José Aniorte

Definir a Dios es completamente imposible. Nadie puede definir algo que es indefinido. Sabemos que existe porque podemos ver, desde el más insignificante rincón hasta la más luminosa estrella del Universo, el poder y la grandeza de Dios, que se complementa con la palabra de la Creación.

Cuando esta idea de Dios se explique en la enseñanza y penetre en las conciencias, entonces se comprenderá que la justicia divina es el instrumento admirable con el cual se rigen todas las cosas.

La causa suprema lo conduce todo con orden y perfección.

Para comprender esto es indispensable que la sociedad moderna, que se hunde moralmente, tenga una idea exacta y verdadera de lo que en realidad es Dios; si no comprende esto no podrá regenerarse.

Todas las mentes, todas las conciencias, tienen que mirar hacia ese foco moral, hacia esa fuente de eterna justicia que es Dios.

Todos hemos salido de una fuente de inteligencia y de conciencia. Todos tenemos el mismo origen y somos solidarios unos con otros porque estamos unidos por nuestro destino. El alma humana es una extensión del alma divina y un pensamiento del Creador.

En todo el Universo encontramos la presencia de Dios, en lo visible y en lo invisible.

La inteligencia lo comprende, la razón y la conciencia lo adoran.

Lo que eleva al ser humano, por encima de todo, es el control de su mente, su voluntad y el sentimiento. El sentimiento es un privilegio del alma, por él se inclina hacia lo bueno, vence a las debilidades del cuerpo para fortalecer las virtudes del Espíritu; no se deja vencer por la duda y se consuela en la desgracia.

La inteligencia suprema se revela como la Causa Eterna, donde todos los seres van a buscar la fuerza, la luz y la vida.

Dios no nos habla a través de una Biblia escrita hace miles de años, llena de contradicciones desmentidas por la ciencia de hoy, sino que nos habla a través de una Biblia que se escribe cada día con nuestro comportamiento, merecimiento y esfuerzo para llegar a un mundo real y espiritual, que nos acerca más a Él.

Nos habla también en lo más íntimo de nuestro Ser, en las horas de silencio y meditación, entonces esa voz interior despierta y se hace oír desde las profundidades de la conciencia, nos habla de nuestro progreso, compromisos y deberes.

El alma contiene en estado embrionario todas las potencias, y su destino consiste en desarrollarlas durante sus innumerables existencias, en sus transmigraciones a través de los tiempos y de los mundos.

El mal no tiene existencia propia, es sólo el estado de inferioridad y de ignorancia del Espíritu en su camino evolutivo.

En los primeros pasos para su evolución realiza el mal, pero a medida que el Espíritu se eleva realiza el bien en sí mismo y a su alrededor.

Así el mal disminuye y finalmente desaparece.

El mal es sólo una consecuencia de la ausencia del bien.

Si parece que aún domina en nuestro planeta, es porque éste aún es la estancia de espíritus que se inician en el difícil camino del conocimiento, o bien espíritus culpables en vía de rectificación.

La inteligencia y el conocimiento son necesarios para que el Espíritu se desligue de la inferioridad e incertidumbre, para que pueda comprender que en este mundo todo se relaciona: el orden físico, el orden moral, la justicia y la libertad.

Todo está regido por leyes eternas y no hay leyes eternas sin un principio superior.

Por esto el ser humano, no puede envanecerse y progresar sin la creencia en Dios, es decir, sin justicia, sin libertad y sin respeto a sí mismo y a sus semejantes.

Puede parecer extraño que se diga que para estudiar el Espiritismo y comprender los hechos que en él se producen, hace falta tener una idea clara de lo que es Dios.

Digo una idea clara para que no pueda confundirse con las ideas tradicionales.

Hay muchos espíritas que les gustaría hacer del Espiritismo una filosofía moral, una enseñanza capaz de remplazar a las doctrinas viejas y los sistemas anticuados, para satisfacer a muchos hermanos que buscan consuelo para sus dolores; una filosofía simple y popular que los saque de la tristeza de la vida que ellos mismos han creado.

Estos hermanos “espíritas” en su empeño en acabar con los sufrimientos del mundo, utilizan el fenómeno mediúmnico para dar luz al mundo espiritual, como si ese mundo no tuviese los recursos necesarios para la estabilidad que con justicia debe tener.

Yo sé que expresarme así despierta muchas antipatías  contra mí, también sé que algunos de mis “amigos” dicen que estoy obsesado porque me dejo influir por las sombras.

Nada de esto me hace daño ni me importa. Yo asumí un compromiso con Jesús, para divulgar la verdad y sólo estoy cumpliendo con mi trabajo y así lo haré hasta el fin de mi vida.

La misión del Espiritismo no es solamente iluminar inteligencias y el destino que ellas mismas han creado, su misión consiste en esclarecer la mente de los hombres, oscurecidas por falsas religiones.

Desarrollar la vida moral que el materialismo y el sensualismo tanto daño le está haciendo; hacer comprender la inmortalidad del ser humano, para fortificar las conciencias.

Esto es un remedio eficaz para los males que afligen a la humanidad, un remedio para este crecimiento inusitado del egoísmo y de las pasiones, que nos empujan hacia el abismo.

Creo que el Espiritismo es una ciencia, pero sin eliminar lo que hay de elevado en él; la elevación del pensamiento por encima de los horizontes estrechos de un dios que sólo nos exige estar en continua oración, con esta conducta la misión del Espiritismo se hace estéril.

Sin la acción y sin el trabajo incesante a costa de nuestro propio sacrificio, no se puede conseguir nuestra transformación y el progreso de nuestros semejantes.

No olviden los espíritas que el Espiritismo no es una religión y los centros no son iglesias.

El Espiritismo hay que estudiarlo, razonarlo, vivirlo y practicarlo.

La mejor oración que podemos hacer a Dios, es la elevación de nuestros pensamientos, la firme voluntad de cambiar nuestra conducta, y realizar un trabajo útil en nuestro beneficio y a favor de los demás.

Esta oración la podemos hacer las veinticuatro horas del día sin tener que fingir una imagen elevada diciendo palabras falsas y rebuscadas.

La grandeza del Espiritismo está principalmente en su doctrina; los fenómenos no son más que los cimientos sobre los cuales se apoya el edificio.

Es verdad que los cimientos tienen una vital importancia para la estabilidad de éste, pero no es en ellos, en la constitución subterránea donde el pensamiento y la conciencia, pueden encontrar el ambiente necesario para la evolución del Espíritu.

El fenómeno es necesario, porque nos pone en contacto con el mundo invisible que nos rodea; para utilizarlo, hay que conocerlo y sobre todo saber distinguir con qué clase de espíritus nos estamos comunicando para no dejarnos engañar.

Alrededor de nuestro planeta atrasado, se desenvuelve una vida poderosa e invisible, compuesta por espíritus ligeros y burlones, entre los cuales hay también de índole perversa, viciosos y criminales.

Son espíritus que dejaron la Tierra llenos de odio, con sentimientos de venganza; esperan en las sombras el momento propicio para satisfacer sus odios y rencores a costa de los médiums imprudentes, que sin preparación ni cuidado abren las vías de comunicación con el mundo invisible.

Por este medio nos vienen las mistificaciones, los engaños audaces, capaces de convencer a los espíritas que no están bien experimentados, con sus maniobras astutas y mal intencionadas, pueden confundir al médium y llevarlo al fracaso utilizando mal sus facultades.

Cuando el médium es humilde y tiene una fuerza moral conseguida con un trabajo desinteresado a favor de sus semejantes, cuando rechaza con humildad los elogios que le hacen, cuando no se envanece y se siente pequeño reconociendo que sólo es un instrumento al servicio de Jesús; con estas condiciones el médium no puede ser utilizado por espíritus negativos, se sitúa en una franja que es inaccesible para ellos.

Con la elevación de nuestro pensamiento y el deseo sincero de servir a nuestro Maestro Jesús, el Espiritismo puede ser una luz, una fuerza moral, y una fuente de consuelo.

Sin esto es la duda y una puerta abierta para que las fuerzas negativas del plano invisible lleguen hasta nosotros como una tormenta que sólo deja desorden y ruinas.

Es bueno y necesario estar en comunicación con el mundo de los espíritus, pero tenemos que reunir las condiciones para que en esa comunicación no intervengan espíritus no deseados.

Para comunicarse con espíritus elevados se necesita la voluntad y la fe, el desinterés por las cosas materiales y la elevación de pensamiento. Sin estas condiciones no sería posible, la ley de afinidad que rige tanto en el mundo de los espíritus, como en el mundo físico.

Tenemos necesidad de utilizar el Espiritismo de acuerdo con el progreso alcanzado, el Espiritismo no se estaciona, se renueva continuamente de acuerdo con el entendimiento del ser humano; hay que desarrollar el sentido moral que él nos enseña y entregarse a la creencia sólidamente establecida en los principios superiores; es necesario controlar las evocaciones, no entrar en comunicación con los espíritus si no es para recibir sus consejos, su ayuda moral y su esclarecimiento.

No olvidemos que vivimos en un mundo de sombras y no somos nosotros los que tenemos que iluminar al mundo espiritual y sí recibir la luz de él.

Los espíritus sufridores son todos aquéllos que vivieron su vida egoístamente, sin ninguna moralidad, satisfaciendo sus ambiciones y pasiones; ahora ante la gran realidad llaman a nuestra puerta y piden ayuda, la cual nadie les puede dar porque la ley divina es justa e inexorable, y nadie puede impedir el cumplimiento de esta ley.

Estos hermanos tienen que sufrir las consecuencias de sus actos y cuando llegue su momento serán ayudados y preparados para una nueva vida de rectificación.

El trabajo de un espírita debe ser preventivo, ayudar a nuestros hermanos encarnados para que cambien el rumbo de sus vidas cuando aún están a tiempo, porque después de que el alma se ha separado del cuerpo, las posibilidades de ayuda se anulan.

El Espiritismo es el Consolador prometido por Jesús y nos fue dado como un medio para que nuestra transformación moral sea más fácil, adquiriendo las cualidades indispensables para nuestra evolución.

Sin las aspiraciones elevadas y la moral de Jesús, el Espiritismo podría ser una idea arriesgada.

Por esto no dudo al decir que entregarse a las prácticas espíritas sin elevar el pensamiento, sin fortificarlo con la moral elevada y la fe, es una práctica peligrosa para aquéllos que imprudentemente la realizan.

La humanidad de hoy es culta y progresista, al menos en los países ricos; en los países llamados pobres la incultura aún es grande, se entregan de una forma más primitiva a sus pasiones, y otros se arrodillan delante de los “santitos” encendiendo velas y pidiendo una solución para sus problemas.

La idea del Ser Supremo se ha utilizado criminalmente durante muchos siglos, se han torturado e inmolado a tantas víctimas inocentes en su nombre y se ha regado de tal manera el mundo con sangre humana, que el mundo moderno se ha apartado de Él. La responsabilidad de este estado de cosas, debe recaer sobre los que han hecho de Dios que es bondad y eterna misericordia, un dios de venganza y de terror.

No creo tener el derecho de pedir responsabilidades a nadie, pero sí considero que tengo el deber de decir la verdad, en este tema y en otros, de vital importancia para el esclarecimiento de muchos hermanos que han sido y aún están siendo engañados.

Esta es una de las finalidades que tiene este libro que estoy escribiendo.

Mi deseo es encontrar un punto de unión entre todos los espíritus bien intencionados, que aún interpretando de manera diferente sus creencias puedan reunirse de buena voluntad para el bien común de todos.

Las generaciones modernas de hoy, la mayoría se niegan y rechazan el compromiso que supone el aceptar la idea de Dios, con sus obligaciones y limitaciones.

No quieren comprender que la libertad sin la razón y sin la virtud conduce a la inmoralidad y ésta a la corrupción, al relajamiento del carácter y de la conciencia, y finalmente a la anarquía.

Solamente cuando hayan pasado por nuevas pruebas, más duras y difíciles, llegarán a reflexionar y serán capaces de conocer la verdad.

Se habla mucho de la solidaridad humana, y se cree que con este sentimiento ya es suficiente.

En verdad esto es importante, pero para reunir los sentimientos y aspiraciones elevadas es necesario un ideal poderoso; y este ideal no se encuentra en el ser humano, que es muy limitado, como tampoco se puede encontrar en los bienes de este mundo, pasajeros y transitorios.

Sólo existe en el Ser infinito y eterno; lo bastante extenso para recoger todos los anhelos, todas las fuerzas, todas las aspiraciones del alma humana para avivarlas y fecundarlas.

¡Este ideal es Dios!

Dios es el Sol del Universo y Jesús es la ventana por donde entra esa luz a nuestro mundo.

Jesús no es Dios, pero Él lo representa, es el Médium de Dios aquí en nuestro planeta.

Yo, en mis oraciones y siempre que asumo algún compromiso para poder elevar mi Espíritu, me dirijo a Jesús, y me siento seguro y protegido porque sé que si yo le ofrezco mi vida Él me extiende su mano.

Con la elevación del pensamiento se eleva el Espíritu, produciendo una fecundación moral y un desarrollo gradual de las potencias que hay escondidas en él, pues estas potencias, pensamiento y sentimiento, no pueden despertarse y crecer si no es por medio de las aspiraciones y los anhelos del Espíritu.

Fuera de esto todas estas fuerzas latentes permanecen dormidas en nosotros, quedando inertes hasta que un gran acontecimiento produzca un brusco cambio en nuestra vida.

Hay quien piensa que siguiendo nuestra evolución ascendente llegaremos al punto en el que tenemos que parar o retroceder.

Ésta es una teoría equivocada, es un grave error, es todo lo contrario porque la razón lo indica, y lo confirman todos los Grandes Espíritus.

Cuanto más nos desarrollamos en inteligencia y en moralidad, más se afirma nuestra personalidad.

Estar en comunicación con Dios es sentir, es interpretar el pensamiento de Él.

Este poder de sentir no destruye la individualidad del Espíritu, sino que lo engrandece. Cuando llega a cierto grado de evolución, el Espíritu se convierte en una de las grandes potencias, una fuerza activa al servicio de Dios, colaborando en la obra eterna del Universo.

Su misión consiste en transmitir la voluntad divina a todos los seres que están por debajo de ella, y conducir hacia su luz a todos los que luchan y sufren en los mundos inferiores.

Reflexionando un poco podemos comprender, que el Espíritu puede continuar indefinidamente su marcha ascendente, pero jamás puede llegar a Dios.

Porque ¡Dios es lo infinito! ¡Es lo absoluto!

A pesar de nuestro progreso incesante con relación a Él, siempre seremos seres finitos y limitados.

Cuando el Espíritu tiene la capacidad de comprender esto, siente la necesidad de su transformación, es entonces cuando con plena independencia y claridad, recuerda todas sus vivencias, sus actos y consecuencias del daño que él con sus ambiciones desmedidas ocasionó y ahora se siente verdaderamente arrepentido, humillado y avergonzado.

El dolor que siente se refleja en su mente, pero con entrega y firmeza, a pesar de sentirse insignificante se dirige a Jesús y le dice: “Señor mi querido Maestro, yo sé que te he traicionado, que no merezco una nueva oportunidad, pero apelo a tu bondad, dame una oportunidad más. Yo Señor, te prometo que nunca jamás te voy a fallar, quiero una vida difícil, quiero sufrir y al mismo tiempo en tu nombre como un humilde servidor, expandir la luz para disolver las sombras del pasado” entonces Jesús le contestará: “sigue adelante hijo mío, regresa y cumple tu compromiso”.

Este Espíritu fortalecido y seguro de sí mismo se ofrece voluntario a sus mentores en el plano espiritual, para cumplir una misión, dispuesto a perder su vida antes que fracasar en ella, y así espera el momento de realizar su trabajo y poner a prueba su fuerza de voluntad, con la ayuda del Maestro Jesús.

No debemos olvidar nunca, que el único vencedor que existe en este mundo, es aquél que se vence a sí mismo.

Todos tenemos en nosotros mismos los gérmenes de una potencia y de una grandeza y los mismos destinos esplendidos, todos tenemos el mismo porvenir grandioso, y sólo depende de nuestro esfuerzo el alcanzarlo, a través de nuestras existencias innumerables, con espíritu de sacrificio y fuerza de voluntad.

La elevación del pensamiento humano se comunica con el mundo espiritual más elevado, y el Espíritu vence las debilidades de la carne y se unifica con el mundo espiritual, que es su herencia y su futuro.

Por esto es preciso que cada uno se convierta en su propio médium y aprenda a comunicarse con el mundo superior con el que está unido.

Esta facultad aún es utilizada por un número muy pequeño de espíritus, y es necesario que esta idea se generalice entre los hombres y mujeres, para que puedan comprender estas manifestaciones del pensamiento superior, al que también pueden llegar por medio de una vida pura y sin manchas.

Está llegando el día en que en nuestro mundo, se imponga la ley del progreso que preside la evolución de los seres y de las cosas, llevándonos hacia un estado siempre más perfecto.

Esta marcha seguirá a través del tiempo guiando a la humanidad hacia el bien, hacia lo superior.

No hay duda de que en esta manera secular hay muchos desfallecimientos y atrasos, muchas horas tristes y oscuras, mas no podemos olvidar que el hombre es libre para hacer o no hacer.

Por tanto es el responsable de todos sus actos; sus males son casi siempre la consecuencia de sus errores y de su estado de inferioridad.

El único recurso que aún tiene el ser humano para librarse del peligro que le amenaza, es cambiar el rumbo equivocado que está siguiendo en su vida, elevando el pensamiento, rectificando su conducta y dejando que las aspiraciones del alma lleguen hasta ese poder infinito que es Dios.

 

José Aniorte Alcaraz

Elucidaciones Espiritas