes de que yo empezara a indagar sobre la manera de conseguir los escritos necesarios para componer este segundo libro, “providencialmente” llegaron a mis manos muchos más de los que eran necesarios; naturalmente que no puedo omitir la procedencia de ellos. Tengo en Jaén un buen amigo, un hermano en ideal Manuel Uceda Flores, este hermano recibió de otra persona, una cantidad importante de escritos de Amalia que había encontrado en los sótanos de un edificio en remodelación y él inmediatamente me los envió; vemos con esto, como los buenos espíritus colaboran con nosotros y nos ponen delante el material necesario, cuando estamos dispuestos a realizar un buen trabajo.
Con mucho entusiasmo, compuse este segundo libro, inspirado y ayudado por el Espíritu que me guía y que tanto bien me proporciona, utilizándome como instrumento para la realización de tan importante labor.
En febrero de 1.998, a mis 78 años de edad, di por finalizado mi trabajo laboral y desde ese momento ya no disponía de los recursos económicos necesarios para continuar con la publicación del libro espírita gratuito, así que con los últimos 40.000 libros de Amalia Domingo Soler, di por terminado este trabajo divulgativo que me había hecho feliz durante 30 años.
En julio del mismo año, estaba yo haciendo un estudio sobre la evolución del Espíritu, cuando sentí la presencia de Amalia junto a mí que me decía: “amigo mío, nuestro trabajo no ha terminado, tenemos que hacer otro libro que es muy importante” yo mentalmente le pregunté ¿Con qué recursos? Ella vuelve a decirme “amigo haz tu trabajo, ten fe y confía en Dios.” Desde ese día empecé a trabajar preparando la composición del tercer libro, que según ella su título debía ser “La Luz de la Verdad”. Este libro también ha sido un éxito y de las 20.000 unidades de su edición, l5.000 han sido enviadas a los países de América.
Nuestro Espíritu amigo nos dice: “Querer es poder” pues bien; inspirado por él, siento esa fuerza de voluntad que da el deseo de querer, de ser útil, de ser un buen instrumento asumiendo el compromiso de componer y editar este cuarto libro, titulado “La Luz del Espíritu” y distribuirlo gratuitamente en España y países de América.
Mis queridos lectores y amigos: todo buen libro tiene una historia y yo he creído necesario contaros la de cada uno de estos libros, porque para mí son como cuatro hijos queridos.
Hace cincuenta años que conocí el Espiritismo y ahora mirando hacia mi pasado, me cuesta comprender cómo pude vivir un tercio de mi vida “ciego” y sin ninguna esperanza de futuro.
Dice un gran pensador “que la fe es el pedestal de Dios; y para tener una fe razonada se necesita un convencimiento profundo.” Si Dios ha dado la luz y la claridad en todo ¿Por qué han de estar los hombres ciegos para creer en Él?
No necesitamos para nada la fe ciega, porque bastantes siglos ha estado estacionada la humanidad por causa de ella.
– La fe razonada es la esencia del conocimiento.
– La fe razonada es la fragancia de la ciencia.
– La fe razonada es el fruto razonado del estudio; y esa fe la necesitamos siempre, porque a ella se debe el progreso universal.
La infancia del Espíritu es más prolongada que la de la materia; y las generaciones infantiles se han sujetado a la obediencia por medio del terror y han creído quizá, buenamente, que el demonio era una verdad.
Hoy la humanidad pensadora se ríe de Satanás y la ciencia le dice a los hombres: ¡Estudiad y aprended! Las verdades no se sofistican. Demos a Dios la forma de la creación. No soñéis con los cielos de la Biblia, los cielos son la sabiduría de Dios, no existe un lugar determinado. ¡Dios es irradiado en su obra y está reflejando en Él!
Nuestro día no tiene ni hoy ni mañana, no tiene más que un hoy indeterminado, ese hoy no concluye nunca, porque nunca llega a su ocaso el Sol de la eternidad. Esto le ha dicho la ciencia a las multitudes, hablando a cada cual en el lenguaje apropiado a su inteligencia y la comunicación con el mundo espiritual ha sido una de las demostraciones de la vida infinita que hemos tenido en nuestros días y los textos de los Vedas y los versículos del Evangelio de Cristo, han resonado nuevamente diciendo a los seres que ya se fueron: “La vida continúa, la muerte no existe.”
Cuanto más crece el desarrollo del Espíritu, más se afana éste para conocer su estado, su ser y su esencia y como el progreso del hombre es innegable, los creyentes a ciegas van escaseando; llegará el día en que sean tan difíciles de encontrar como las moscas blancas.
Yo creo en la existencia del alma o Espíritu, ser inmaterial, inteligente, libre de sus acciones y estrictamente responsable de ellas ante Dios. En la inmortalidad del alma, cada Espíritu recoge todo lo que ha sembrado, lo bueno y lo malo; las penas nunca son eternas y Dios acoge siempre bondadosamente al Espíritu que se arrepiente apartándose del mal.
El Espiritismo es una ciencia consagrada a los transcendentales estudios de la verdad suprema, y está llamado a regenerar el mundo, inculcando en el corazón de los hombres las sublimes verdades que enseña; hasta que la ciencia y la razón no pronuncien otro credo religioso más en armonía con la grandeza de Dios. Hasta que llegue ese día, seremos cristianos, espiritistas y racionalistas, siendo Dios la causa primera, la ciencia su eterna manifestación, y la razón humana la síntesis del progreso universal.
Los verdaderos espíritas son aquellos que estudian la doctrina y se esfuerzan por practicarla, por vivirla, para poder avanzar según sus deseos y esfuerzos, en el camino del progreso y hacia la perfección que es su objetivo final.
Los espíritus viven con nosotros, tomando parte en todas nuestras actividades; nos animan y nos inspiran, participando de todos nuestros trabajos y si alguno queda interrumpido por la crisis de la muerte, se puede continuar en una próxima existencia. El Espiritismo llena la gran necesidad que tiene el hombre de vivir siempre, y su creencia le hace falta para conformarse con esta vida, al parecer efímera, difícil y en ocasiones dolorosa.
El progreso de la humanidad tiene su principio en la aplicación de la ley de la justicia de amor y de caridad, y esta ley está fundada en la certeza del porvenir, esta certeza es justamente la piedra fundamental. De semejante ley derivan todas las otras porque ella contiene todas las condiciones de la felicidad del hombre. Por medio del Espiritismo, la humanidad ha de entrar en una nueva fase, en la del progreso moral, consecuencia inevitable de éste. Hasta que llegue ese día, el hombre sólo puede crear hipótesis acerca de su porvenir, porque sus creencias en esa materia están divididas en sistemas tan numerosos y opuestos que van desde el aniquilamiento hasta las fantásticas descripciones del paraíso y del infierno.
Juzgando Dios a la humanidad, dispuesta para penetrar en los misterios de su doctrina y contemplar con serenidad nuevas maravillas, ha permitido que se descorriese el velo que separaba el mundo visible del mundo invisible; revelando que las manifestaciones de los espíritus son hechos naturales, es la humanidad espiritual que viene a conversar con la humanidad corporal, para decirnos que la vida continúa después de la muerte, que del lado de allá existen horizontes espléndidos e interminables. Debemos conocer la causa de nuestros sufrimientos, y saber ver en ellos la justicia de Dios; la fraternidad será un sentimiento generoso, una realidad fundada en las leyes de la naturaleza.
No le demos a nada ni a nadie un tinte mágico, ni un carácter milagroso, aceptemos todos los efectos como sencillas demostraciones de las leyes naturales. El progreso avanzará siempre, porque su destino es avanzar y el Espiritismo es la síntesis del progreso, porque aspira a la regeneración de la humanidad.
El Espiritismo es fuerte, porque se apoya en las mismas bases de la religión; Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, sobre todo porque presenta esas penas y recompensas como naturales consecuencias de la propia vida, enseñando a soportar las pruebas con paciencia y resignación.
La doctrina de la reencarnación que admite muchas existencias sucesivas, es la única conforme con la idea que nos formamos de la justicia de Dios y con respecto a los hombres que ocupan una condición moral inferior, la única que puede explicarnos el porvenir en base a nuestras esperanzas, puesto que nos proporciona medios de reparar nuestras faltas por nuevas pruebas. La razón así lo indica, y así nos lo enseñan los espíritus.
Todos los espíritus tienden a la perfección, y Dios les proporciona medios de conseguirlo por las pruebas de la vida corporal; pero en su justicia les permite que cumplan en nuevas existencias lo que no pudieron hacer o terminar en la existencia anterior, así el hombre que tiene conciencia de su inferioridad halla en esta doctrina una consoladora esperanza.
La verdadera doctrina espírita consiste en la enseñanza dada por los espíritus y en el estudio serio y continuado, hecho en el silencio, en el recogimiento, poniendo en práctica todo lo que vamos aprendiendo; solamente en tales condiciones podemos recibir la inspiración de los buenos espíritus que desean nuestro progreso, progreso que pasa hoy por la Tierra, del estado latente al desarrollo, y los espiritistas defendemos la verdad ajustada a la armonía universal porque es una filosofía religiosa, científica y moral.
Sin la ciencia no se puede vivir, a ella se le debe la comodidad material que disfruta el hombre, y la elevación sublime del Espíritu, por eso Dios, la ciencia y el amor, son la trilogía eterna de todas las edades.
El dogma es una base para sostener la razón de un ideal. Hay tantos dogmas como ideales; aunque sólo hay un dogma eterno e inmutable, y ese no lo posee ninguna religión; porque ninguna ha practicado la ley del amor
universal, porque todas han derramado torrentes de sangre para imponer sus ritos; no es la violencia , no es el terror lo que ha de pacificar a los pueblos, hay que iluminar sus conciencias, y para esto hay que tener más moral y más humanidad. La base fundamental es el conocimiento (conoce la verdad y ésta te hará libre) y con él se obtiene una fe racional para creer en la existencia de Dios, en la inmortalidad del alma, en la existencia de las reencarnaciones.
Los espiritistas no admitimos más culto, que la plegaria intima del Espíritu, y para elevar esta oración no necesitamos arrodillarnos delante de un triste pecador como nosotros. Estamos convencidos de que tenemos la mejor voluntad para propagar la idea salvadora, que ha de proporcionar al hombre resignación en las duras pruebas de la vida.
La teoría espiritista es la de un cristianismo purísimo , que eleva a gran altura todo lo que se relaciona con la caridad. La libertad divina de pensar, el
derecho de adorar a Dios, en el valle o en el monte, o en la humilde ermita, teniendo el derecho de pensar por nosotros mismos, educando nuestras mentes con nuestros propios raciocinios, liberándonos para siempre de las aguas estancadas de la fe ciega.
Nosotros queremos seguir el consejo de Jesús, Él dijo a sus apóstoles: vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder, no se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, se pone sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa; y nosotros creemos cumplir con nuestro deber transmitiendo y compartiendo con todos nuestros hermanos, este conocimiento y esta verdad que nosotros ya tenemos. Este es mi objetivo y me considero inmensamente feliz si a través de estos libros se realiza mi deseo.
El Espiritismo no viene a implantar una nueva religión, viene a desarrollar una fe racional y una verdad científica, que pueda convencer y satisfacer a todos aquellos que sienten la necesidad de pensar con independencia.
Yo creo que la verdadera sabiduría no consiste en hablar mucho, aunque para ello se emplee un lenguaje florido. Sólo es sabio el que se apoya en la verdad, poniéndola en práctica, convenciendo a los demás con su ejemplo, con su trabajo, practicando el bien por el bien mismo y reconociendo a Dios como causa primera de todas las cosas; ésta es la verdadera religión, es la única capaz de conducir al hombre hacia Dios.
El Espíritu humano siempre se ha dejado dominar por las pasiones materiales y el Espiritismo viene a decirle que despierte para la realidad, que piense con raciocinio y busque la verdad, que nosotros los verdaderos espiritistas no practicamos el desorden, ni somos un monstruo que pueda espantar a las personas honestas, porque la religión y los mandamientos de la ley de Cristo, nos sirven de base y el que ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, no puede ser un peligro para la sociedad.
Gracias al tiempo que empuja a los hombres, algunos sienten la noble aspiración del progreso y hoy la humanidad científica no acepta los absurdos religiosos, convencida de que la razón no ha sido nunca el patrimonio de los dogmas, mas no por esto, pretendemos derribar lo que ya existe, pues seguirá mientras haya quien lo necesite.
En la balanza del Espiritismo se pesa fielmente el mal que se ha hecho y el bien que no se hizo: la privación de los goces inútiles, desprenden al hombre de la materia, elevando su Espíritu, lo meritorio, lo que nos hace verdaderamente felices, es poder resistir la tentación de los goces materiales, de las cosas inútiles, para poder contribuir al esclarecimiento de los hermanos más necesitados.
Hablando del movimiento filosófico de nuestros días y de la necesidad que tiene el hombre de instruirse para comprender su misión en la Tierra, el estudio es indeterminado, y cuanto más estudiemos, mejor conoceremos el
valor de lo aprendido.
La moral de Cristo, es la moral de Dios; es la ley eterna, que nos dice: Lo mismo que el cuerpo es fortificado por los músculos, el alma es fortificada por la virtud; cuando morimos, nuestras riquezas quedan en la casa, nuestros parientes y amigos nos acompañan sólo hasta la tumba; pero nuestras virtudes y nuestros vicios, las buenas obras y las faltas cometidas, nos siguen siempre en la otra vida.
Las humanidades no han sido creadas para odiarse, no, los hombres no han nacido para destruirse unos a otros como fieras sanguinarios. Su destino es más humanitario, su misión es más grande; ésta consiste en el mutuo amor entre todas las criaturas llegadas a la perfección y en continua actividad, cuya finalidad es instruir y conducir hacia la perfección a los que están (por razones diferentes) más atrasados; el hombre siempre tiene la responsabilidad de sus actos, sean buenos o malos. Debemos trabajar para instruir, moralizar y civilizar a los hombres, pero desgraciadamente, para uno que llegue a conseguirlo, mueren cientos de ellos, sin que una pequeña luz haya penetrado en su mente. La evolución del hombre es lenta y difícil, pero para llegar a la perfección, debe sufrir las vicisitudes de muchas existencias corporales, en esto consiste la expiación. En Dios no caben ni milagros ni prodigios; en Él no hay más que leyes eternas e inmutables, que no están sujetas a producir efectos sorprendentes; por esto los espiritistas somos racionalistas deístas, admitiendo una razón suprema para todos los acontecimientos: no rechazamos la verdad, creemos que el Espíritu es una piedra preciosa que necesita ser pulimentada con el trabajo de cada existencia. Nosotros abrimos nuestros brazos a la verdad porque amamos el progreso, porque creemos que sembrando el bien, recogeremos bienestar en el porvenir. El Espiritismo trata de implantar la ley del evangelio que es hacer el bien por el bien mismo, porque sabe que el que siembra el mal, recoge sufrimiento y el que siembra paz, recoge felicidad.
Estamos en el dualismo de nuestro libre albedrío, iremos progresando a través de los siglos hasta conseguir una relativa perfección; porque la perfección solamente es un atributo de Dios.
El Espiritismo es la nueva ciencia que viene a los hombres, con pruebas irrecusables en la existencia y naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corporal: Allan Kardec asegura que es obra de Cristo y que él la preside.
Cristo dijo: “No vengo a destruir la ley sino a cumplirla” el Espiritismo dice: “No vengo a destruir la ley cristiana sino a cumplirla”. No enseña nada contrario de lo que enseñó Jesús, pero desarrolla, completa y explica en términos claros para todo el mundo, lo que Él dijo en forma alegórica.
El verdadero Espiritismo no aspira a derribar los templos, porque una parte muy importante de la humanidad aún los necesitan, porque antes de suprimirlos, hace falta crear una escuela de verdadera moral cristiana, de virtud evangélica; entonces los hombres aceptarán esta nueva creencia, que los consolará guiándolos hacia su verdadera regeneración, porque ella les dará los conocimientos suficientes, para saber de donde vienen y a donde van, de donde venimos, porqué sufrimos y a donde iremos, por el cumplimiento de una ley natural.
El Espiritismo no ha venido a pronunciar la última palabra, ni en ciencia ni en religión, pero es una filosofía científica y religiosa racionalista. Para que la humanidad sea feliz en la Tierra, son necesarias tres cosas: Practicar la justicia, el amor y la caridad; acabando con la ignorancia, el odio y la injusticia. Una era de paz tiene que venir cuando la humanidad despierte para la realidad, porque Cristo fue el precursor de ella. Él fue la luz del mañana; vino a inspirarnos ese sentimiento de la fraternidad universal, porque Él quería y deseaba la armonía entre todos los pueblos.
El hombre que estudia, que busca el porqué de todas las cosas, no se conforma con la muerte aparente del cuerpo, porque la razón le dice que tiene que haber algo que vive más allá de la tumba, que el Espíritu siente, piensa y quiere, sin perder en el transcurso de los siglos, su eterna individualidad.
La vida es una línea férrea y el sepulcro es un túnel por el cual hay que pasar para ir a otras estaciones, que en lenguaje vulgar se llaman mundos.
Yo soy de aquellos que desean acabar con las miserias del mundo, empleando todos los recursos disponibles a nuestro alcance, quisiera que los sufrimientos que padece la mayor parte de esta humanidad, fueran aminorados, pero desgraciadamente aún imperan entre nosotros, el odio, la injusticia y el egoísmo. Durante los treinta años que estoy en España, todos mis recursos los he dedicado a transmitir una esperanza, a través del conocimiento, a todas estas víctimas que sufren en un mundo material y expiatorio. Por lo que a mí respecta, creo profundamente en un mundo mejor; mundo mil veces más real a mis ojos, que esta miserable quimera que devoramos y que llamamos vida; mundo que tengo continuamente ante mi vista, mundo en el cual creo con toda la fuerza de mi convicción y que tras largas luchas, afanosos estudios, fuertes y dolorosas pruebas, han venido a darme la certidumbre de mi razón y el supremo consuelo de mi alma.
El Espiritismo ha venido a despertar muchas conciencias dormidas y entre ellas, la mía. Debo confesar que si no lo hubiese conocido hace cincuenta años, mi existencia habría sido un prolongado gemido, una lamentación dolorosa que ningún bien me hubiese producido.
La verdad es como el Sol, que aún cubierto de nubes, la menor ráfaga de viento entreabre las flotantes capas atmosféricas y un destello del Astro Rey ilumina la superficie de la Tierra; del mismo modo la verdad, aunque la envuelvan con el tupido velo del sofisma y cubran su rostro con el antifaz de lo imaginario, en cualquier momento se desprende la careta y queda descubierto el semblante de la realidad.
La Tierra es una penitenciaría de la Creación: donde todos sus habitantes están sujetos a la ignorancia y la debilidad.
Nosotros, los verdaderos espiritistas, no disputamos a ninguna iglesia su primacía, no; nosotros dejamos que las religiones ¡Esas ancianas preceptoras de la humanidad! Sigan ejerciendo su difícil cargo, con más o menos aciertos, porque cuando fueron creadas, cumplieron bien su cometido y es justo respetarlas, que la ancianidad merece que le guardemos respeto y consideración.
En lo que se ocupa generalmente el Espiritismo, es en el estudio de todas las ciencias y en hablar con los seres que ya se fueron. Valiéndose de los distintos medios de que disponen los espiritistas, empleando sus conocimientos para utilizar indistintamente todas las buenas mediumnidades.
Por último, quiero acabar diciendo que Jesús ni murió ni resucitó, ha vivido desde el instante supremo que Dios lo envolvió con su vital fluido; vive hoy sirviendo de Estrella Polar a los navegantes sin brújula, que naufragan en este mundo, en el mar turbulento de sus pasiones y vivirá mañana para regenerar otros planetas: La Tierra alcanzará su regeneración, cuando la ciencia sea religiosa y la religión sea científica.
Nos dice Amalia con su gran sabiduría: El Espiritismo es ¡Grande! ¡Sereno!
¡Armonioso! ¡Religioso! Y ¡Racionalista!
José Aniorte Alcaráz