Soy el gran médico de las almas, y vengo a traeros el remedio que habrá de curarlas. Los débiles, los que sufren y los enfermos son mis hijos predilectos, y vengo a salvarlos.

Venid, pues, a mí, todos los que sufrís y estáis cargados, y seréis aliviados y consolados.

No busquéis en otra parte la fuerza y el consuelo, porque el mundo es impotente para daros esas cosas.

Por medio del espiritismo, Dios hace un supremo llamamiento a vuestros corazones.

Escuchadlo.
Que la impiedad, la mentira, el error y la incredulidad sean extirpados de vuestras almas doloridas.

Son monstruos que absorben vuestra más pura sangre, y os abren llagas casi siempre mortales.

Que en el futuro, humildes y sumisos al Creador, practiquéis su ley divina. Amad y orad.

Sed dóciles a los Espíritus del Señor.

Invocadlo desde el fondo de vuestros corazones.

Entonces, Él os enviará a su Hijo bien amado para instruiros y deciros estas buenas palabras:
“Aquí estoy; vengo a vosotros porque me habéis llamado”.
(El Espíritu de Verdad. Burdeos, 1861.)

Allan Kardec

El Evangelio según el Espiritismo