El reino del bien, ¿podrá algún día establecerse en la Tierra?

“El bien reinará en la Tierra cuando, entre los Espíritus que acuden a habitar en ella, los buenos prevalezcan sobre los malos. Entonces harán que reinen el amor y la justicia, que son la fuente del bien y de la felicidad. Mediante el progreso moral y la práctica de las leyes de Dios, el hombre atraerá a la Tierra a los Espíritus buenos, y alejará a los malos.

No obstante, estos últimos sólo habrán de dejarla cuando el hombre haya desterrado de sí el orgullo y el egoísmo.

”La transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros presenciáis ese momento, que es apresurado por los hombres que contribuyen al progreso. Esa transformación se llevará a cabo mediante la encarnación de Espíritus mejores, que constituirán en la Tierra una nueva generación.

Entonces, los Espíritus de los malvados, a quienes la muerte siega a diario, al igual que todos los que intenten detener la marcha de los acontecimientos, serán excluidos de la Tierra, pues se hallarían fuera de lugar entre los hombres de bien, cuya felicidad perturbarían.

Esos Espíritus irán a mundos nuevos, menos adelantados, para cumplir misiones penosas en las que podrán trabajar para su propio adelanto, al mismo tiempo que lo harán para el adelanto de sus hermanos aún más atrasados que ellos.

¿No veis en esa exclusión de los malvados, que deberán abandonar la Tierra transformada, la sublime alegoría del Paraíso perdido, y en el hombre que vino a la Tierra en condiciones semejantes, trayendo consigo el germen de sus pasiones y los rasgos de su inferioridad, la alegoría no menos sublime del pecado original? Considerado desde ese punto de vista, el pecado original alude a la naturaleza aún imperfecta del hombre, que de ese modo sólo es responsable de sí mismo y de sus propias faltas, pero no de las de sus padres.

”Así pues, todos vosotros, hombres de fe y de buena voluntad, trabajad con celo y con valor en la magna obra de la regeneración, porque cosecharéis centuplicado el grano que hayáis sembrado.

¡Desdichados los que cierran los ojos a la luz, porque preparan para sí mismos largos siglos de tinieblas y decepciones! ¡Desdichados los que cifran sus alegrías en los bienes de la Tierra, porque las privaciones que soportarán serán mayores que los goces que hayan tenido!
¡Desdichados, sobre todo, los egoístas, porque no encontrarán a nadie que los ayude a cargar el fardo de sus miserias!”

SAN LUIS

Allan Kardec

El Libro de los Espíritus