El ejercicio de la paciencia es de vital importancia para el éxito de las experiencias de la evolución humana. El cansancio, la rutina y el estrés en general generan irritación, mala voluntad y resentimiento, derivando en estados emocionales perturbadores que se exteriorizan como agresividad, violencia y pesimismo.

Las personas abusan unas de otras en busca de ilusiones que al final se convierten en pesadillas. El sentido ético-moral de la vida se sustituye por la búsqueda de placer a cualquier precio, sin respeto por los anhelos e ideales ajenos. Ante esta grave situación, la única alternativa para una conducta digna es a través de la paciencia.

La prisa, la ansiedad y la presión psico-social provocan disturbios en la forma de vivir atentando contra la paciencia. Cultivada con serenidad sobre la base de la confianza absoluta en el Amor de Dios, la paciencia se desarrolla y se vuelve poderosa. La paciencia logra vencer el tiempo, las circunstancias y los sucesos amenazadores o nefastos.

La paciencia necesita para crecer en nosotros el esfuerzo por la modificación personal, bajo la óptica de considerar la vida como una oportunidad para progresar y alcanzar la plenitud.

!Ese compañero desleal contigo! Actúa con paciencia con él !Ese afecto que no corresponde a tus sentimientos! No te perturbes por eso manteniéndote paciente.

!El hijo rebelde o ingrato! Ámalo con paciencia, porque en su inmadurez, él no puede medir tus valores ni grandeza. !El jefe, el auxiliar, la esposa, el hermano, el marido!, etc, todos aquellos que no corresponden a tus esfuerzos, no te desanimes, revístete de paciencia y sigue adelante. La vida es una maestra para todos, ellos aprenderán más tarde bajo las circunstancias que han provocado.

Jesús sabía que Pedro lo negaría. Lo advirtió pero no se lo impidió, dejando que el amigo aprendiese de su experiencia personal. El Maestro conocía la debilidad moral de Judas y lo podría haber expulsado del grupo, pero no lo hizo. Permitió que el discípulo engañado madurase mediante su propia vivencia.

Son los débiles morales (ingratos, frágiles, ignorantes, rebeldes, presuntuosos, etc.) los que necesitan ayuda. Abandonarlos a su suerte es condenarlos a la desdicha. Ten, pues, paciencia con ellos, con todos aquellos que se vuelven un problema para tí, que te crean dificultades y que te perturban. Vale la pena trabajar en esos corazones que ignoran su carencia y su infelicidad personal.

Revístete de paciencia y sigue con confianza el rumbo de tu perfección.

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P.D. Extracto del libro “ Momentos Enriquecedores” de Divaldo P. Franco