
El Espiritismo avanza a pasos de gigante por el anchuroso sendero del progreso y ha dejado ya para siempre los juegos de la niñez, el entretenimiento infantil.
Cada momento histórico le corresponde un modo de ser, distinto al anterior y en consonancia siempre con el presente. Así pues es necesario, es útil y provechoso, que las aspiraciones todas de los adeptos de la doctrina espiritista, converjan hacia el punto que debe hoy dominar todos los trabajos, hacia la virtud y el estudio.
No hay que cejar en el combate asiduo de las pasiones que, asediándonos, nos esclavizan y envilecen. Guerra, continua guerra al mal y cada lauro que obtengamos, nos abrirá un horizonte más bello ante nuestra vista y servir a nuestra conducta de noble estímulo para los más reacios.
Todas las escuelas que colocan las palabras muy lejos de sus obras, están hoy desacreditadas, muertas en la opinión pública y sus afiliados demuestran un gran rebajamiento moral con sus supercherías provechosas y sus mentiras lícitas.
El ejemplo y solo el ejemplo, ha de darnos la superioridad necesaria para aspirar con derecho al noble y elevado título de regeneradores sociales. Las obras y solo las obras, son las que hoy día pueden propagar el bien y la razón de una escuela; pues la charlatanocracia lo invade todo y ha prostituido el buen sentido de las palabras.
Nuestras palabras no tendrán ningún valor, absolutamente ninguno, sino van acompañadas y auxiliadas por la honradez y la moralidad, sino están demostradas por la caridad cristiana.
La verdad que se posee, se practica, si en ella se tiene fe; y esto es lo que nos corresponde hacer, este es nuestro ineludible deber, sembrar y hacer fructificar la sublime moral cristiana limpia de toda cizaña.
El estudio es también consecuencia precisa de la convicción, y abandonando curiosidades perniciosas que a nada conducen y que pueden producir grandes trastornos y graves disgustos, debemos unirnos con el fin de ejercer las obras de misericordia enseñando al que no sabe y cumpliendo nuestra misión, instruirnos a la vez con la asiduidad que merece el infinito que ante el hombre se presenta, convidándole a la meditación, a la experiencia y al trabajo.
He aquí la palabra, trabajo, trabajo, y trabajo.
El trabajo, virtud primera, antídoto especial para los males, panacea infalible contra los viejos, imán que atrae el bien, la dicha y la ciencia, termómetro que marca en el individuo los grados de actividad, base en fin, de la sociedad que se desea establecer por los amantes del porvenir, profetas de la justicia: el trabajo es nuestro palenque, nuestro norte y desarrollando en todas las esferas la actividad, trasformaremos incesantemente el vicio en virtud, la desgracia en dicha, la desesperación en resignación y la ignorancia en ciencia.
Basta ya de experimentos insólitos separados completamente del estudio concienzudo de la filosofía y de las ciencias que se relacionan con la espiritista. El hombre que por naturaleza es curioso, debe tributar a este instinto parte de su tiempo, pero cuando ha satisfecho esta natural curiosidad, esta ley de su ser, debe apartarse de este camino, abandonar ese juego, dejar el pasatiempo, que la práctica espiritista, no es otra cosa sin el objeto del estudio y sin consagrarse a adelantar en su difícil camino, añadiendo a su inteligencia nuevos y vistosos panoramas arrancados al indefinido por su afán de saber, por su constante trabajo.
No espere no, el hombre perezoso, que el mundo libre venga a descorrer la cortina, para enseñarle, sin ningún trabajo, lo que hay más allá y más allá, las relaciones, leyes y causas de la naturaleza.
La ley natural lo niega y el espiritismo está dentro de la naturaleza.
Todo es movimiento, nada inercia y el hombre está obligado por el mutuo cambio que con el todo sostiene, a caminar y adquirir con el trabajo y solo con el trabajo la resolución de los problemas científicos que tanto le atañen y que no puede resolverle una mano criminal.
Si todo se nos diera hecho, nada tendría razón de ser y la monotonía sería la única verdad posible, verdad que mataría al mismo tiempo que fuese aceptada.
La instrucción ha de difundirse en todos los centros de una manera prodigiosa, dejando la experimentación en segundo término, para matar el vivo deseo del espectáculo que hay en muchos y para dar a esta su verdadero significado.
Conocidas y practicadas las obras de la escuela, se presentarán numerosos problemas que, luego de ser discutidos por los asociados, deben presentarse a los espíritus, los que se hallarán contentísimos de habernos llevado al camino de la actividad y se verán muy dispuestos a resolver incógnitas que nuestro trabajo ha buscado en la mente con el ejercicio de la discusión y de la meditación.
Lejos de nosotros la punible idea de esperarlo todo de nuestros hermanos de ultratumba.
Esto fuera negar el progreso, el libre albedrio y por ende, la pérdida de la responsabilidad de nuestros actos.
Para conocer con fruto el espiritismo y para hacer todo el bien que de él se desprende, deber ineludible es también, adquirir conocimientos, aunque sean elementales, de antropología.
Sin tener una pequeña idea de los agentes químicos, de los fluidos, de astronomía, de geología o historia y sin conocer más detalladamente al hombre ya en su cuerpo por la fisiología, ya en su alma por la psicología, no es posible comprender perfectamente la inmortalidad del alma, la pluralidad de vidas, la de mundos, ni hacerse una idea del espacio y el tiempo, del periespíritu, de las penas y recompensas, de la simpatía y antipatía, de las leyes a que obedece la comunicación con ultratumba; no es posible, en fin, darse una idea del ser infinito, de Dios.
Cuando todos los espiritistas contemplen con atención el dilatado campo que ante sí tienen y midan su pequeño ser, su insuficiencia, se desarrollará en ellos, de seguro, el vivo deseo de instruirse y mejorarse, abandonando la ignorancia y el vicio.
Un día y otro día, vienen aconsejándonos los espíritus, esta conducta y tantas veces como hemos consultado el libro de los Médiums, tantas como ha aparecido a nuestros ojos la previsión, la sensatez y el buen juicio del maestro ALLAN KARDEC, que metodiza perfectamente los trabajos y anuncia esos desarrollos de pasión, ya se titulen curiosidad, amor propio etc. etc. dando consejos saludables para combatirlas.
A practicar, pues, lo que de consuno nos aconseja la razón, nos indica la experiencia y nos manda el cumplimiento de la ley de progreso impresa en nosotros para nuestro bien y salvación.
Si el estudio y la moral son la base, no perdonar el buen juicio que se forma, discutiendo las comunicaciones que se reciban, desmenuzándolas y no admitiendo sino aquello que la sana razón y la buena lógica, encuentren racional.
El jesuitismo se encuentra en todas partes, pero en la erraticidad mucho más y con más insaciable saña.
Los médiums deben atemperarse a sus sagrados deberes y haciéndose dignos de tal sacerdocio, encerrarse en una vida ejemplar, metódica, justa y buena, dedicando al estudio el tiempo robado a la pereza y al pasatiempo. Necesitan más que ningunos, ser dignos instrumentos y elevarse cada día en las dos tendencias de mejora, para ser intérpretes fieles y progresivos, adquiriendo de este modo la idoneidad necesaria.
No nos cansaremos de repetirlo.
Estudio para obtener mejores trabajos; virtud para propagar con más rapidez tan santa verdad y hacer patente el bien que recibimos.
El espiritismo es una vasta ciencia, cuyos límites se confunden con las demás y en la que cada día quedan sobre el tapete muchas incógnitas por resolver.
Tal es su ostensión, y si dejáramos de caminar por parecernos inaccesible, mereceríamos una eternidad de sombra en castigo de nuestra inercia y abyección.
El periodo de la práctica por la curiosidad ha pasado ya, paso pues al de la instrucción, que dejará mejores frutos, como el trabajo gradual en el hombre según sus facultades, inteligencia y edad.
Dejemos el abecedario para los neófitos, corramos nosotros a deletrear en el gran libro de la naturaleza.
Voluntad, solo voluntad y es nuestra la victoria. De la voluntad nace la constancia y la constancia es la fuerza de voluntad en el hombre, capaz de horadar, como la gofa de agua, un enorme peñasco.
Tengamos constancia e iremos adquiriendo los conocimientos precisos para interpelar al pasado, para impeler al presente y para apelar al porvenir.
Estudio y trabajo, virtud y caridad.
La Redacción.
Año I. Alicante 20 de Octubre de 1872. Num.20.
REVISTA ESPIRITISTA
ÓRGANO OFICIAL DE LA SOCIEDAD ALICANTINA DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS SECCIÓN DOCTRINAL