
El mundo invisible es la prolongación, la continuación natural del mundo visible.
Estos son inseparables porque están unidos por los mismos principios. En lo invisible nos encontramos con el mundo de las causas y sus consecuencias, pues es el centro de todas nuestras actividades, positivas o negativas. La fuerza es la energía que mueve a la materia y dirige los mundos en el Espacio; nos dicen los Espíritus más Elevados, que es la acción de una Voluntad Superior.
Es el pensamiento de Dios. Los espíritus nos afirman con unanimidad que reconocen a esta Inteligencia Suprema como única, creadora del Universo y de la vida que hay en él.
Allan Kardec nos dice: “No hay efecto sin causa, y todo efecto inteligente tiene forzosamente una causa inteligente”. Estos son los fundamentos sobre los cuales tiene sus bases el Espiritismo. Cuando los aplicamos a las manifestaciones de los espíritus, estamos demostrando sin duda alguna, la existencia de ellos.
Si lo aplicamos al estudio del mundo y de las leyes universales, podemos demostrar la necesidad indispensable de una causa inteligente. Por esto, para los espíritas, la existencia de Dios constituye la regla principal de su enseñanza.
Los espíritus, igual que los hombres, no tienen el mismo grado de entendimiento, y no todos pueden explicar y ver las cosas de la misma manera, de ello resultan las interpretaciones y explicaciones diversas, más o menos lógicas sobre diferentes temas. Nos cabe a nosotros examinar y comprobar la seriedad, inteligencia, y conocimiento de los espíritus que se comunican con nosotros.
Los espíritus encarnados o desencarnados, estamos y vivimos en situaciones diferentes, de acuerdo con nuestro estado evolutivo, pero todos, inexorablemente, seguimos un proceso evolutivo impulsados por una ley solidaria, universal y Divina; finalmente todos nuestros conocimientos y afinidades convergen para unirse a ella y conocer el verdadero objetivo de nuestras vidas y la razón de ser de un Espíritu redimido.
Es al mismo tiempo la base de nuestra transformación interior y moral. Así comprendemos fácilmente la vida en el Más Allá, y la situación del Espíritu después de la muerte del cuerpo. Allí nos encontramos con un estado de cosas ordenado por una ley de justicia que se ejecuta por sí misma, sin tribunal y sin juicio, pero a la cual no escapa ninguno de nuestros actos y pensamientos. Esta ley revela una inteligencia que dirige al mundo moral, que al mismo tiempo es el principio de una vida superior, plena de luz y de perfección.
Escuchamos hablar frecuentemente del acaso, la suerte, la casualidad y el azar. El azar no puede realizar la unidad y la armonía, tan sólo puede provocar la incoherencia y la confusión. Por esto una ley no puede ser más que la manifestación de una Inteligencia Soberana, la obra de un Pensamiento Superior. El pensamiento, únicamente es el que ha podido crear, disponer y combinar todas las cosas del Universo, y el pensamiento sólo puede provenir de un Ser que sea su generador.
Las leyes del Universo nunca podrían ser una obra de la casualidad, sería una gran insensatez pensar semejante cosa. Necesariamente deben apoyarse en un principio inmutable, ordenado y regulado. Si no hubiese una Voluntad y una Inteligencia Superior, responsable de toda la Creación; estas leyes serían ciegas, irían sin rumbo ni dirección.
Todo está sometido y gobernado por un poder Superior: las fuerzas y los seres, los mundos y las humanidades. El orden del Universo, el orden material y el orden moral, la justicia, el amor y la libertad; todo está regido por leyes eternas y perfectas, que sólo pueden ser creadas y ordenadas por un Ser Superior.
Esta es la razón por la cual ningún ser puede desenvolverse y progresar sin la idea de Dios, porque esto significa la justicia, el amor, la libertad y la razón, porque Dios representa la eternidad y la perfección.
La ignorancia y desconocimiento de estas leyes, son la causa principal de nuestras equivocaciones y actos negativos, que tantos contratiempos y sufrimientos nos causan.
El Espiritismo viene como una poderosa voz, a despertar nuestros sentidos adormecidos durante décadas. Demasiado tiempo ya hemos perdido, considerando la obra divina y las leyes superiores, desde un punto de vista mezquino y negativo desde nuestra vida terrena; sin comprender que en el encadenamiento de nuestras vidas sucesivas y la colectividad de los mundos, es donde tendremos que encontrar la universal armonía, la absoluta justicia y la gran ley de la evolución de nuestro Espíritu, hacia el bien y hacia Dios. La obra divina no puede medirse ni en el tiempo ni en la extensión. La creación es incesante, y el Universo inmutable en su infinitud, vive un proceso de transformación constante en todas sus partes.
Cada planeta que gira en el espacio, es un mundo habitado por seres humanos o espirituales. La Tierra es uno de los más mezquinos en la jerarquía de los mundos, y la población terrestre una de las más inferiores. Pero ella misma se tiene que perfeccionar, transformar y en último caso, cambiar para que nuestra esfera sea más habitable y más feliz.
Aspiraciones más elevadas y más nobles harán que esta humanidad, a lo largo de este siglo, sea conducida por nuevos caminos para conseguir gradualmente su renovación y su progreso moral.
Todo se transforma y se renueva con el ritmo incesante de la vida y de la muerte. Todo se renueva en el Universo; viejos mundos desaparecen y nuevos se forman continuamente. Los hombres, igual que los mundos, nacen, viven y mueren; todas las formas pasan y se desvanecen, mas la vida infinita subsiste y avanza siempre con su eterno esplendor. Aún así, las existencias siguen su curso y se desarrollan siglo tras siglo, con sus luces y sus sombras. Los acontecimientos se suceden sin conexión aparente, mas la justicia divina infalible fija su curso según reglas inmutables. Todo se realiza y se une según el estado moral o el estado material. Lentamente vamos consiguiendo nuestra evolución espiritual, y así se da cumplimiento a un admirable plan que se realiza, según la voluntad de Dios.
Mientras tanto nuestro entendimiento para comprender las leyes divinas, se acrecentará con el progreso de nuestras facultades y nuestros sentidos, que al perfeccionarse nos abrirán nuevas visiones sobre nuestro futuro y la realidad del mundo espiritual.
El porvenir del Espíritu es infinito, está destinado a renacer de vida en vida, en mundos diversos, subiendo a ellos uno por uno, en forma de escalones de una gran ascensión; participando y viviendo en civilizaciones más avanzadas y más elevadas, aumentando sus cualidades y facultades, hasta alcanzar ese estado luminoso y conseguir la unión con Dios.
Por consiguiente, no hay elegidos ni réprobos. Los seres humanos no se pierden, pues hay un camino de salvación para todas las criaturas. El camino del progreso está abierto para todos, y tendremos que seguirlo, de vida en vida, elevándonos por medio del trabajo y las pruebas, hacia la paz y la felicidad.
La mejor virtud del alma humana es el sentimiento. Por él, el ser humano consigue todo lo que es bueno, grande y bello, es su fortaleza en la duda, su fuerza en la lucha y su consuelo en la prueba.
Lo bueno y lo malo sólo se encuentra en nosotros en un estado parcial y limitado. Sólo puede existir a condición de encontrar su manantial y su principio en un ser que lo posee en un estado superior. Esto es lo que han sentido instintivamente todas las generaciones, todas las humanidades que descansan bajo el polvo de las edades.
Dios es el Alma Universal, y toda alma humana es una irradiación, una partícula creada por ella. Cada uno de nosotros posee en estado latente, fuerzas emanadas de la fuente Divina y puede desarrollarlas uniéndose estrechamente a la causa, de la cual él es el efecto.
Por la elevación de nuestros pensamientos y por nuestra transformación interior, se produce una unión continua, una fuerza moral, y un florecimiento de las virtudes ocultas que existen en estado latente en nosotros; así es como consigue el hombre su unión con el mundo superior.
El alma humana se ignora a sí misma, por falta de conocimiento y de voluntad, dejando adormecidas sus facultades interiores. En lugar de imponerse a la materia se deja dominar por ella, y esta es la consecuencia de sus males, de sus pruebas y de sus debilidades.
El Espiritismo llega aclarando todas estas cosas: nos dice que ha llegado el momento de nuestro cambio, no se puede pedir más tiempo; tenemos que recordar las palabras de Jesús: “No podemos servir a dos señores, o estáis conmigo o contra mí”.
Tenemos que elevar nuestro pensamiento por encima de las cosas terrenas. Es necesario conseguir nuestra transformación moral para poder enseñar y transmitir la nueva revelación. Son muchos los que creen que el Espiritismo es un medio fácil de saber y descubrir todo, y esto es un gran error. Los espíritus no están encargados de hacer nuestro trabajo, esto sería muy cómodo, “sólo pedir y ser servidos”, evitándonos así el esfuerzo de nuestro estudio, trabajo y merecimiento. Nuestro pensamiento tiene que ejercitarse y elevarse, sólo así podremos conseguir ayuda del mundo espiritual.
El Espiritismo nos enseña como conocer a los espíritus, a fin de saber, por analogía, lo que seremos algún día. El Espiritismo es una ciencia de observación y no una ciencia de adivinación o de especulación. Lo estudiamos para conocer el estado de la vida en el mundo invisible, y la relación que existe entre los espíritus y nosotros.
Los espíritus más elevados, nos enseñan mucho, pero dentro de los límites posibles, no se puede preguntar lo que no pueden o no deben revelar: querer ir más allá es exponerse a manifestaciones de espíritus ligeros, dispuestos siempre a responder a todo, y estos no nos merecen confianza alguna. Todo lo que pueda esclarecernos algo sobre este asunto, contribuye al desarrollo de la inteligencia y aumenta nuestro conocimiento, para poder conocer mejor las leyes de la Naturaleza.
El mundo de los espíritus, la influencia que el plano invisible ejerce sobre el visible y la relación que existe entre ambos, es quizás la revelación más importante de nuestra historia, es la revelación de un mundo nuevo, que al mismo tiempo es más viejo que el nuestro.
Este conocimiento nos lleva a la solución de una multitud de problemas insolubles hasta ahora; nos inicia en los misterios de ultratumba, que a todos nos interesa, pues antes o después, cada uno de nosotros ha de llegar a ese momento final, pero también hay otra utilidad más positiva, y es la influencia ejercida por la fuerza que da el conocimiento demostrativo de la vida espiritual.
El Espiritismo es la prueba patente de la existencia del Espíritu, de su individualidad después de la muerte, de su inmortalidad y de su verdadero futuro. Con esto se desmiente con hechos y con pruebas, los dogmas creados por algunas religiones, al respecto.
El Espiritismo se compone de dos partes: la parte experimental y de las manifestaciones, y la doctrina filosófica. En mi experiencia personal, tengo que decir que estudié el Espiritismo durante muchos años, sin conocer la parte experimental, primeramente estudié su parte doctrinaria y filosófica, y con este estudio encontré una razón, una luz, una transformación para mi vida, que hasta entonces había estado en las sombras y en la duda.
El fenómeno lo conocí más tarde, años después, cuando se manifestó en mí sin yo haberlo buscado. Todos los días me encuentro con personas que no han sentido ni han visto nada, hablando de la parte experimental, y sin embargo, creen tan firmemente como puedo creer yo, únicamente por el estudio que han hecho de la parte filosófica.
En un principio, en la historia del Espiritismo, fue necesario el fenómeno, con mucho ruido y llamada de atención, pues una idea nueva tenía que ser anunciada, para darse a conocer. Hoy, el fenómeno de las manifestaciones es sólo un accesorio.
La doctrina, la ciencia, se encuentran en los libros espíritas que podemos estudiar a fondo, seguro que en ellos podemos encontrar todo aquello que pueda satisfacer nuestras aspiraciones interiores.
Entre la Doctrina Espírita y las otras filosofías hay una gran diferencia: unas son obra de los hombres, más o menos esclarecidos, pero el Espiritismo es una obra de Espíritus de gran Elevación; no es la obra de ningún hombre.
El Espiritismo no es un descubrimiento de hoy ni de ayer, sus principios se pierden a través de los tiempos, sus huellas se encuentran en todas las religiones y creencias de los pueblos. Estos hechos mal interpretados, con las ideas supersticiosas de la ignorancia y por la incomprensión, han sido utilizados equivocadamente, creando un rechazo temeroso hacia ellos.
En la antigüedad, el estudio del fenómeno mediúmnico, era un privilegio de ciertas clases, y no los revelaban más que a los iniciados en sus misterios. Más tarde la persecución religiosa se hizo intolerante con aquellos que hacían uso de estas prácticas, los cuales eran declarados hechiceros, y quemados en la hoguera.
Ahora el Espiritismo da una explicación lógica de los hechos; el conocimiento más completo de la naturaleza de los espíritus, de su misión y de su modo de vivir y obrar, la revelación de nuestro estado futuro, la gran importancia que tiene nuestra forma de vida en este mundo y la repercusión que tiene en el otro, para nuestro Espíritu.
La Doctrina Espírita no está enseñando nada nuevo, sus fragmentos se encuentran en la doctrina de los filósofos de la India, Egipto, Grecia… y se completa en las enseñanzas de Cristo.
Los principios básicos de todas las religiones, todos son buenos, proceden de la misma fuente. Los hombres son quienes han manipulado y han alterado esa fuente, conscientemente o inconsciente, dando como origen unas enseñanzas falseadas, con principios alterados, a personas que han confiado plenamente en ellos.
El Espiritismo no es responsable de los abusos que se cometan en su nombre, con fines o no, particulares, como tampoco la Iglesia es responsable de los abusos cometidos por los sacerdotes en su ministerio.
Por su naturaleza y novedad, el Espiritismo puede prestarse a ciertos abusos, pero también tiene los medios de reconocerlos; definiendo claramente su verdadero carácter, y rechazando desde sus bases a todos los que lo exploten o lo separen de su objetivo, exclusivamente moral, haciendo de él un instrumento de adivinación o de fútiles investigaciones. Sus principios y sus límites están escritos y bien expresados en los seis libros codificados por Allan Kardec; en ellos está lo que se acepta o lo que se rechaza, y las malas interpretaciones que de él se puedan hacer, son responsables aquellos que sin estudiarlo detenidamente, lo juzgan y lo utilizan equivocadamente, sólo por las apariencias.
Esta Doctrina de hoy, es un ideal ilustrado, propio de este siglo, su rápida propagación se debe a la avanzada y extensa divulgación que se hace a través de los libros y otros medios. Este conocimiento destruye las ideas supersticiosas, porque demuestra la verdad o la falsedad de las creencias primitivas y los absurdos que la ignorancia y los mal interpretados fenómenos han ocasionado. Lo sobrenatural desaparece a la luz del conocimiento, igual que el paganismo desapareció a la luz del Cristianismo.
Con el conocimiento de las leyes espíritas, podemos comprobar que la comunicación con el Espíritu de alguien que ha muerto, está dentro de una ley natural. El Espiritismo rechaza totalmente, todo efecto maravilloso, es decir, fuera de las leyes naturales, ni hace milagros, ni prodigios, pero enseña que en virtud de una ley natural, ciertos efectos tomados hasta hoy como milagros, sólo son hechos naturales dentro de estas mismas leyes.
Los fenómenos espíritas tienen por agente, inteligencias independientes, dotadas de libre albedrío, que no se someten a nuestros caprichos, así como tampoco se someten a nuestros procedimientos de laboratorio y a nuestros cálculos, por tanto la ciencia no puede encontrarlos.
El Espiritismo es una cuestión de creencia personal, que no puede depender de la asistencia a una asamblea o de los descubrimientos de un laboratorio. Esta es una creencia que se apoya en la existencia de los espíritus, en los razonamientos y en los hechos. Yo me inicié en esta doctrina después de haberla comprobado y examinado detenidamente, hace de esto 57 años.
El Espiritismo cambió mi vida por completo, ha hecho que me sienta feliz, compartiendo esta felicidad con mis semejantes y ahora, llego al fin de mi existencia dando gracias a mi querido Maestro Jesús, por haber permitido que mi espíritu haya podido servirle, en mi humildad y pequeñez.
Todos los espíritus tenemos el mismo origen y el mismo destino; las diferencias que entre ellos existen sólo son debidas a diferentes grados de adelanto.
El mundo corpóreo y el mundo incorpóreo se intercambian continuamente. Con la muerte del cuerpo los espíritus vuelven al mundo espiritual, para regresar más tarde, a través de la reencarnación, a la vida física. En cada nueva existencia el Espíritu hace un progreso más o menos importante, y así lentamente se fortalece a través del sufrimiento, la experiencia y finalmente con el conocimiento.
Los espíritus que componen la población invisible de nuestro planeta, son el reflejo de nuestro mundo terreno. Los habitantes de ese mundo invisible, tienen los mismos vicios y virtudes que nosotros. Los hay sabios, ignorantes, mentirosos, falsos, prudentes, burlones y mal intencionados. Cada uno habla y se manifiesta según sus ideas y su opinión personal, por esto no debemos dar crédito a todo lo que dicen los espíritus, sin someterlo antes a un meticuloso examen, que nos muestre su autenticidad.
El Espiritismo es una ciencia filosófica, la cual requiere grandes estudios y observaciones, para poder distinguir la verdad de la mentira, y obtener la moral necesaria para alejar de nosotros a los espíritus malignos.
En cada nueva existencia, se corre un velo sobre nuestro pasado, pero el Espíritu no pierde nada de todo el conocimiento adquirido. De este modo al reencarnar nuevamente, trae consigo las ideas innatas, sus conocimientos y su moralidad. Si durante una existencia anterior el Espíritu ha mejorado, si ha sabido aprovechar las lecciones de la experiencia, cuando reencarne de nuevo, será instintivamente mejor, porque se ha robustecido en la escuela del trabajo y del sufrimiento, y esto le da más seguridad para realizar su trabajo y conseguir conocimientos para asumir nuevos compromisos.
El Espiritismo no se impone a nadie, respeta las creencias de los demás. La libertad de conciencia es una consecuencia de la libertad de pensar, que es uno de los atributos más importantes del hombre.
Toda creencia cuando es sincera y respeta el derecho de pensar y creer de sus semejantes, es respetable y todos los espíritas así deben de entenderlo. Toda creencia impuesta es superficial, y sólo da una apariencia de fe que no es la fe sincera. El Espiritismo expone sus principios a la vista de todos y cada uno puede formar su opinión, con conocimiento de causa. Los que lo aceptan, lo hacen libremente, porque no tiene secretos, ni misterios y está abierto a cualquier investigación.
Los fundamentos de la Doctrina Espiritista, están en la existencia de un mundo invisible, formado por seres incorpóreos que pueblan el Espacio, y que son los mismos seres que han vivido antes en la Tierra o en otros planetas, que tras la “muerte” siguen viviendo.
Estas son las almas que nosotros designamos con el nombre de espíritus; viven también entre nosotros y ejercen una gran influencia en todos los seres humanos, desempeñan un papel muy activo en el mundo espiritual, y también en el físico.
La influencia de los espíritus y sus ideas están en la Naturaleza y se puede decir que es una potente fuerza que influye significativamente en los destinos del mundo. Los fenómenos tienen su origen en el plano invisible, y se han producido en todos los tiempos. La historia de todos los pueblos, han atribuido a estos fenómenos causas más o menos fantásticas, y bajo este concepto han dado curso a su imaginación.
El Espiritismo ilumina y aclara una multitud de cuestiones hasta hoy irreconocibles o mal comprendidas; así es que su verdadero carácter es el de una ciencia y no el de una religión. Sus principios son independientes de toda cuestión dogmática, y sus consecuencias morales están reflejadas en la doctrina y enseñamientos de Jesús; porque de todas las doctrinas, el Cristianismo es la más digna y más pura, y por esto, de todas las sectas religiosas del mundo, los cristianos son los más aptos para comprender el Espiritismo en su verdadera esencia.
Ya hemos dicho que el Espiritismo no es una religión, pero conduce sin duda alguna, a las ideas religiosas, las desarrolla en los que no las tienen y las fortifica en aquellos que están vacilantes. Así pues la religión encuentra en él un apoyo y un aliado para aquellos que la contemplan como la enseñó Cristo.
El Espiritismo dilata y eleva las ideas, combate los abusos engendrados por el egoísmo, la codicia y la ambición. Si no es indispensable para la salvación, la facilita, fortificándonos en el camino del bien. Es necesario ilustrarse y estudiar bien el Espiritismo antes de participar en él. No se deben aceptar ideas sin comprenderlas.
La ignorancia sobre los principios fundamentales es la causa de las terribles equivocaciones que se cometen.
Si estudiamos el Espiritismo, nuestra vida será más fácil y mejor, encontraremos una explicación lógica y convincente para entender el porqué de nuestra vida, y esperanza para un futuro mejor.
Los espíritus encarnados forman la humanidad del mundo visible; cuando se produce la muerte del cuerpo físico, nuevamente se integran en el mundo espiritual o invisible, que pueblan el Espacio, es un mundo en medio del cual vivimos sin sospecharlo, y forma una gran población que vive junto a nosotros. Tienen todas las perfecciones y defectos que tenían en la vida terrena, pero no pueden ocultarlo porque está reflejado en su imagen; experimentan sensaciones que son desconocidas para nosotros, y ven y oyen cosas que nuestros limitados sentidos no nos permiten ver ni oír. No podemos ocultarles nada, porque leen en nuestros pensamientos como en un libro abierto; se encuentran en todas partes, están entre nosotros, a nuestro lado, y nos observan incesantemente, son los agentes de diversos fenómenos, y desempeñan un papel importante en el mundo moral.
Es una equivocación creer que los espíritus por el mero hecho de haber dejado su cuerpo aquí en la Tierra tienen sabiduría y conocimiento de las cosas, y esto no es así, cada uno continua teniendo las mismas cualidades que tenía, con la gran diferencia de que aquí podía ocultar su verdadera imagen, pero allí no puede hacerlo porque en su cuerpo espiritual se refleja, con total claridad, el estado moral y mental de su Espíritu.
De la misma manera que existen hombres de distintos grados de saber y de ignorancia, de bondad y de perversidad, así sucede también con los espíritus. Los hay ligeros o traviesos, mentirosos, hipócritas, perversos y vengativos. También los hay que poseen las virtudes más sublimes, y un grado de saber desconocido en la Tierra.
Es necesario y muy importante, tener el conocimiento y la preparación necesaria para poder entrar en contacto con los espíritus, es una práctica muy peligrosa si no se hace con la debida protección.
Las reuniones que se ocupan en las manifestaciones espíritas, no están siempre en buena disposición para obtener resultados satisfactorios, en muchas de ellas se produce el engaño y la burla por espíritus malintencionados, queriendo dar una mala imagen al Espiritismo, pues hablan en su nombre. Su objetivo no es conseguido porque el carácter serio y los principios del Espiritismo, no tiene ningún parecido con ese tipo de manifestaciones.
Hay una idea falsa y generalizada sobre los espíritus, estos no son como muchos creen; seres ensombrecidos e indefinidos, ni llamas como las de los fuegos fatuos, ni fantasmas como los de los cuentos, ni almas en pena en el purgatorio. Son seres semejantes a nosotros, que como nosotros tienen un cuerpo, pero este cuerpo es fluídico e invisible.
Hay tres cosas esenciales en el hombre: el alma o espíritu; principio inteligente que dispone del pensamiento, la voluntad y el sentido moral; el periespíritu, envoltura fluídica imponderable y que sirve de lazo intermediario entre el Espíritu y el cuerpo; y el cuerpo humano o envoltura material, que pone al Espíritu en relación con el mundo físico.
La muerte no es más que la destrucción de la envoltura material, que el alma abandona como la mariposa abandona su crisálida; sólo que el alma sigue conservando su cuerpo fluídico o periespíritu, y vuelve a integrarse en el mundo de la verdad y de la eternidad, que es el mundo de los espíritus. Allí permanece hasta que esté en condiciones de regresar nuevamente al mundo físico, para continuar la evolución de su Espíritu.
La población humana de nuestro mundo, vive en medio de otra población más numerosa pero invisible para nuestros ojos, con la cual está en continuo contacto, y resulta que la una reacciona incesantemente sobre la otra. Desde que hay hombres hay espíritus, y estos se han manifestado siempre en todas las épocas y en todos los pueblos. El Espiritismo ni los ha descubierto ni los ha inventado. Si los espíritus se manifiestan a los vivos, es un hecho natural, y siempre lo han hecho así.
En estos últimos tiempos, las manifestaciones de los espíritus, han adquirido un gran desenvolvimiento y una imagen de evidente autenticidad, porque así se decidió desde las Altas Esferas para acabar con las dudas y la incredulidad que existe sobre la existencia del mundo de los espíritus. Por esto se ha permitido que por medio de pruebas evidentes, que los que ya han dejado la Tierra, vengan a dar testimonio de su existencia y revelarnos su situación.
La duda sobre la vida futura, hace mucho daño a la estabilidad y al futuro de los seres humanos; esta situación lo conduce a los goces del presente, y de aquí la excesiva importancia que se da a los bienes materiales, que despiertan en nosotros sentimientos negativos como la envidia, la codicia, los celos… La codicia provoca el deseo de adquirir bienes que ya poseen otros, sin reparar en cualquier medio para conseguirlos, y así se originan los odios y pleitos, las guerras y todos los males provocados por el egoísmo.
Sin comprender nuestro presente y sin esperanza en el porvenir, es muy natural que el hombre se desespere ante los desengaños de la vida y las difíciles pruebas que tiene que pasar. Si no tenemos en cuenta la vida futura, la vida presente será la única y la más importante. En ella concentraremos todos nuestros esfuerzos para gozar no sólo de los bienes materiales, sino también de los honores, intentando destacarnos por encima de otros y todo para satisfacer nuestra vanidad.
Cuando se cree en la vida futura y sus consecuencias, cambia por completo nuestra forma de pensar y vemos las cosas de manera diferente. Es como si rasgáramos un velo que cubría un horizonte inmenso y luminoso. Ante lo infinito y grandioso de la vida que existe en nuestro mundo invisible, desaparece la vida terrestre, como un segundo ante un siglo. Es entonces cuando nos damos cuenta y nos avergonzamos de haber dado tanta importancia a cosas tan efímeras, pueriles e inútiles, por las que hemos luchado, comprometido y atrasado nuestra evolución espiritual. Entonces verdaderamente arrepentidos pedimos a Dios una nueva oportunidad para pagar nuestras deudas y emprender un nuevo camino que nos lleve hacia nuestra transformación y el conocimiento de la verdad.
La evidencia del mundo espiritual que nos rodea y su acción sobre el mundo corporal es la revelación de una de las fuerzas de la Naturaleza, y por lo tanto la clave de una infinidad de fenómenos no comprendidos, tanto en el orden físico como espiritual. Cuando la ciencia descubra la existencia de esta nueva fuerza, desconocida hasta ahora, rectificará su conducta y sus errores, que provienen de atribuirlo todo a la vida material.
Las verdades enseñadas por el Espiritismo, son viejas realidades, que enriquecen con nuevos descubrimientos, porque no es ahora que se ha descubierto, ni inventado a los espíritus. Tampoco se ha descubierto ahora el mundo espiritual, en el que se ha creído desde que el hombre existe. El Espiritismo se limita a probar con hechos materiales lo que hasta hoy ha sido negado o ignorado, y lo hace presentándolo bajo una realidad innegable, sin temores ni preocupaciones, ni ideas supersticiosas que provoquen el miedo, la duda y la incredulidad.
A través de un estudio profundo y por la comunicación permanente establecida con el mundo invisible, el Espiritismo ha venido a confirmar las grandes tradiciones del pasado, las enseñanzas de todas las religiones y filosofías elevadas sobre la inmortalidad del Ser, y la ley de la evolución a través de las vidas sucesivas.
La Doctrina Espírita ha dado sobre estos puntos una noción definitiva. Lo que hasta entonces no era más que suposiciones y especulaciones del pensamiento, ha llegado a ser un hecho real y comprobado. La vida futura se ha revelado con sorprendente realidad, la muerte ha perdido su espantoso aspecto, y el Cielo y la Tierra se han aproximado, porque en realidad sólo existe un mundo.
José Aniorte Alcaraz