
Amigos, estableced dentro de vosotros mismos la ley de la reflexión, condición esencial de la dirección personal acertada.
Llegaréis así a regular hasta cierto punto los acontecimientos que se prenden a vuestra determinación e interés particular y, algunas veces hasta influenciaréis para el bien la dirección de las cosas que dicen respecto a otro.
La reflexión es de suma importancia en la vida terrena, donde la clarividencia de los hechos no se percibe generalmente en un rápido golpe de vista. La multiplicidad de las tentaciones en vuestro mundo, el vicio de la imitación en algunos hombres, la escasez de principios honestos en sus caracteres y, sobre todo, la despreocupación general de los intereses del alma, conducen a los individuos a hablar y proceder sin reflexionar, lo que les ocasiona comúnmente una serie de decepciones desagradables en el presente y un aumento de trabajo futuro para sus espíritus.
Efectivamente, más tarde, en futura encarnación, tendrán tales espíritus que destruir cimientos falsos, sobre los cuales estuvieron tanto tiempo edificando, lo que significa, horas perdidas en ese esfuerzo, digno de mejor aplicación.
Os habituáis a crear en vosotros un raciocinio fiel y fuerte. Nunca deliberéis impensadamente. En las discusiones inevitables, sed claros, concisos, firmes y blandos.
La ausencia del buen sentido en muchos hombres, la precipitación de las resoluciones son la causa de un gran número de fracasos en sus pretensiones.
El espíritu que reflexiona, se entrega mucho tiempo al estudio del PORQUÉ de las cosas, hace su oración, ruega el concurso de sus instructores invisibles y recibe, en la concentración de sus facultades la respuesta a sus dificultades.
De esta forma, está preparado para actuar con sabiduría, y, entonces, sus propias resoluciones deben de ser breves, claras y francas.
El hombre que no reflexiona, se lanza de ojos cerrados a emprendimientos que, por su grandeza e importancia, requieren circunspección y calma; procede, delibera y actúa precipitadamente, viéndose luego, consecuentemente, en brazos de situaciones difíciles para sí mismo y para los otros.
Esforzaos, pues, por ser calmos, reflexivos, moderados, lo que de alguna forma disminuirá vuestra actividad y vuestro avance en el trabajo de propaganda que deseáis realizar y que es, efectivamente, vuestro deber realizar.
Meditad mucho, mis amigos, en estos consejos, dados con la intención de orientar y beneficiar vuestros espíritus.
Paz!
ADELAIDE AUGUSTA CÂMARA (AURA CELESTE)
Orvalho do céu