
INTRODUCCIÓN
Dice Allan Kardec: “Conoceréis al verdadero espírita por su transformación moral”: Estas palabras escritas por el Maestro, me impactaron mucho cuando las leí, se grabaron en mi mente y hasta hoy las tengo presentes.
A continuación hago una ligera referencia sobre mi persona, porque creo necesario que, al leer y estudiar un libro como el que tiene usted ahora en sus manos, es conveniente tener una reseña del autor del mismo:
Conocí el Espiritismo en Brasil, en el año 1.951, y en este país lo estudié y lo practiqué. Estoy seguro de que esto se dio como preparación para realizar un compromiso de trabajo, veinte años más tarde al regresar a España; compromiso que ya había asumido en el plano espiritual, antes de mi reencarnación.
Desde el momento en que llegó a mis manos el primer libro espírita, quedé entusiasmado con su lectura, fue como si un viajero sediento, encontrara en su camino, un manantial de agua fresca y cristalina.
En los nueve años siguientes, leí un centenar de libros, divulgué la doctrina que a mí tanto bien me había hecho, participé en diversas obras de caridad, hasta que en el año 1.960, ciertas inquietudes se apoderaron de mí, sin encontrar razón alguna que las justificara.
De forma inesperada sufrí una grave enfermedad, y fue entonces, cuando muy afligido me pregunté si verdaderamente se había producido en mí, la transformación interior que el maestro Allan Kardec promulga en sus libros.
Con lágrimas en los ojos, tuve que reconocer que ese cambio no se había producido en mí, que aún con el estudio y el trabajo realizados, el hombre viejo ejercía su dominio sobre mí, dando excesiva importancia a la vida material, así como: a la conservación de mi patrimonio, el bienestar material de mi familia y significativamente el mantener una buena imagen ante una sociedad que era todo lo contrario de aquello que yo tanto deseaba ser.
Convencido de esta triste realidad, me declaré en guerra contra ese hombre viejo y egoísta, que tanta influencia ejercía sobre mis actos y pensamientos.
Fue una guerra larga y difícil, pero finalmente conseguí vencer.Pasaron aproximadamente diez años, hasta que pude recibir al hombre nuevo y con él comenzar un cambio radical en mi vida; una vida nueva, renunciando a los bienes materiales para ayudar a los que viven oprimidos por fanatismos y liberar las mentes oscurecidas, para abrir nuevos caminos más luminosos, en fin, para que aquellos que tengan ojos de ver, vean, conozcan la verdad y la verdad los libere para siempre de la terrible oscuridad que sufren, impuesta por los dogmas medievales de las religiones. (Lean “Hechos y obras de una vida”).
Todo espírita conoce los libros de la codificación espiritista y muchos otros libros relacionados con este tema, pero ¿la interpretación que se le da a esta enseñanza es la correcta? Esto es una de las cosas que voy a tratar en este libro.
Los espiritistas, con los conocimientos que poseemos, podríamos alcanzar en la Tierra un grado de felicidad, que aunque relativa, causaría envidia y celos en una gran parte de la humanidad.
Pero esto no es así, porque hoy, vivimos fuera de la realidad; profesamos un credo, tenemos unas convicciones, nos alimenta un ideal y aún así, hacemos todo lo contrario en nuestra vida diaria.
En las luchas de la vida no nos acordamos de nuestras creencias e ideales, y en pocas ocasiones aplicamos nuestra doctrina; preocupándonos en exceso por las necesidades materiales, que se mantienen en pie, firmes como antes de conocer el Espiritismo.
Esta es la vida que predomina entre la mayoría de los espíritas, dando una falsa imagen del Espiritismo, algo por lo que deberíamos de sentir vergüenza.
Si sabemos que existe un pasado que nos impone la realidad del presente, si sabemos que el presente condiciona de forma inexorable nuestro futuro, porque tendremos que recoger inevitablemente todo aquello que hemos sembrado, ¿cuándo, por fin, vamos a comprender que para cumplir nuestros compromisos espirituales, debemos de sacrificar los intereses materiales?
Todo espírita es poseedor de conocimiento doctrinario, y al reencarnar en este planeta, viene con el compromiso asumido en el plano espiritual, de propagar la nueva doctrina, cada uno con su propio esfuerzo y recursos y con total independencia; aplicando a sí mismo la moral de esta doctrina, porque nadie puede, ni tiene la moral suficiente para enseñar algo que no aplica y practica en su propia vida.
Si esto es así, y sabemos que lo es, ¿cómo somos capaces de caer nuevamente en los errores del pasado?
En el pasado comercializamos las religiones, haciendo de ellas un medio para satisfacer nuestras pasiones y ambiciones, y hoy aparentemente arrepentidos, volvemos a hacer lo mismo con la doctrina espírita; comercializando nuevamente un ideal tan sublime, utilizándolo para complacer nuestro orgullo, empleando los recursos ajenos para practicar una falsa caridad.
No pretendo convertirme en justiciero de nadie, ni me considero autorizado para ello, pero sí estimo necesario levantar la voz para decir que, “al verdadero espírita se le conoce por su transformación moral”, que está siempre dispuesto a convertirse en apóstol de la verdad y que después de vivir esta realidad para él mismo, tiene la fuerza moral para enseñarla a los demás.
Así lo he hecho yo, en el espacio de los 56 años transcurridos desde el día en que conocí el Espiritismo hasta hoy. He conseguido mi transformación; he utilizado todos mis recursos en divulgar esta doctrina, esclarecedora y consoladora, con total autonomía.
He publicado 16 libros, y cientos de miles de estos, circulan por todo el mundo, distribuidos de forma gratuita, para que la luz de la verdad, llegue con facilidad a todas partes.
Y esto me concede el privilegio de decir a los que pretenden oscurecer la luz del Espiritismo, que jamás lo podrán conseguir.
Yo con toda humildad le pido a nuestro querido Maestro Jesús, que ilumine la mente de estos queridos hermanos, para que reconozcan su equivocación y cambien su conducta, porque siempre estamos a tiempo de rectificar; si queremos podemos hacerlo.
¡Que nuestro Señor Jesús, nos ilumine, nos fortalezca y nos ayude a vencer nuestras debilidades!
José Aniorte Alcaraz