De los siete pecados capitales que pesan sobre la humanidad, de los siete defectos que embrutecen al hombre, la ira indudablemente rebaja al ser más sabio de la tierra, al nivel del bruto.

¡Qué repugnante es un hombre iracundo, y mucho más aún la mujer!. .. Parece que el hombre en general, de carácter fuerte, de voluntad decidida y de poquísima paciencia, puesto además en contacto continuo con las mil contrariedades que tiene la vida, teniendo que ganar el sustento para sí y para los suyos, luchando siempre con la injusta sociedad, no parece tan extraño verle entrar en su casa de mal humor, respondiendo a veces con acritud y desagrado a las preguntas de la familia estando de todo cansado· y en muchas ocasiones hasta de si mismo; por que el trato social, necesario siempre, pues sabido es, que el hombre, sin hombre, no es hombre, y las relaciones facilitan el llevarse a cabo los múltiples negocios de la vida; pero ¡ay! que tratando a mucha gente se agostan en flor las ilusiones de la existencia, y mueren las risueñas esperanzas ante la amarga realidad ; y ¡cuántas veces el hombre después de comprometerse en una cuestión política en la cual ha jugado su porvenir y el de sus hijos, al verse postergado porque no ha sabido adular lo bastante a los jefes del motín, entrará en su casa diciendo como dijo Campoamor!


¡No sé este vivir maldito,
Porqué ha de pagarse tanto,
Que se compra con el llanto
Y a veces con el delito!


En el hombre hay· momentos, hay épocas que es perdonable la ira, porque es el blanco que recibe todos los tiros de las luchas humanas; pero la mujer que por regla general vive en el retiro de su casa, y que el padre , el marido, el tío ó el hermano , le dan el sustento sin tener ella que sufrir los violentos embates de la vida, pues si bien la mujer está rodeada de mil pequeñas contrariedades, y por la especialidad de su organismo es una enferma incurable, como la llama Michelet, con todo, no sufre tan de cerca los violentos choques de la marejada social; y aunque hay mujeres que son el hombre de su casa porque las circunstancias apremiantes las obligan a ganar el sustento de su familia o al menos el suyo propio, la ley general, el estado normal de la vida es que el hombre gana para vivir ; y hasta el adagio dice que el dinero el hombre ha de ganarlo , y la mujer ha de guardarlo; bajo este supuesto la existencia natural de la mujer es el trabajo y el arreglo de su casa, el cuidado y la primera educación de sus hijos , y aunque el carácter rebelde de algunos muchachos contraria y exaspera a la madre de familia, con todo, creemos que la mujer nunca debe dejarse dominar por la ira, porque la mujer en la tierra debe ser la sonrisa dulcísima de la providencia; de consiguiente, su condición moral debe ser un conjunto de buenas cualidades ;debe ser resignada ,complaciente, apacible, expresiva, debe ser el iris de paz y no el rayo destructor de la tormenta; y desgraciadamente conocemos muchas mujeres de carácter iracundo, porque hay que entender , que la ira no se manifiesta únicamente en un arrebato violento, en un acceso de furor; hay muchas mujeres que poseen unja ira reconcentrada, ira sorda, ira muda pero temible en sus continuas explosiones; porque esta ira íntima , se demuestra en la dura expresión del semblante, en el lenguaje seco y amargamente intencionado, y en hacerse las víctimas y las mártires en todos los accidentes de la vida. Estos pobres seres que son espíritus muy inferiores ,están siempre dispuestos a contradecir , y siempre buscan una ocasión propicia para manifestar su enojo ,y se estacionan largo tiempo en el estrecho circulo que ellos mismos se trazan.

Estas mujeres ni aún saben ser madres.

¡La mujer madre es la sacerdotisa de la creación!

La mujer sonriendo y acariciando a su hijo, ¡es tan interesante, que por fea que sea su amor la embellece! más la mujer golpeando a sus hijos es una de las furias de la mitología, es el Luzbel de la leyenda que inspira horror y asco a la vez.

Cuando oímos decir a alguna mujer, me indigne tanto con mi hijo , que le di un golpe que por poco lo dejo en el sitio, en aquellos instantes nos parece que un reptil nos muerde y nos mancha con su asquerosa baba.

También inspira un hombre profundísima repugnancia cuando se ensaña en golpear a una mujer.

¡Qué ser tan desgraciado aparece a nuestros ojos y cuánto padece nuestro espíritu cuando tenemos la desgracia de ver una de esas odiosas escenas que tanto rebajan a la especie humana!

¡Cuánto nos arrepentimos en aquellos momentos de nuestros extravíos pasados, que nos ha conducido a un planeta donde la fuerza bruta se emplea para convencer, como si la violencia y la furia fuesen argumentos razonables que pudieran servir de útil enseñanza a los hombre!….

¡Ho! la ira, la ira es la mano del fuego que escribe con la pluma del pecado el padrón de infamia de la humanidad…..!

¡Cuántas víctimas tiene la ira!

La mayor parte de los crímenes que se comenten en la tierra son debidos a esa vergonzosa locura que degrada a los hombres hasta el triste extremo de olvidar su origen divino y su misión sagrada.

¿Para qué viene el hombre a la tierra?

¿Para asemejarse al bruto?No ; que por algo está dotado de memoria, de entendimiento y de voluntad.

La memoria debe servirle para recordar que su padre es Dios.

El entendimiento para comprender que debe hacerse digno de su preclara estirpe, y la voluntad para querer ser grande, para querer bueno, y asemejarse al justo que dejó su envoltura material en el monte de las Calaveras.

El hombre y la mujer dominados por la ira se olvida de cuanto existe; y rompen los lazos divinos y humanos y son mas crueles que las fieras.

Afortunadamente la humanidad va perdiendo sus instintos feroces; y aunque aún quedan muchísimos espíritus rezagados que son esos seres embrutecidos de dura mirada, de amarga sonrisa, descontentos de todo, dispuestos a enfurecerse en cuanto oyen una reconvención, ó les hacen una prudente advertencia, aunque el número de estos desgraciados es aún incalculable, con todo, son una fracción de la humanidad quizá grande en número, pero pequeña en importancia, porque las primeras figuras, los hombres que descuellan como jefes de los partidos adelantados, los que llevan el estandarte de las escuelas filosóficas, generalmente no son iracundos; por el contrario, son los pacificadores de las naciones, los neutralizadores que logran desvirtuar los odios encontrados, los que toleran las debilidades humanas sin aplicarles un tremendo castigo, porque saben que el que siembra ira cosecha rencores.

¡Oh! si; la ira va perdiendo en la tierra su terrible soberanía; y ya era tiempo que la perdiera ;porque con ella no se consigue otra cosa que la criminalidad relativa, y el estacionamiento colectivo, esto es, el crimen de los asesinos, la degradación de unos cuantos seres; y la fatal enseñanza que reciben las multitudes , presenciando esas escenas de barbarie a que dan lugar los terribles arrebatos de ira.

El espiritismo ha venido a arrancar de raíz esa planta parásita que ha vivido a expensas de las desgracias de los pueblos, insecto roedor que se ha apoderado del cuerpo de la familia y se ha nutrido con sangre y lágrimas.

Felizmente, la escuela espiritista ha sido el moderno Hércules que ha matado a la idra de siete cabezas llamada ira.

El verdadero espiritista no puede ser iracundo, no puede odiar porque sabe que su familia no se compone de unos cuantos seres terrenales, sino que es mucho más dilatada, puesto que la humanidad es una gran familia diseminada en los universos del infinito; y el que hoy miramos como enemigo por miseras enemistades mundanales, ayer quizá le servimos de padre; o él tal vez guio nuestros pasos y nos enseño a rezar.

El espiritista sabe muy bien que Dios premia a cada uno según sus obras; y por egoísmo , por cuenta propia , no puede entregarse a las violentas convulsiones de la ira, porque comprende perfectamente que sus víctimas de hoy, serán sus verdugos mañana.

Mucho ha contribuido el espiritismo al adelanto moral de nuestra época, pero sus más hermosos lauros, sus más brillante victoria es sin duda alguna el haber hecho conocer al hombre que la ira lo embrutecía, lo degradaba, lo confundía con los espíritus inferiores que viven entregados al vértigo de las pasiones desenfrenadas.

¡Ira!¡visión fatal! ¡sobra del exterminio! ¡Huye de la tierra , terrorífico fantasma! ¡Huye! ¡Tu sed maldita, tu sed insaciable, debe haberse saciado; porque eres el vampiro de los siglos que has sorbido la sangre de todos los seres que has sacrificado en este mundo.

¡Huye! enemiga de la familia!

¡Tú has enfurecido a la mujer ignorante!

¡Tú le has hecho golpèar a sus pobres pequeñuelos!

¡Tú has levantado el brazo del hombre miserable, que cegado por tu fatal influencia, se ha olvidado que la mujer era su compañera, carne de su carne, y hueso de sus huesos; y la ha comvertido en sierva tratando como a una esclava a la que eligió un día para madre de sus hijos!

¡Ira personificación del mal!

¡Tú has sido el verdugo de las castas degradadas!

¡Tú has levantado el látigo sobre la frente de la raza negra!

¡Tú has sido la soberana de los vencidos; pero moriras ahogada en el m,ar de lágrimas que por ti ha vertido la humanidad!

¡Bendito seas espiritismo! tú haras desaparecer la ira que es la inquisición de la familia!

¡El embrutecimiento de los pueblos!

¡La muerte de todo sentimiento generoso!

¡La tea incendiaria que reduce a cenizas todas las nobles aspiraciones del hombre!

¡El cáncer social que corroe todas las instituciones humanas!

¡Si, si; la ira es la rémora eterna del progreso!

¡Es la tentación de los siglos!

¡Es la enmiga implacable de la fraternidad universal!

¡Espiritas! huyamos de la ira si queremos vivir algún día en los hermosos mundos de luz!

Amalia Domingo Soler

LA REVELACIÓN

REVISTA ESPIRITISTA

ALICANTE 30 DE ABRIL DE. 1880.