¡Madre del corazón! cuánto he sufrido en la triste ignorancia de mi vida; cuando tu inmenso amor miré perdido creyendo que era eterna tu partida; cuando en tus sienes no encontré un latido; cuando tu dulce voz quedó extinguida, y en mi horrible ansiedad y en mis enojos perdí la luz, de tus hermosos Ojos. ¡Tus ojos…! que habían sido en mi existencia faros de salvación y de consuelo, destellos de la santa providencia, laminares purísimos del cielo; ídolos de mi fe, de mi creencia, que yo adoraba con ardiente anhelo, porque antes de perderte comprendía lo mucho que me amabas, ¡madre mía! ¡Cuánto me amantes? sí; yo fui tu gloria, tu ensueño de placer jamás perdido, capitulo el más triste de tu historia y para ti, sin duda, el más querido. El afán de tu vida transitoria fue evitar a, mis labios un gemido; pensar en mi dolor, fue la gran pena que te hizo sucumbir. ¡Eras tan buena! Que no es extraño que, al perderte, el llanto fácil brotara de mis tristes ojos; y que en mi soledad sintiera espanto, y en mi camino hallara solo abrojos. La vida en su terrible desencanto ¿qué le ofrece al mortal? luto y enojos; el que fija en la tierra su mirada ¿qué ha de encontrar? El hielo de la nada. Eso encontraba yo, madre querida; por eso ante tu losa funeraria pasaba muchas horas de mi vida sin elevar al cielo una plegaria; en tu recuerdo santo embebecida mi mundo era tu huesa solitaria, siendo todo mi afán, en mis dolores, cubrir tu tumba con hermosas flores. Una voz, un murmullo, un eco vago resonó de la tierra en el abismo, y un algo misterioso, en dulce halago la frente acarició del ateísmo. Quien dijo, que la muerte no hacía estrago, por medio de la magia o Espiritismo, y asombradas las gentes repetían, ¡que los muertos hablaban y sentían! Los unos con desdén los escucharon, os otros de pavor se estremecieron, algunos por reírse investigaron, y sin saber por qué se convencieron. Aquellos que en su mente conservaron recuerdos de los seres que perdieron, sintieron renacer en su memoria de su existencia la pasada historia. Yo la sentí también, brotó en mi mente vertiginosa… delirante idea, comprendí que habla un Ser Omnipotente, y exclamé con amor: ¡Bendito sea! Admiré la gran causa inteligente, miré en la ciencia luminosa tea que nos mostraba mundos y planetas, que nunca los soñaron los poetas. Vi a hombres rudos, sencillos, ignorantes, trazar sobre el papel rasgos extraños, pigmeos convertidos en gigantes, sin doblez, sin mentira, sin engaños; yo vi la conmoción en sus semblantes y lamenté los juveniles años, que he perdido dudando que vivían, que los muertos hablaban y sentían. Viven, sienten, se agitan, se estremecen, velan amantes nuestro triste sueño, del globo terrenal desaparecen, que así lo quiere su divino dueño. Mas siempre en nuestra lucha nos ofrecen de la esperanza el mágico beleño. Por eso en mis momentos de agonía te contemplaba siempre ¡madre mía! Te contemplaba, sí; junto a mi estabas, y yo creyendo que un delirio era, mi frente cariñosa acariciabas murmurando: «Prosigue tu carrera». Tus ojos en mis ojos los fijabas, diciendo en su expresión sufre y espera; y yo entre tanto en mi dolor profundo ¡me encontraba tan sola en este mundo! Sola viviendo tu ¡fatal locura! ¡qué tiempo tan precioso he consumido lamentando mi horrible desventura! expiación que sin duda he merecido, pero ya terminó; radiante y pura contemplo hermosa luz, y conmovido mi corazón se agita y en mi mente, tres épocas se enlazan dulcemente. Mi ayer con tu ternura sacrosanta, mi presente flotando en el vacío, mi porvenir que al cielo se levanta exclamando, yo espero, yo confío; y la fe racional, eterna planta que la ciencia la sirve de rocío, hoy me brinda el aroma de sus flores y a su sombra se extinguen mis dolores. ¡Espiritismo! ¡ciencia bendecida! ¡Espiritismo! ¡religión sagrada! ¡Foco del bien! ¡antorcha de otra vida! Filosofía en la razón basada; la ley de recompensa merecida; la negación eterna de la nada; el amor al progreso y a la gloria de la creación la legendaria historia. Yo reconozco tu verdad innegable, de Dios presentas la perfecta hechura, en SUS divinas leyes inmutable, sin preferir a nadie en su ternura: tu doctrina es sublime, es adorable, es practicar la caridad más pura; ¡¡¡feliz de aquel que al borde del abismo oye tu voz, gigante Espiritismo!!!
Amalia Domingo Soler
Ramito de Violetas I 1873
30 diciembre, 2021