INTRODUCCIÓN

LA LUZ DE LA VERDAD

José Aniorte

Los médiums han recibido de Dios un don gratuito, que consiste en ser los intérpretes de los espíritus para la instrucción de los hombres, para enseñarles el camino del bien y conducirles a la feno para vender palabras que no les pertenecen, porque no son producto de sus conocimientos ni de sus investigaciones, ni de su trabajo personal, Dios quiere que la luz llegue a todo el mundo y no quiere que el más pobre quede desheredado y pueda decir: no tengo fe porque no he podido pagarla. Por esta razón la mediumnidad no es un privilegio, es un compromiso y se halla en todas partes, y el que la desvía de su objetivo principal, asume una gran responsabilidad.

El que conozca un poco las condiciones en que se comunican los buenos espíritus, debe saber que ellos se alejan con mucha facilidad de todo aquél que tiene un interés particular, siendo egoísta y orgulloso. Los espíritus superiores no están a disposición del primero que los llame; para que ellos se manifiesten, tiene que haber una razón seria y sobre todo que el médium reúna las cualidades necesarias; la humildad es la más importante de todas ellas. Hay médiums que convencidos de su superioridad dicen: yo no cobro ni acepto nada por ejercer  mi facultad, sin darse cuenta de que están cobrando un precio muy alto a través del orgullo y la vanidad, disimulados por una falsa humildad.

Los espíritus ligeros, mentirosos, traviesos y toda la corte de espíritus inferiores, muy poco escrupulosos, vienen siempre a responder y están dispuestos para todo lo que se les pregunte, sin que les dé ningún cuidado mentir. Muchas veces abusan de la credulidad y buena fe de los médiums que por falta de cultura espírita, aceptan cualquier manifestación por increíble que  ésta sea. Estos espíritus toman sin ningún reparo nombres venerados como, el de Jesús, la Virgen, los Apóstoles y el de esos espíritus de gran elevación que dirigen el movimiento espírita mundial. Cuando consiguen engañar a uno de estos médiums o entorpecer el trabajo de algún Centro, gozan y se ríen sin ningún respeto, disfrutando por haber conseguido su objetivo.

Dios permite que esto suceda para poner a prueba nuestra humildad y nuestra capacidad de pensar y distinguir lo correcto de lo incorrecto.

Deberíamos preguntarnos:

¿Qué méritos tengo yo para que un Espíritu de gran elevación venga a comunicarse conmigo?

¿Qué trabajo importante estoy yo realizando para que éste me dedique su tiempo?

¿Qué mensaje pueden transmitirme que no esté en esos cientos de buenos libros espíritas que ya están publicados?.

Y por fin, ¿Por qué esos médiums conocidos mundialmente por su elevación y por la importancia del trabajo que realizan dentro del mundo espírita, no reciben esas comunicaciones, y sí las voy a recibir yo?.

El buen sentido me dice que debo rechazarlas, y Allan Kardec nos dice: no os dejéis engañar, es mejor rechazar nueve verdades que aceptar una mentira.

La primera condición para ser un buen médium; es como ya hemos dicho, la humildad, consagración, abnegación y el desinterés moral y material más absoluto.

Al lado de la cuestión moral se presenta una consideración afectiva, no menos importante, que tiene relación con la misma naturaleza de la facultad. La mediumnidad seria no puede ser nunca una profesión, porque sería desacreditada moralmente y muy pronto, similar a la de los que dicen la buenaventura.

La mediumnidad curativa es una de las más elevadas y el médium de cura, sólo transmite el fluido de los buenos espíritus, y por lo tanto no tiene derecho a venderlo ni  hacer mal uso de este fluido.

El médico tiene su carrera, conseguida con unos estudios, que ha realizado con muchos sacrificios, a menudo muy penosos, por lo que puede poner precio a sus facultades para vivir de ellas.

Los espíritus no vienen a competir con los médicos, no quieren quitarles su trabajo ni su forma de vida. Los médiums de cura deben utilizar su facultad para enfermos desahuciados  por la ciencia médica o aquellos otros que no tienen posibilidades de ser tratados por ella.

Así, pues, el que no tenga de qué vivir, que busque recursos por otra parte y no en la mediumnidad; que dedique a este ejercicio sólo el tiempo que tenga disponible, después de haber realizado el trabajo material necesario para vivir. Los buenos espíritus ya tomarán en cuenta su dedicación y sacrificios, mientras que se retirarán de todos los que hacen de esta facultad un medio para vivir o engrandecerse.

Los médiums interesados no son únicamente aquellos que puedan exigir una retribución; el interés no se traduce siempre por la esperanza de una ganancia material, sino por las miras ambiciosas de toda clase, sobre las cuales se pueden fundar esperanzas personales; éste es también un mal paso del que saben muy bien aprovecharse los espíritus burlones, con una destreza y una falta de escrúpulos verdaderamente notables, convenciendo con engañosas ilusiones a los que de este modo se ponen bajo su dependencia.

En resumen, la mediumnidad es una facultad dada para el bien, y los buenos espíritus se alejan de cualquiera que pretenda utilizarla para conseguir cualquier cosa que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios.

El egoísmo es una plaga de esta humanidad, y los buenos espíritus la combaten. Esto es tan racional que sería inútil insistir más sobre este punto.

 

JOSÉ ANIORTE ALCARÁZ