Un lecho de flores

 

 

En el mes de marzo de 1884 el padre Sallarés (escolapio) dio en la Catedral de Barcelona una serie de conferencias, en las cuales combatió el falso sobrenaturalismo de la secta de los espiritistas, y yo combatí sus argumentos escribiendo diez artículos que se publicaron en El Diluvio y en La Luz del Porvenir.

En mayo del mismo año, el editor espiritista D. Juan Torrens me cedió la propiedad del periódico La Luz del Porvenir, que llevando cinco años de publicación, tenía puede decirse su vida asegurada, puesto que cubría gastos, y desde aquella fecha vengo publicando La Luz del Porvenir, sufriendo las consecuencias de ser, como dice el refrán, cabeza de ratón en vez de cola de león.

Muy bueno es ciertamente poseer un periódico, puesto que en él se pueden insertar escritos propios que por su índole o por su mucha extensión, son rechazados por otras publicaciones por el tema que en ellos se trata, y por otras muchas causas más.

Mas, ¡Ay! Que esta hermosa libertad de acción se compra con muchas noches sin sueño, con innumerables horas de angustia, de ansiedad y sobresalto, que agotan la existencia, cuando se lucha con ese enemigo formidable que se llama ¡La miseria!… Cuando no se tiene lo suficiente para cumplir con todos los compromisos que crea una publicación, aunque ésta sea modestísima como lo es mi humilde La Luz del Porvenir, queriendo vivir sin deber al impresor, como me sucede a mí, pues siempre he creído que las deudas no dan otra cosecha que inquietudes y murmuraciones.

En el mes de febrero de 1885 el padre Fita (de la compañía de Jesús) habló en la Catedral de Barcelona sobre el Espiritismo, y yo combatí sus aseveraciones escribiendo nueve artículos que publicaron El Diluvio y La Luz del Porvenir, teniendo tanta aceptación ambas refutaciones, que los espiritistas de Cienfuegos formaron con ellas un libro titulado Impresiones y Comentarios sobre los sermones de un Escolapio y de un Jesuita.

Para dicha obra escribí un prólogo que copio a continuación.

 

 

A LAS MUJERES DE CIENFUEGOS Y DE TODOS LOS PUEBLOS

¿Qué es la mujer? Según el diccionario, es la criatura racional del sexo femenino, la casada con relación al marido. Y en tan breves palabras (si bien se considera) está perfectamente sintetizada la importancia social de la mujer.

Ella forma parte de la humanidad terrena, y con ella se crea el hogar de la familia. Sin ella no puede haber en la Tierra ángeles bellos con rubia cabellera, ojos azules, mejillas de rosa, frente de azucena y boquita de perlas y coral. Sin ella el hombre no puede sentir esa inquietud divina llamada amor, ni esa adoración a las únicas santas de este mundo conocidas  con el nombre de madres.

Sin la mujer, la humanidad terrena no podría existir, luego es un componente importantísimo de nuestra raza, de la vida racional puede decirse, que merece todas las atenciones, todos los cuidados, y un esmero especialísimo para educarla y guiarla por la senda del progreso: puesto que ella es el alma de la sociedad, quien imprime en la mente del niño las primeras nociones del amor, del respeto y del entusiasmo.

De todos los sentimientos ella es la clave, es quien posee el secreto de todas las heroicidades, de todas las abnegaciones, de todos los sacrificios.

Ella es la causa de todos los grandes efectos. Y por regla general los criminales más feroces no han recibido las caricias de su madre, frutos podridos, de espúreos amores, han sido arrojados al páramo de la inclusa, y de allí han ido rodando hasta caer muchos de ellos al pie de un patíbulo.

Ahora bien, reconociendo en la mujer igual superioridad que en el hombre, puesto que la sabia naturaleza ha hecho del uno el complemento del otro, y separados no pueden sentir grandes sensaciones, ni santas alegrías, ni arrobamientos de inefable amor, es necesario que eduquemos a la mujer con igual cuidado y esmero que al hombre. Dulcificando su sentimiento, engrandeciendo su aspiración, instruyéndola y colocándola en el lugar que le pertenece, en el puesto que le corresponde.

Si el hombre es la cabeza visible de la familia, la mujer indudablemente es el corazón, y entre éste y el cerebro existen relaciones tan íntimas que para vivir un cuerpo se necesita que funcionen unísonos la cabeza y el corazón.

¿Se ha educado de igual manera al hombre y a la mujer? No. El primero se ha iniciado en todas las ciencias, la segunda ha vivido relegada al olvido, no enseñándole otra cosa que las faenas domésticas y sencillas labores para entretener sus ocios.

¿Quiénes han sido los maestros del hombre? Muchos y variados, desde el indocto y crédulo teólogo, hasta el sabio y escéptico materialista.

¿Y quién ha sido el encargado de educar a la mujer? En la era cristiana el sacerdote católico, ¿Y ha cumplido éste bien su cometido? Sí, y no. Sí porque ha hecho de la mujer un dócil instrumento de sus ardides, encerrándola en el estrecho círculo de la más supina ignorancia, sirviendo así a los intereses de la iglesia católica apostólica y romana. Y al mismo tiempo, no ha sabido ser buen maestro porque no ha hecho de la mujer un ser inteligente y digno que pudiera colocarse a la altura del hombre en la vida social. El sacerdote no ha servido más que a su iglesia, pero no al progreso universal.

¿Puede vivir la mujer en nuestra época del modo que vive hoy? No, está fuera de su centro, porque el centro de la mujer racional no debe ser el templo y el confesionario. Su templo debe ser su hogar, el confesor su marido, su padre o su hermano (si no tiene madre), su culto el cuidado prolijo de su familia, sus lecturas no El año Cristiano, ni La Llave de Oro, ni El camino más corto para llegar al cielo, sino la Historia Universal y los tratados de Geografía, de Astronomía, de Botánica.

Debe leer todo cuanto le ponga en relación con el adelanto intelectual y moral de su tiempo. La vida de hoy no es la vida de ayer, por consiguiente hay que ajustarse a las circunstancias y a las exigencias naturales de una nueva civilización.

Todas las religiones han sido útiles en su principio, porque todas han señalado un paso de avance en la marcha progresiva de la humanidad. Las escuelas filosóficas científicas han ido más lejos, y los libros de texto de las religiones ya no son suficientes para instruir a las generaciones contemporáneas. Son la cartilla primitiva, el catecismo infantil con sus cándidas definiciones, absolutamente insuficientes para el progreso de los espíritus encarnados hoy en la Tierra.

Y cuando todo avanza, cuando inventos verdaderamente maravillosos convierten al hombre en el genio encantador de la fábula. Cuando con su varita mágica detiene el ímpetu del rayo y hace uso de la electricidad convirtiéndola en poderoso agente que utiliza a su placer.

Cuando perfora las montañas y levanta puentes gigantescos sobre insondables abismos. Cuando lleva la vida y el movimiento a los desiertos infecundos. Cuando canaliza los mares y los hilos telegráficos ponen en comunicación a la gran familia humana. Cuando la imprenta, que es el alma del progreso, difunde su savia por todos los confines de la Tierra. Cuando los astrónomos pretenden ponerse en relación con los habitantes de otros mundos. Cuando los biólogos estudian en las gotas de agua y en las ondas del aire los usos, las costumbres y las propiedades de los infusorios.

Cuando la inmensidad de la vida llena todos los ámbitos del Universo, las religiones con sus oraciones pagadas, sus casas de piedra y sus falanges de hombres y mujeres inútiles, parecen grandes masas inertes del todo innecesarias para el adelanto universal.

¿De qué sirven los sacerdotes y las religiosas? Ellos no forman familia, no toman parte en la lucha incesante de la vida para el bien de la Humanidad, sino que únicamente trabajan para sí, haciendo el trabajo de los topos. Estos mamíferos, carnívoros e insectívoros, viven  en galerías que construyen en tierra, y causan mucho daño a los árboles, royéndoles las raíces y cortándolas para hacer sus madrigueras. Pues idéntico trabajo hacen los servidores de la iglesia católica con el árbol gigante del progreso. Siendo sus fieles aliadas, las mujeres educadas en los conventos, en los beaterios, y en todos los colegios dirigidos por madres que no han sentido los santos dolores de la maternidad.

No se crea por esto que nosotros deseamos la supresión de esas asociaciones religiosas, ni aprobamos la demolición de ningún templo, ni el ultraje inferido a ninguna imagen venerada por la ley de la costumbre. No. Para nosotros la religión católica es la nodriza de las generaciones que han ido encarnando en la Tierra hace diecinueve siglos. Y así como respetamos la historia y los libros sagrados de todas las religiones que antes de la venida de Cristo educaron a las muchedumbres que llenaban las ciudades de Egipto y de la India, así respetamos a la religión católica apostólica romana, con su Dios hecho hombre, su virgen inmaculada, sus apóstoles evangelizando a los pueblos y sus santos martirizados, que religión sin mártires es un árbol sin fruto.

Creemos que el presente nunca debe hostilizar el pasado, porque se hiere a sí mismo, siendo además una lucha innoble…¿Qué diríamos si viéramos luchar a un coloso con un pigmeo? Diríamos que no procedía con nobleza el gigante puesto que su pujanza era superior a la debilidad de su contrario.

Pues en iguales condiciones está el pasado y el presente. El ayer es el anciano enfermizo y débil, achacoso y fatigado. Y el presente es el joven robusto y lleno de vida inspirado por el genio del progreso. Mas si bien no queremos una lucha de mala ley, ni aprobaremos jamás que se emplee la fuerza bruta para destruir ningún santuario ni se profanen los lugares que los creyentes conceptúan sagrados, creemos que cumplimos con un deber contestando y enseñando la moral cristiana a los sacerdotes que desde sus púlpitos hablan en contra del progreso y de la escuela filosófica a que pertenecemos.

Odiamos la razón de la fuerza, pero rendimos culto a la fuerza de la razón. Y cuando la intolerancia religiosa quiere imponer su ley, cuando los sacerdotes anatematizan el progreso, cuando niegan la verdad de hechos innegables, o los atribuyen a influencias satánicas, cuando procuran hacer lo blanco negro, y lo negro blanco, entonces salimos a su encuentro y les decimos:

No alteréis la verdad con vanos sofismas, no neguéis lo que es innegable, no atribuyáis al fabuloso Satanás lo que es obra de Dios.

La comunicación de los espíritus es tan cierta y tan evidente como dos y dos son cuatro, como es verdad que el Sol nos alumbra. Es una manifestación de la vida universal, que se ha hecho del dominio de muchos lo que ayer era solamente conocido por los iniciados en los grandes misterios de los santuarios. Y si bien los sacerdotes están en su derecho al defender sus intereses procurando retener a las mujeres en la más profunda ignorancia para que hagan el trabajo de los topos. Los apóstoles del progreso universal no podemos permitir el estacionamiento de la mujer. No iremos a arrancarla violentamente de su oratorio ni tocaremos un  solo cabello de sus vírgenes, de sus cristos y de sus santos, pero sí les diremos cuando los sacerdotes insultan a los espiritistas, que en el estudio del Espiritismo encontrarán la luz y la verdad, que la revelación ultraterrena es la prueba evidente de la justicia divina.

Tenemos obligación de hacerlo así, porque es obra de misericordia enseñar a quien no sabe.

Y las mujeres católicas gimen en la triste esclavitud. Para ellas el siglo XIX no existe con su aureola de luz, para ellas el ángel del progreso no bate sus alas de oro, para ellas su propia razón es un volcán apagado, para ellas la libertad es un nombre sin valor, y Dios una figura raquítica con odios y rencores, y elegidos y predestinados y toda la cohorte de absurdos que la razón tiene que rechazar.

Y considerando que las mujeres son las primeras figuras de la Humanidad, porque son las que educan a los hombres del porvenir, es necesario educarlas, instruirlas, conducirlas por la vía del progreso para que no sean una rémora en el adelanto universal, sino que muy al contrario, se convierta su apatía en entusiasmo, y unidas al hombre por triples lazos, le impulsen a realizar todos los actos grandes y sublimes que puedan granjearle la admiración de los pueblos y la eterna gratitud de la posteridad.

¡Mujeres del mundo! Al enviaros hoy las impresiones y los comentarios que hemos hecho sobre los sermones de un entendido escolapio y un célebre jesuita, lo hacemos con el noble afán de ilustraros y de haceros conocer la verdad suprema que las religiones se obstinan en ocultar dentro de sus santuarios, imponiéndoos sus sacerdotes una obediencia que os sepulta en el antro del error y en el caos de la ignorancia.

Leed sin prevención nuestras consideraciones, sin tergiversar su sentido. No olvidéis que no ridiculizamos ni nos mofamos de vuestras creencias, ni de la adoración que rendís a vuestros ídolos, porque toda oración es sublime cuando se pronuncia con noble intención y buena voluntad.

Rezad en buena hora al pie de los altares pidiendo a la madre de Jesús que os inspire. La figura de María es dulce y conmovedora e indudablemente hay razones muy poderosas para que las mujeres la amen y la consideren como la mejor intercesora cerca del mártir del Gólgota. María cruzó ¡La calle de la Amargura! ¡María apuró el cáliz del dolor! María lloró en su soledad la ingratitud y la ignorancia de un pueblo fraticida… Y son tantas las madres que han llorado al pie del cadalso de sus hijos, sin tener quien las haya consolado en su amarga soledad… que por simpatía, por analogía de sufrimientos, tienen que amar a  la madre de Jesús todas las mujeres. Y especialmente aquellas que tengan en su historia páginas escritas con la tinta indeleble del dolor.

El Espiritismo respeta todas las religiones, por eso tiene derecho a exigir el respeto y la consideración de las mismas.

Con la medida que mide quiere ser medido.

Por eso cuando los sacerdotes le ridiculizan y niegan la pureza y la verdad de sus enseñanzas, los espiritistas racionalistas tenemos obligación de decirles que los que hacen el trabajo de los topos son muy dignos de lástima, pues por muchas raíces que procuren romper del árbol del progreso, éste crece cada día más frondoso y más lleno de savia. Que en cumplimiento de las leyes naturales, los cuerpos caen del lado que se inclinan, y en la gravitación universal, el oscurantismo de las religiones será atraído por otros planetas más atrasados que la Tierra. Y el progreso, que es Luz, irá a unirse a otros focos luminosos que irradian en mundos más adelantados que el globo terráqueo. Que es inútil su empeño de truncar las leyes de la Naturaleza (sabias e inmutables, como la Causa de que proceden), porque no conseguirán que un solo átomo deje de girar dentro de la órbita que le pertenece.

Que el deber de las religiones es asociarse al adelanto universal. Y si en uso de un libre albedrío prefieren el estacionamiento, que no intenten atraer a su esfera las ondas luminosas del progreso, porque lo que es contrario a la ley de progresión eterna no se realizará jamás.

He aquí lo que nosotros le decimos a la religión católica en nuestros comentarios. Leedlos, mujeres de Cienfuegos, estudiadlos y su sencilla lectura quizás os conduzca a estudiar las obras fundamentales del Espiritismo, en las cuales encuentran los sabios y los ignorantes la síntesis de la verdad suprema, la demostración matemática de la grandeza del Universo, la admirable justicia de Dios que no tiene más que un solo mandamiento en su Código eterno: No hagas a otro lo que no quieras para ti.

He ahí la religión de todos los tiempos, la moral universal de todos los pueblos, la ley promulgada en el instante supremo que las humanidades invadieron los mundos, que irradian en las noches tranquilas en las inmensidades del espacio.

Ley falseada por las religiones, ley olvidada por los explotadores de la credulidad, ley que ninguna religión ha cumplido, porque de cumplirla (especialmente la religión católica), hubiera perdido sus diezmos y primicias, sus regalías y sus falsos derechos sobre la vida y hacienda de sus fieles.

¡Ay! ¡Cuánto daño ha hecho a la humanidad la religión católica! Por ella el fanatismo y la superstición se apoderaron de los pueblos cristianos, y lo que era luz y verdad fue sombra y mentira, lo que era tranquilidad y reposo fue inquietud y sobresalto, y lo que era alegría y bienaventuranza fue persecución y muerte. ¡Ah, religión católica! ¡Tu historia es horrible!… Pero como luchar con los vencidos no es noble, por eso te compadecemos y deploramos que tan mal hayas empleado tu tiempo, que habiendo tenido en tus manos todos los gérmenes de la vida, tu codicia insaciable los ha convertido en muertas cenizas.

¡Asóciate al progreso! Para Dios nunca es tarde.

¡Deja de acaparar riquezas en la Tierra,

y adquiere con tus virtudes heredades en los cielos!

 

¡Avanza, religión! Recuerda a Cristo

que como fundador le proclamaste,

y a su divina sombra levantaste

la sacrosanta enseña de la fe.

Abandona tus tétricas mansiones

donde gimen las almas pecadoras,

sin esperar en sus horribles horas…

Que Dios mitigue su espantosa sed.

Olvida el anatema que es injusto,

y deja el purgatorio que es mezquino,

y rinde culto al Hacedor divino

en el inmenso altar de la Creación.

Huyó el oscurantismo de la Tierra,

no quieras en tus brazos retenerle,

que el progreso en la lucha ha de vencerle,

¡Y quedarás vencida, religión!

¿Por qué te empeñas en cerrar los ojos?

¿Por qué no miras el azul espacio?

¿Por qué prefieres sepulcral palacio

donde la sombra reina por doquier?

¿No sabes que el imperio de la sombra

cesa cuando los soles centellean?…

¿No sabes que las ciencias te rodean

y ante la ciencia muere tu poder?

¡Avanza, religión! De tu pasado

olvida los fatídicos horrores,

y adora los divinos resplandores

que sobre el genio lanza la razón.

¡Razón sublime! Luminar del mundo

que con tu aliento los espacios llenas.

¡Tú has roto del esclavo las cadenas!

¡Tú eres la verdadera redención!

¿Qué son ante  tu lógica los hechos

que relatan antiguas tradiciones?

¿Qué son las engañosas religiones

ante la hermosa luz de tu verdad?

¡Ah, religión católica! Si quieres

prolongar tu existencia, ¡Tiende el vuelo!

Pide a la ciencia luz para tu cielo,

pide a la compasión su caridad.

No quieras erigirte en salvadora

porque tú ya ni salvas ni condenas,

que la mujer ha roto sus cadenas

y con ella has perdido tu poder.

Libres como las águilas del cielo

las mujeres avanzan (¡Ya era hora!)

que ha sido la razón su redentora

y a ella rendirá culto la mujer.

Sí, religión católica, no dudes

en seguir por la senda del progreso,

arráncate el capuz del retroceso

y pídele a la ciencia inspiración.

Y entonces serás grande, ¡Prepotente!

¡Entonces tu misión será el consuelo!

¡Entonces tú serás la hija del cielo!

¡Entonces tú serás la redención!

Mas si te obstinas en seguir negando

la luz que en los espacios centellea,

si no concibe tu mezquina idea

que el progreso es la fe del porvenir,

al cubrirte el sudario de los siglos,

el tiempo (como todo lo derrumba)

no dejará de tu marmórea tumba

ni piedras que recuerden tu existir.

En tanto que la ciencia omnipotente

extendiendo su vuelo por los mundos,

difundirá los gérmenes fecundos

de gloria, de progreso y libertad.

¡Ella será la religión del hombre!

¡Ella será la fe del alma herida!

¡Ella será la ciencia de la vida

y la esplendente luz de la verdad!

¡Avanzad, religiones del pasado!

Si queréis existir eternamente

enlazaos a la vida del presente,

y de sus adelantos id en pos.

¡Ciencia, Amor, sentimiento generoso!

¡Plegarias de las almas doloridas!

Unamos tantas fuerzas esparcidas

y nuestro acento llegará hasta Dios.

¡Dios justo! ¡Dios eterno! ¡Dios potente

que vives en la gran naturaleza!

Si a los débiles das la fortaleza

con la divina esencia de tu ser,

yo te pido, Señor, que de tu aliento

envíes un soplo a mi marchita frente,

que quiero trabajar ardientemente

para la redención de la mujer.

Yo quiero que te adore, que en Ti ame

la hermosa luz de tu razón suprema,

que no espere temblando tu anatema

porque tú eres raudal de inmenso amor.

¡Inspírame, Señor! Que mi voz vibre

por siempre en los espacios infinitos.

¡Yo quiero redimir a los proscritos

que gimen en los antros del dolor!

Yo quiero en el gran siglo diecinueve

de tu palabra ser la mensajera,

yo quiero a la mujer decirle: ¡Espera!

Que el infinito tienes ante ti…

¡Inspírame Señor! Como inspiraste

a los que por tu amor profetizaron.

¿Alcanzaré lo que ellos alcanzaron?

Y oigo una voz que me responde: “Sí”.

Dios escucha la voz de los que imploran,

difundid en los mundos las verdades:

profetas hubo en todas las edades,

satélites del sol de la verdad.

¡Tú profetizarás! ¡Gracias, Dios mío!

Porque tu luz a mi cerebro envías. (…)

Si quieres alcanzar mejores días,

¡Avanza en tu progreso, Humanidad!

 

 

Amalia Domingo Soler

La luz del Futuro