
¿Qué es el Evangelio? ¡La verdad clara y evidente! Lo que da entender cuán verdadero y cierto es lo que algunos dicen: ley, doctrina e historia de la vida de Jesucristo.
¿Qué son las manifestaciones de los espíritus? La verdad de la vida eterna en acción, el descubrimiento de lo pasado envuelto en las sombras del oscurantismo, de la superstición y de la ignorancia más completa y absoluta.
La voz de los espíritus es la voz de la verdad eterna.
El Evangelio de las religiones lo han hecho los hombres; el Evangelio del Espiritismo es obra del Supremo Creador, es una manifestación de las leyes naturales.
La dolorosa historia de Jesús está dentro del Espiritismo, porque todo buen espiritista se sacrifica en bien de la humanidad sin esperar ni desear la menor recompensa.
No es necesario morir crucificado materialmente para sufrir el suplicio de la crucifixión: hay muchos espiritistas que han vivido crucificados toda la vida y han aceptado su martirio sin murmurar, sabiendo que con su sacrificio eran maestros que enseñaban sus sagrados deberes a la humanidad.
Dentro del Espiritismo caben todas las abnegaciones, todos los sacrificios, todas las heroicidades, todos los hechos que puedan engrandecer al hombre, porque nadie como el verdadero espiritista sabe que su trabajo es útil para sus semejantes y muy especialmente para sí mismo.
Sabe que un buen pensamiento, una mirada compasiva, un deseo noble y generoso, un acto de compañerismo, una acción de desprendimiento, un hecho de heroica abnegación, un arranque supremo de entusiasmo que le lleve al sacrificio y al martirio, todo tiene su recompensa, todo queda anotado en el libro de memorias del infinito; y encuentra cuando más lo necesita almas generosas que le consagran buenos pensamientos, que le dirigen miradas de profunda compasión; y hay quien pretende entrar en su morada para saber si duerme en el suelo, y hay quien estrecha su mano para conocer si siente la debilidad del hambre, y de quien menos espera es atendido, es consolado y se salva del naufragio del infortunio reposando de sus fatigas en el puerto de una amistad naciente, de un afecto espontáneo no buscado, no soñado ni presentido.
Si el Evangelio es la verdad clara y evidente, los mejores evangelistas son los espiritistas, que comprenden lo que vale el progreso indefinido del Espíritu.
Si el Evangelio es la historia de Jesucristo, que es el tratado de moral más acabado y el más perfecto, y los que siguen sus huellas amando y perdonando las ofensas, los que saben querer y se complacen en instruir, son también dignos Evangelistas.
Los primeros Evangelistas de este mundo son los padres de familia: la madre meciendo la cuna de sus hijos, velando su sueño, tocando su frente para ver si la humedece el sudor de la fiebre, sosteniéndoles en sus primeros pasos, señalándoles el cielo para que conozca donde está Dios, señalándoles las primeras letras para que aprendan a pronunciar su santo nombre, y el padre cavando la tierra o mirando tras el telescopio los mundos que ruedan en la inmensidad del éter, pensando siempre en el porvenir de sus hijos, trabajando sin descanso para ellos, luchando por dejarles una fortuna, amando incondicionalmente y perdonando siempre las ingratitudes de aquellos, ¿No son los padres de familia los primeros evangelistas de la humanidad? ¿No lo son también los profesores de instrucción primaria, los catedráticos, en fin, todos los maestros que se consagran a pulimentar los diamantes de la inteligencia humana?
Todos los que con sus actos hacen un bien a sus semejantes son ministros del Evangelio, y más evangelistas que los demás hombres tienen que ser los verdaderos espiritistas en todas las acciones y hechos de su vida.
Todas las madres aman a sus hijos, pero la madre espiritista no sólo los ama porque son carne de su carne, huesos de sus huesos y lazo de unión entre ella y el elegido de su corazón, los ama también porque medita y dice mirando al pequeñuelo que le extiende sus brazos balbuceando frases ininteligibles: ¿Será un Espíritu amigo? ¿Me habrá prestado los cuidados que yo ahora le prodigo? ¿Será un amigo que quiere borrar odios y rencores?
De todos modos debo querer muchísimo a este pequeñito; si entre él y yo median antiguas relaciones debo procurar acrecentar su afecto, porque el amor de un hijo ¡Es tan hermoso!… llegar a la vejez y encontrar sus brazos abiertos ¡Que mayor felicidad!
¡Hijo mío!… y si es un enemigo que me presenta el ramo de olivo, debo estrecharlo en mis brazos, debo enseñarle a ser bueno, debo ser su Providencia en la Tierra para que él a su vez me ayude mañana a llevar mi cruz hasta el calvario.
Y estos razonamientos los hace el hombre lo mismo que la mujer, los hermanos entre sí, los hijos contemplando a sus padres, los que se encuentran dominados por el dulce sentimiento de la amistad.
Los espiritistas verdaderos, los que estudian y tratan de conocer la verdad, engrandecen el pequeño círculo de su familia, aumentando el número de sus deudos, haciendo suyas las penas y las alegrías de sus amigos.
La tierra prometida de todas las religiones ya la han encontrado los espiritistas poniendo en práctica las sublimes enseñanzas de Jesús y de los redentores que antes de Cristo sembraron en la conciencia la semilla del amor.
El Evangelio, la gran ley de la fraternidad universal está dentro del Espiritismo: las enseñanzas de los espíritus son la continuación de las predicaciones de todos los redentores, ellos nos dicen:
Los cielos para el alma son las virtudes que practica.
Enjugar una lágrima es borrar una página de sombra.
La ciencia es la luz de Dios iluminando la naturaleza, es el verbo divino.
Amar es creer en Dios.
No hay más que una doctrina eterna, hacer el bien.
El que ama tiene el reino de los cielos.
Cúmplase las leyes pero mueran los odios.
El Espacio es un archivo de mundos que estudiar.
¿Queréis pan? Pues labrad el pan de otros.
No engañéis y no seréis engañados.
La mujer virtuosa es un sol de la humanidad.
La paz es la voz de Dios.
La verdad es la luz del pueblo.
Dios es la ley inmutable del Universo.
El Espíritu es un diamante eterno que se pulimenta con la ciencia universal.
El progreso es el brazo derecho de la humanidad.
La religión del alma es el amor.
El Evangelio de Dios es el Universo.
Esto nos dicen los espíritus que propagan las verdades y ponen los cimientos del Evangelio del porvenir.
Amalia Domingo Soler