¡Cuan distinta era la religión de Cristo en los primeros siglos de la iglesia de la que luego formaron los hombres a su capricho y voluntad y según los intereses particulares de cada uno!
La primera, fue la síntesis del amor de la humanidad, el conjunto de todas las virtudes refundidas en el amor divino, de la resignación de la mansedumbre evangélica y de la caridad más ardiente.
Y la segunda…¡Oh! La segunda, ¡Cuan amargos han sido sus frutos!
En la apología o defensa de los cristianos contra las acusaciones de los gentiles que escribió Tertuliano, ¡Qué ideas tan distintas se encuentran de las que luego han prevalecido! ¡El agua pura se convirtió en fango!
Veamos lo que dice en algunos párrafos:
El cristianismo es un extranjero en la Tierra, y no es extraño que encuentre enemigos en un país que no es el suyo.
¡Cuan profundo es este pensamiento! ¡Qué bien pinta la inferioridad de la raza humana que siempre se ha mostrado hostil a todo lo grande y a todo lo sublime!
Los libros de Moisés, en los cuales Dios ha encerrado como en un tesoro toda la religión de los Judíos, y por consecuencia toda la religión cristiana entera, se remonta a mucho más allá de nuestros más antiguos anales, de nuestros monumentos públicos, de la fundación de nuestro estado y de la de un gran número de ciudades antiguas, de todo lo que conocéis sobre historia y tradición de la invención de la escritura, guardiana de la ciencia y de todas las cosas celestes.
Osaría decir más todavía: se remontan más allá de vuestros templos, de vuestros oráculos y de vuestros sacrificios. El autor de estos libros vivía mil años antes del sitio de Troya y más de setecientos antes de Homero.
El tiempo es el aliado de la verdad y los sabios no creen más que lo que es cierto y lo que ha recibido la consagración de los siglos. La principal autoridad de estas escrituras es su antigüedad venerable.
Estos libros sagrados nos enseñan que no hay más que un Dios que ha hecho el Mundo de la nada, y que es un Dios oculto. Sin embargo, se muestra sin cesar en sus obras. Él solo se conoce: la inmensidad le esconde y le muestra a nuestros ojos.
Recompensa y castiga a los hombres según su méritos…
En otro lugar refiriéndose al engrandecimiento que había alcanzado el Cristianismo, dice:
Nosotros acabamos de nacer, y sin embargo, llenamos ya la tierra hasta los últimos rincones de vuestra dominación; las ciudades, las fortalezas, las islas, las provincias, las asambleas del pueblo, los barrios de Roma, el palacio, el Senado, los empleos públicos, y sobre todo el ejército. No os hemos dejado más que vuestros templos. ¡Qué guerras no podríamos emprender! ¡Con qué prontitud podríamos armarnos, si nuestra religión no nos detuviera, si no nos enseñase que es preferible ser matado a matar!
¡Ay ! Si Tertuliano alguna vez ha dirigido o dirige en la actualidad sus miradas a la Tierra, si aun recuerda las frases de su gran libro, en el cual asegura que es preferible matar a ser matado, exclamará sin duda:
¡Pobre humanidad! Los cristianos te dimos el agua de la salud y de la vida, y has dejado corromper ese agua purísima, y hoy el mal llamado cristianismo es un agiotaje y nada más.
Éste por supuesto ya viene de muy antiguo, procede se puede decir del primer emperador cristiano, Constantino, que dejó fusionarse el cristianismo con el paganismo; y la herencia de Jesús, que consistió en una religión cuyos asociados se organizaron a la muerte del Maestro y se asociaron con la base del comunismo, poniendo cada uno en la comunidad sus bienes y ganancias.
Las viudas y los huérfanos eran sostenidos, los pobres y los enfermos socorridos, y durante muchos años se mostró el cristianismo bajo tres aspectos: el respeto a Dios, la pureza de la vida y la caridad hacia el prójimo.
En su días de debilidad, sólo por la persuasión hizo prosélitos; pero a medida que crecía en número y en fuerza, comenzó a manifestar tendencias políticas. Y estas tendencias aprovechadas por Constantino, dieron más tarde distinto rumbo a la Divina enseñanza del Crucificado.
Se especuló, se calculó, y el llamado cristianismo restauró el antiguo paganismo; véase lo que sobre esta fusión dice el Obispo Newton:
¿El culto a los ángeles y a los santos, no es en tres conceptos el mismo que el antiguo culto a los demonios? Y en él nada ha cambiado más que el nombre, los cristianos han deificado a los hombres, absolutamente lo mismo que los paganos.
Los institutores del nuevo culto sabían que era el mismo que el antiguo y no solamente en el fondo, sino que las ceremonias eran idénticas.
El incienso y los perfumes que queman en los altares, el agua santa, es decir, el agua y la sal con las que uno se rocía al entrar y salir de las iglesias; los cirios y las lámparas encendidas en pleno día ante las estatuas de estas divinidades; los ex-votos colgados en los templos en señal de rescate o curación milagrosa, la canonización o deificación de los muertos virtuosos, los patronazgos particulares asignados a los santos como a los antiguos héroes, el culto tributado a los muertos en sus tumbas y en sus urnas, las genuflexiones delante de las imágenes, la potencia milagrosa atribuida a los ídolos, la erección de pequeños oratorios, altares y estatuas en las calles, en las vías públicas y en las cimas de las montañas: el sacar en procesión imágenes y reliquias con cirios, música y cantos, las flagelaciones en cierta época del año a modo de penitencia, la tonsura de los presbíteros en la coronilla; el celibato y los votos de castidad impuestos a los religiosos de ambos sexos; todas estas cosas y muchas más, pertenecen lo mismo a la superstición pagana que a la superstición papista.
Más aún; los mismos templos y las mismas imágenes en otro tiempo consagrados a Júpiter y a los dioses, lo están hoy a la Virgen María y a los santos; los mismos ritos, las mismas inscripciones sirven para los unos y para los otros; los mismos prodigios, los mismos milagros les son atribuidos. Finalmente el paganismo completo se ha convertido en el papismo. Éste, está construido sobre el mismo plan que el primero, de manera que no hay solamente conformidad sino identidad entre el culto antiguo pagano y el moderno cristianismo de Roma.
El cristianismo primitivo ya no existe, quedan las obras de sus apóstoles, quedan los recuerdos de su ayer, pero como todo reaparece, su sublime enseñanza hoy vuelve a renacer aunque algún tanto desvirtuada, pero mucho más pura que todas las religiones positivistas, y sus tendencias, más en armonía con el adelanto de nuestra época son más científicas, y de consiguiente más generales sus conocimientos, y su esfera de acción más dilatada que era la del cristianismo primitivo.
Las profecías de Johel se han cumplido; en el libro sagrado dice:
Tierra, no temas; alégrate y gózate porque Jehová ha de hacer grandes cosas.
Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas: vuestros viejos soñarán verdaderos sueños, y vuestros mancebos verán visiones. Y aún también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y haré prodigios en el cielo, y en la tierra sangre, fuego y columnas de humo.
El Sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.
Esta época ha llegado; los ancianos tienen sueños y los mancebos ven visiones; y los niños que apenas saben escribir su nombre, se sienten impulsados y escriben largas comunicaciones; y la revelación, encerrada ayer en el misterio de los santuarios, hoy se obtiene en todos los parajes de la Tierra.
En las chozas, en los palacios, en los templos, en las cárceles y en los bosques, en todas partes hay hombres que sirven de médiums a los espíritus que nos rodean y que velan por nosotros: y el cristianismo primitivo reaparece enlazado a la ciencia; ésta, como dice Draper, jamás ha tenido el pensamiento de hacer del poder civil su aliado.
No ha pretendido sembrar el odio entre los hombres, ni destruir la sociedad, no ha hecho sufrir a nadie tormento moral ni físico, y mucho menos la muerte, por la defensa de sus ideas. Está limpia de crueldades y de crímenes.
El Espiritismo como la ciencia, no pretende aliarse a ningún poder del mundo él solo quiere imperar en las conciencias de los hombres para que éstos se hagan más buenos, más sabios, más humildes y más previsores; que piensen en el eterno día de mañana, que no atesoren riquezas, pero que atesoren virtudes.
El Espiritismo científico es el cristianismo primitivo, pretende desarrollar el amor universal entre los hombres como la doctrina que Cristo proclamó y practicó en su advenimiento, teniendo de la moderna época su aspiración científica, su afán de progreso; queriendo fundar sobre las sólidas bases de la caridad y la ciencia, LA RELIGIÓN DEL PORVENIR .
Amalia Domingo Soler