Ya libres de los hielos inhumanos
las flores dan al aura sus aromas;
ya las dulces y cundidas palomas
huyen la garra cruel de los milanos.

Bendito este momento venturoso
en que vuestra conciencia se alza pura
desde el vil fanatismo tenebroso
a la luz de razón y de ventura.

Bendito este momento en que dejando
la aterradora imagen del infierno,
venís hasta nosotros anhelando
la senda fiel del porvenir eterno.

El cuadro de las penas horrorosas;
el páramo del frio escepticismo;
la copa de las dudas ponzoñosas;
el espeso cendal del idolismo.

Dejad ya de una vez a vuestra espalda;
dejad ya de una vez tras vuestro paso,
y ved como se eleva entre oro y gualda
un nuevo sol sin mancha y sin ocaso.

Venid y contemplad la nueva ciencia
ardiendo en fulgurantes maravillas;
por este mar avanza la existencia
como en el terso lago las barquillas.

Aquí es una verdad la bienandanza
del que sufre terrífico tormento;
aquí es una verdad esa esperanza
que en nuestra vida nos infunde aliento.

Aquí encontramos hierros poderosos
para vencer las bárbaras pasiones,
y atarlas a los carros victoriosos
de nuestras tiernas puras afecciones.

Aquí el brillante espíritu que late bajo
el fanal de la materia oscura,
con la materia impávido combate
venciendo al fin a la materia impura;

Y cuando allá en las urnas cinerarias
el mundo arroja al cuerpo enflaquecido,
y eleva algunas débiles plegarias
de la campana al funeral tañido;

Y el ángel vigilante de la historia
del libro de la vida borra un nombre;
y desparece la mundana gloria
tras del cadáver pálido del hombre.

Se eleva rozagante y libre el alma
a los imperios de la lumbre pura,
y agita con placer la heroica palma
de su brillante triunfo en el altura;

Y ve por fin el velo descorrido
de la serena eternidad fulgente,
y sabe el ser entonces quien ha sido
y quien será en el porvenir riente;

Conoce ya el misterio de las flores;
conoce ya el misterio de los mares;
la ley de los hermosos resplandores
de los vivos y ardientes luminares.

Halla en medio de la esfera vaporosa
trozos del corazón que en triste día
perdió quizás tras de la negra fosa,
cuando en el mundo mísero vivía:

Y juntos y abrazados se adelantan
a la mansión de la mundana escoria,
y al estático oído dulces cantan
de los seres que guardan su memoria.

Y enjugan con su beso el triste lloro
beso de luz y de frescura lleno,
como el beso del céfiro sonoro
sobre la flor en el jardín sereno.

Y el coro de los seres libertados
aguarda al de los seres oprimidos,
que por fin de la vida emancipados
se levantan cual aves de sus nidos.

Los ámbitos recorren del espacio
que se dilatan mas y mas profundos,
y ven que son los astros de topacio
torbellinos magníficos de mundos.

Las alas del progreso indefinido
moral e intelectual les va elevando
hasta llegar al lindo prometido del mar
de la materia va expirando.

Y allí una vez con ojos esplendentes
dirigen a la altura la mirada,
y ven bajar de luz cien mil torrentes
caídos de la Luz nunca creada.

Bañados en fulgor y fortaleza
espíritus perfectos ya tornados,
se lanzan al abismo de impureza
en que bogan los mundos agitados.

Aduermen el furor de las pasiones;
el monstruo matan de egoísmo impío,
y vierten en los secos corazones
de amor universal puro rocío.

Y en plácido convoy batiendo el ala
levantan esos mundos a la altura,
donde bañada en luz y amor resbala
la esfera que bogara un tiempo oscura.

Este es el porvenir majestuoso
con que la nueva ciencia resplandece,
en cambio del infierno pavoroso
que el torpe fanatismo nos ofrece.

Esta es la nueva ciencia fulgurante
en cuyo mundo entráis, oh dulces flores,
y por eso bendigo yo el instante
en que arrojáis quiméricos terrores.

Bendito este momento venturoso
en que se eleva vuestra frente pura
desde el vil fanatismo tenebroso,
a la mansión de luz y de ventura.

¡Oh dulces compañeras de la vida!
¡Oh flores del vergel de la existencia!
¡Oh cándidas palomas en que anida
del sentimiento la sublime ciencia!

Si vosotras que sois el ángel bello
que vela nuestro sueño sosegado
vertiendo en nuestras sienes el destello
de la paz y el cariño enamorado.

Si vosotras que sois el dulce seno
copa fiel donde bebemos nuestra vida,
y el vergel amenísimo y sereno
que con flores de afecto nos convida:

Si vosotras que sois el primer beso
que recibimos en la cuna pura,
y el ósculo postrero, cuando el peso
de la muerte nos hunde en noche escura,

Si vosotras que sois la luz hermosa
que nuestros pasos por el mundo guía;
si vosotras que sois la augusta diosa
que nos eleva a la región más pía,

Si vosotras que sois quien de cariño
forma un ser infantil y le da nombre;
si vosotras formáis al tierno niño
y el tierno niño luego forma al hombre,

Hoy hacéis la promesa salvadora
de secundarnos en la empresa santa,
bien podemos alzar la vencedora enseña
que al consuelo nos levanta.

Bien podemos soltar la lanza fiera
y arrojar el escudo y la celada,
y al premio de victoria verdadera
presentar nuestra frente levantada.

Bien podemos decir entusiasmados
ante el contrario bando enfurecido;
«vano luchar; estamos ya salvados;
inútil combatir; hemos vencido!»

SALVADOR SELLÉS.
Alcázar de San Juan 15 de Marzo de 1872

Año I. Alicante 20 de Abril de 1872. Num.8.
REVISTA ESPIRITISTA ALICANTINA