
En esta culta y católica ciudad ha pasado poco menos que desapercibido, a causa del fanatismo, un acontecimiento de los más dignos de ser consignados en la historia. Nació un varón entre las clases más humildes de la sociedad, y a los quince días de haber nacido quedó sin vista material; empero veía de la vista espiritual lo que a muchos les está vedado por carecer de esta bella facultad del alma.
En sus primeros años reveló grandes deseos de obtener ciertas cosas por medios científicos, propios únicamente de hombres dotados de gran inteligencia. Llegó a poseer una instrucción más que mediana en todos los ramos del saber, sin ningún profesor visible para los que sólo poseen vista material. Un Espíritu sabio y benévolo le instruyó desde la edad de ocho años. Pues bien, esta grandiosa obra medianímica fue atribuida a Satanás.
Las personas que tengan deseos de conocer los pormenores de la notable maravilla Orizabeña, que hagan por conseguir y leer un ejemplar de un folletito intitulado “La Historia del Ciego de Vergel”, y tendrán una grata memoria del que se llamó Don Francisco de Paula Gómez.
Amable lector: ¿No te parece natural que por el solo hecho de que un pobre ciego recibiera de un ser espiritual las luces que no podían darle los seres mortales, debió de llamar la atención del clero en general y que debió de ponerse este hecho tan admirable, en conocimiento del público y que la prensa también debió darlo a conocer a la humanidad? Pero no sucedió así: bastó que interviniera un Espíritu incorpóreo para que se creyera que el sabio ciego estaba endemoniado, sin embargo recibió del invisible maestro, vastas lecciones de teología, religión y otras materias de moral y de ciencia.
Las religiones dogmáticas tienen el gran defecto de no progresar: y toda religión está sujeta a la ley del progreso, como todo lo de este mundo material.
Se nos dice que Dios lo ha revelado todo a ellos y que sus palabras son la verdad de toda la eternidad. Mas he aquí lo que ha dicho un sabio, cuyo nombre no recordamos ahora:
El maestro va por sus pasos contados enseñando a sus discípulos, y no les explica la lógica antes de la gramática, ni el cálculo integral antes de las cuatro reglas de la aritmética.
Si los primeros Patriarcas, Abraham y Jacob, hubieran enseñado toda la doctrina, nada hubiera tenido que revelar Moisés; y si Moisés lo hubiera enseñado todo, habría sido superflua la revelación de Cristo, Cristo mismo, en la última cena cuando se despide de sus discípulos, declara que aun no lo ha revelado todo.
“Aun tengo que deciros muchas cosas; dice el texto de San Juan mas no las podéis conocer ahora. Mas cuando viniere aquel Espíritu de verdad, enseñará toda la verdad.
Ahora bien, ¿Hay alguien en la Tierra que conozca toda la verdad? Ciertamente que no. ¿Por qué pues, la Iglesia Romana prohibe escuchar a los espíritus que nos traen la Verdad? ¡Error inaudito!.
Deseosos algunos espiritistas de hacer una nueva edición de la historia del Ciego de Vergel evocaron al Espíritu del Homero mejicano preguntándole si sería de su agrado la publicación proyectada, y el Espíritu del poeta ciego dio algunas comunicaciones de las que copiaré los párrafos más interesantes.
“Que me place os digo, podéis tomar las medidas que queráis, vendré de nuevo para activar mi obra y que se desarrolle con más perfección, dándole nuevo giro dirigiéndome más directamente a los que buscan el fondo de las cosas y no a aquellos que sólo se detienen en la superficie con tal de que ésta tenga un barniz agradable”.
“Difícil me parece que las últimas palabras que pude expresar en mis últimos momentos de existencia en ese planeta sean consignadas en ese opúsculo que pretendéis dar a luz. Esas ideas que fueron mi testamento y que podrían formar la base de mi obra, han sido arrebatadas por un viento envenenado y arrojadas a ese antro sin fondo que se llama fanatismo religioso”.
“Espero ver el efecto que esa publicación hará entre los encarnados, y si por alguna circunstancia fuese preciso un testimonio que acredite la veracidad de lo dicho, entonces rogaré a Dios me permita verter algunas ideas que sirvan de palanca con que podáis levantar ese grandioso edificio”.
“Gracias ¡Dios mío! Porque hoy puedo pronunciar una palabra que me fue desconocida durante mi vida material. ¡Gracias Santo cielo! Porque hoy puedo contemplar tu hermosura y disfrutar de tu luz, lo que me fue negado en mi anterior existencia”.
“Triste estado es, el que se halla el mundo a pesar de las apariencias de adelanto que se ven; efímero progreso que obedece sólo a las cosas materiales, pero que el Espírituno aprovecha nada de ese adelanto conductor en su constante marcha por las variadas fases de su existencia.
¿Hasta cuando el hombre no comprenderá que esa esclavitud en que le tienen sus pasiones es el valladar que se interpone a su paso retardando así su felicidad?
¿Hasta cuando el ser encarnado no llegará a descubrir ese horizonte luminoso y esos campos feraces donde la dicha es el más inferior de los goces del alma?
¿Cuándo el hombre sabio capaz de descorrer el velo que oculta el porvenir se prestará con el poder de su palabra a disipar las tinieblas de ese pasado lleno de errores? Y que por desgracia vemos muchos viviendo bajo su sombra y marchando conducidos por otros hacia un caos, en donde permanecerán estacionados por carecer de luz que alumbre el sendero que recorren.
Yo, pobre Espíritu que viajé por ese mundo entre tinieblas, tuve mis ojos del alma siempre abiertos para contemplar lleno de admiración y respeto, las grandezas del Creador. La misión que recibiera del Ser Supremo no pude cumplirla, los medios me faltaron; pues me hallaba a causa de mi estado sujeto a la voluntad de otro, (un fraile) y esa voluntad fue tan contraria a la mía, que todo cuanto yo podía haber hecho era deshecho por ella.
¿Qué provecho han reportado a la humanidad los afanes del ser invisible que me instruyera cuando todos han sido sepultados con mi cuerpo? Pero no; esto no es verdad; todas sus enseñanzas las he llevado impresas en mi cerebro espiritual, y si me he servido de esa palabra que corresponde sólo al materialismo, ha sido porque hablo como hombre material.
Pensad ante todo, que cuando Dios no permite el cumplimiento de alguna obra buena, es porque aún no ha llegado el tiempo para su edificación.
Todo marcha conforme a sus designios, y su justicia que es infalible llegará a permitir que todo cuanto lleve el sello de la verdadera fe, se cumpla sin que ningún obstáculo le detenga en su marcha.
Francisco de Paula Gómez
El espiritista que me ha enviado los folletos y las comunicaciones, habló largamente con una hermana del Ciego de Vergel y esta le dijo lo siguiente:
“Toda la familia menos mi hermano, pertenecemos al romanismo, y el pobre cautivo se hallaba siempre rodeado de frailes, y aun cuando él era libre pensador no se le proporcionaron los medios de comunicarse materialmente más que con fanáticos católicos: Escribió, es decir, dictó parte de un folleto que iba a publicarse muy opuesto al Romanismo, pero al morir se apoderaron de lo escrito los frailes que le asistieron en sus últimos momentos de vida material”.
Cuanto he copiado anteriormente forma digámoslo así, uno de los innumerables capítulos de la historia universal, uno de tantos episodios en el cual se ve claramente la eterna lucha del bien y del mal como dirían los sectarios de Roma, pero que en realidad no es otra cosa que la constante relación entre los vivos del espacio y los muertos de la Tierra; comunicación admirable, pues por ella el ser más débil, el más ignorante, el que menos condiciones tiene para instruirse, pues le falta lo más necesario en la Tierra la vista! Ese don preciosísimo por el cual se admiran y se estudian las innumerables maravillas que la Creación encierra; por medio de la comunicación espiritual contempla su mente dilatados horizontes y aquella enseñanza que recibe despierta quizá sus recuerdos del ayer y se aprovecha de ellos como indudablemente debió sucederle al ciego mejicano que desde su infancia dio a conocer sus excepcionales facultades para el estudio y la investigación, facultades que alcanzaron un desarrollo notabilísimo con la constante comunicación de uno de los sabios (que en el mundo han sido) y después desde el espacio continua su obra de enseñanza universal, trabajo que encontró en este planeta los eternos obstáculos que se oponen siempre al paso de los grandes hombres, la envidia de los falsos sabios y la ignorancia religiosa, barreras infranqueables que se interponen continuamente entre los pueblos oprimidos y sus libertadores.
¡Cuántos esfuerzos! ¡Cuántas energías! ¡Cuántos años empleados en el estudio! ¡Cuánta paciencia empleada en un penoso aprendizaje! Y al ir a recibir el título de maestro encontrar la indiferencia, el desvío, el desdén, y lo que es peor aún, el escarnio y el desprecio.
¡Oh! Si la vida no fuera eterna, si el trabajo de hoy no fuera una continuación del ayer, y una preparación del mañana, habría que renegar de haber nacido.
¡A cuántas consideraciones filosóficas se presta el relato del Ciego de Vergel! No solo por la inmensa enseñanza que recibió de ultratumba, sino por los conocimientos adquiridos anteriormente.
¡Qué secretos tan dolorosos guardará su historia cuando tuvo que venir a la Tierra sin luz, el que indudablemente había vivido entre los soles de la ciencia habiendo sido uno de los factores de las pasadas civilizaciones! Sin la vida y la ciencia del ayer no se concibe que un ciego revele desde su infancia las excepcionales aptitudes que reveló el Homero mejicano.
¡Y cómo el saber se abre paso por medio de todos los obstáculos!… ¡Cómo la luz del entendimiento penetra en los lugares más sombríos! ¡Cuán admirables son los esfuerzos de los espíritus que vienen a la Tierra sin luz, o sin razón, o sin movimiento, o sin palabra, y a pesar de todo, se hacen entender!…
Nunca olvidaré a Martín Martín, sordo mudo y ciego que al recibir una medalla de oro en los exámenes del colegio de Carlos Nebreda en Madrid, al sentir que adornaban su pecho con una cinta de seda, de la cual pendía el premio, el sordo mudo ciego, oprimió entre sus manos la medalla, y cruzando los brazos haciendo un esfuerzo sobrehumano, salió de su boca ¿Un grito? No, ¿Un aullido? Tampoco, ¿Un rugido? Casi puede decirse que sí; su rostro se enrojeció, de sus ojos sin luz brotaron lágrimas de fuego, su cuerpo se estremeció, se agitó como si tuviera una convulsión y al fin pronunció de un modo inteligible ¡¡¡Gracias!!! ¡Oh! Aquella frase no la olvidaré jamás, mejor dicho la inflección de aquella voz, era el triunfo más admirable y más asombroso de la ciencia y de la voluntad más enérgica y más potente Nebreda le dijo:
¡Quiero que hables! Y Martín, con su estudio, con su aplicación respondió a su maestro ¡Yo hablaré! Y ¡Habló!.
¡Cuán dignos de compasión son los espíritus que vienen a este mundo tan cargados de cadenas!
Poco antes de conocer el Espiritismo, recuerdo que una noche estando en Madrid en una reunión literaria, me saludó, un poeta, noté en el joven adorador de las Musas cierta preocupación y ensimismamiento impropios de su carácter jovial y risueño por excelencia, y con la natural curiosidad de la mujer, le dije:
–¿Qué te sucede Luis? Parece que estás aquí y en otra parte a la vez.
–Tienes razón, me ha pasado hoy un caso muy original, y no lo puedo apartar de mi memoria.
–¿Qué es ello? ¿Qué es ello? (preguntaron otros escritores).
–Quizá nada y tal vez mucho, escuchad:
Me fui esta mañana a la pradera de San Isidro, iba componiendo unos versos que escribí en mi libro de memorias y los leía en alta voz como tengo de costumbre, había un verso rebelde que no respondía a mi deseo, y por más que lo repetía no me resultaba armonioso; y por mas que lo recitaba con el énfasis de la improvisación, lo encontraba detestable, inaceptable, duro, prosaico, vulgar, qué sé yo.
Cerca de mí, al pié de un árbol había recostado un hombrecillo ciego y al parecer idiota, porque canturreaba y se reía de un modo extraño, y cuando yo estaba más empeñado y porfiado en repetir el verso rebelde, me dijo el ciego con acento irónico.
–No te canses hombre, ese verso es cojo.
–¿Qué sabes tú? (repliqué con enfado y desprecio a la vez).
–Más que tú, escucha y aprende; y el ciego improvisó una redondilla admirable, encerrando en cuatro líneas un pensamiento altamente filosófico, con una facilidad pasmosa, con una sencillez, con un sentimiento, que me quedé verdaderamente asombrado, tanto es así, que me senté junto al ciego y le hice improvisar sobre varios temas. Yo estaba encantado y le dije: ¡Quién había de decir que tú sabias tanto! ¡Parece increíble! Te escucho y solo ante el hecho tengo que convencerme.
-No es él, soy yo; replicó el ciego con una voz de un timbre especial, parecía el eco de una voz muy lejana, tan apagada y tan débil era su vibración.
-¿Y quién eres tú? (le pregunté asombrado).
-El que va con él, su compañero inseparable.
–No te comprendo.
-Ya lo creo; ¡Qué sabes tú de estas cosas!… y soltando una carcajada se levantó el ciego tambaleándose y por más que quise detenerle se separó de mí diciendo con aspereza:
-Déjame el paso franco, aprendiz de poeta; y atravesó la pradera sin tropezar en parte alguna.
Maravillado por lo que había oído, le pregunté al guarda del cementerio si conocía al ciego y me dijo:
–Ya lo creo que lo conozco, ¡Pobrecillo! Es ciego y loco o tonto lo mismo dá; cuando le dá por decir relaciones cuenta unas historias… que tan pronto hacen reír como llorar, y cuando uno quiere que hable ¡Qué si quieres! No se le saca una palabra del cuerpo; es más terco que un aragonés.
Sin poderlo remediar no puedo apartar de mi memoria el recuerdo del ciego que tan admirablemente versifica y tanta filosofía encierran sus palabras. ¿Será loco?…¿Estará cuerdo?…
El relato de mi joven amigo también me impresionó, y durante algún tiempo le seguí preguntando por el ciego; más no le volvió a ver por más que lo buscó.
Cuando más adelante estudié el Espiritismo le di solución al problema que mi amigo no pudo resolver, encontrando sencilla y natural la explicación del ciego, que estaría dominado por el Espíritu que le hacía servir de médium o tal vez por su expiación tenía momentos de lucidez para apreciar todo el horror de su situación y luego caer en un abismo sin fondo.
El recuerdo del ciego no se ha borrado de mi mente, y al escribir el anterior relato, comprendo perfectamente que un ser de ultratumba está cerca de mí deseando comunicarme sus pensamientos, atraído quizá por mis reflexiones referentes al Homero mejicano.
Así es, (me dice un Espíritu) cada ser busca su centro de atracción, y al consagrarle tú un recuerdo a uno de los muchos mártires que han vivido en la Tierra, me he acercado a ti, atraído por tu compasión hacia uno de mis compañeros de infortunio.
Yo también como el Homero mejicano perdí la luz antes de conocer lo que valen los rayos de vuestro Sol, y más desgraciado que él no tuve una madre cariñosa que me arrullara en sus brazos. Crecí en un asilo de beneficencia, mi entendimiento era tan limitado que pasé por idiota; mis instintos eran tan perversos que por necesidad imperiosa tenían que castigarme, y lo hacían tan cruelmente que antes de llegar a la juventud me escapé del Asilo en unión de otro compañero. Nadie se ocupó de buscarnos, antes al contrario, se alegraron de mi desaparición, por que en realidad no tenía iniciativa más que para producir conflictos; era un ente perjudicial en todos sentidos, (por eso creaba el odio en torno mío). Mi compañero utilizó mi ceguera, se convirtió en mi lazarillo y yo en mendigo de profesión; pasado algún tiempo mi compañero me abandonó y me quedé completamente solo; entonces, en mis largas horas de soledad sentía una voz en mi oído dulce y armoniosa, me sentía impulsado a producir sonidos en una mala guitarra y entonaba cantares tristes y amorosos de una cadencia encantadora; entonces me parecía que despertaba de un profundo sueño, veía todo el horror de mi situación, echaba de menos a mi pobre madre que murió al darme a luz, suspiraba por el amor de una mujer, sentía la imperiosa necesidad de estrechar en mis brazos a un pequeñito, me preguntaba a mí mismo que misteriosa fatalidad pesaba sobre mí: me enfurecía, daba vueltas queriendo romper las ligaduras de mi deforme organismo, y caía rendido quedándome como muerto, sin recordar ni sentir más que las necesidades naturales de la vida, el hambre nunca saciada del mendigo, y la sed inacabable de beodo. En realidad pesaban sobre mí dos fatalidades, la defectuosidad de mi organismo y la dominación de uno de mis más encarnizados enemigos; era juguete de un Espíritu que se complacía en mi tormento, ¡Cuanto sufrí!… hasta que llegó el momento de reposar, hasta que se cumplió una parte de mi cruel condena, entonces del modo más sencillo pasé del infierno al cielo.
Estando una tarde, al día siguiente de haberme encontrado tu amigo el poeta en el mismo punto que él me encontró, sentí pasos, pedí una limosna al que llegaba diciéndole. Escucha que te interesa, y comencé a decir una relación muy interesante y muy conmovedora, el recién llegado me escuchó atentamente, me hizo después muchas preguntas, y mi compañero invisible le dijo: llévatelo contigo que te será muy útil, tus sueños de gloria los verás realizados. Al entregarte a un ciego que pasa por idiota, te doy un tesoro inestimable, con él te pago una deuda que tengo contraída contigo. Yo me serviré de él, y tu copiarás fielmente lo que yo le dicte. Serás el primer autor dramático de tu siglo, y realizarás tus sueños de gloria. A tu ciencia helada, a tus fríos cálculos matemáticos se unirá la poesía, la pasión, el sentimiento, serás el asombro y la envidia de tus contemporáneos, oculta al ciego como un avaro oculta su tesoro, te lo repito, te pago una deuda, y a él le perdono una parte del mucho daño que me causó en otro tiempo, dale una vida tranquila y regalada que por mucho que hagas por él, nunca le pagarás las noches de gloria que entre él y yo te daremos.
El recién llegado, me miró con asombro, genio gigante abarcó con su mirada de águila algo que debió ver en lontananza, es cierto que me dijo vente conmigo, le seguí dócilmente, emprendimos un largo viaje y me dejó instalado en una casa de campo, allí encontré baño tibio, lecho blando, alimento abundante, ropa, abrigo, limpieza, reposo, tranquilidad, una familia de campesinos que me trató con cariño y al mismo tiempo con el mayor respeto por encargo especialísimo de su señor éste pasaba largas temporadas en mi compañía, copiando lo que yo le dictaba, él ponía de su parte el arreglo de las escenas, sus producciones dramáticas han hecho una verdadera revolución, y cuando estaba en el apogeo de su gloria, llegó una noche y me encontró enfermo, me cuidó como un hermano cariñoso y espiré en sus brazos tranquilamente. Desde entonces se eclipsó su estrella, nadie da en el quid de la dificultad, nadie sabe que el gran dramaturgo de vuestro tiempo, copiaba fielmente las comunicaciones de un Espíritu que tenía por médium a un ciego idiota (al parecer). ¡Cuantos misterios! Quien me dijera al encontrarme solo en la Tierra, sin luz y sin entendimiento, que mi muerte había de ser tan sentida, tan llorada por un hombre de talento, por un genio calculista, por un gran matemático! ¡Yo tan inútil al parecer! ¡Cuántas noches de gloria le proporcioné, al primer dramaturgo de vuestro siglo! El Espíritu que me inspiraba no podía comunicarse más que conmigo, su inteligencia y la mía, trabajaban juntas, al calor de su inspiración renacían mis recuerdos de gloria, yo también había brillado en el teatro, yo también había hecho sentir a las multitudes, nos juntábamos tres genios, por eso las producciones de mi protector (y a la vez el protegido de un Espíritu) han sido tan asombrosas, por eso han causado una verdadera revolución en el Teatro, presentando problemas y situaciones nunca vistas ni soñadas. Hoy nos llama, hoy nos evoca, pero inútilmente, no podemos responder a su llamamiento. Sigue fijándote en la historia de todos aquellos que viven sin vivir y en medio de tu impotencia también serás útil, también al dejar la Tierra te llorarán y dirán ¡Qué pronto se fue! Adiós.
¡A cuántas consideraciones se presta el anterior relato!…
¡Cuán cierto es que nadie está de sobra en este mundo!
El más pobre, el más humilde, el más abandonado hace su trabajo, cumple su tiempo de condena sin faltarle un día ni sobrarle un segundo!
Cuántas veces recorriendo las salas de los hospitales, cuando veo a los niños enfermos murmuro con tristeza: ¡Dios mío! ¡Qué temprano empiezan estos infelices su calvario! ¿Por qué tan pronto? Y cuando veo en el mismo sitio a los ancianos exclamo ¡Señor! ¡Qué martirio tan largo! ¿Por qué tanto tiempo condenados al sufrimiento? ¿Por qué? ¿Por qué?…
¡Cuántas preguntas formuladas en vano! No hay dolor esteril, no hay llanto que no fecundice la Tierra, no hay gemido que no encuentre un eco. Si en medio de la sombra que rodea a los ciegos la luz se abre paso y los seres más débiles y al parecer más inútiles, son útiles al progreso universal, de igual manera todas las existencias de los espíritus tendrán su utilidad relativa.
Sin ir más lejos, en mí misma tengo la prueba ¡Quién me dijera veinte años atrás: cuándo esperaba quedarme ciega que había de fundar un periódico que se llamase LA LUZ DEL PORVENIR! … cuando su fundadora contaba los segundos y decía:
¡Qué pocos momentos me faltan para quedar sumergida en las tinieblas!….
Si me hubieran profetizado entonces el trabajo realizado después, me hubiese reído amargamente diciendo: ¡Imposible!… ¡Imposible! No puede ser; y sin embargo ha sido.
¡Gracias Dios mío! ¡Bendita sea tu ley del progreso! Pues sólo ella produce en la sombra torrentes de luz!
El libro del porvenir estará eternamente cerrado, en sus páginas nadie podrá escribir profecías, cuantos cálculos hacen los hombres, todos salen fallidos, los que se creen grandes suelen caer cuando menos lo piensan, los que parecen pequeños, suelen ascender en alas del trabajo y de una enérgica voluntad, a las inmensidades del infinito.
¡Cuánto hay que estudiar Dios mío!
Sólo estudiando y progresando se podrá hallar en medio de la sombra el foco de la eterna luz!
Amalia Domingo Soler
La Luz del Camino