
CAPÍTULO II
DIOS
EXISTENCIA DE DIOS
1. – Siendo Dios la causa primera de todas las cosas, el punto de partida de todo, el eje sobre el que reposa el edificio de la creación, es el punto que importa considerar antes que nada.
2. – Es principio elemental que se juzgue una causa por sus efectos, aun cuando no se vea la causa.
Si un pájaro, en pleno vuelo, es alcanzado por una bala mortal, se juzga que un hábil tirador lo hirió, aunque no lo veamos. Entonces, no siempre es necesario haber visto una cosa para saber que existe.
En todo, por la observación de los efectos se llega al conocimiento de las causas.3. – Otro principio también elemental, pasado al estado de axioma, a fuerza de ser verdad, es que todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente.
Si se preguntase quién es el constructor de tal ingenioso mecanismo ¿qué se pensaría de la persona que respondiese que se hizo por sí mismo? Cuando se ve una obra maestra, obra de arte o de industria, se dice que debe ser producto de un hombre de genio, porque una gran inteligencia debe haber presidido su concepción; se supone, sin embargo, que un hombre debió hacerlo, porque se sabe que la cosa no es superior a la capacidad humana, pero a nadie se le ocurrirá decir que salió del cerebro de un idiota o de un ignorante, y menos aún que sea el trabajo de un animal o el producto de la casualidad.4. – Por todas partes se reconoce la presencia del hombre por sus obras. La existencia de hombres antediluvianos no se probaría solamente por los fósiles humanos, sino, también con igual certidumbre, por la presencia en los terrenos de esa época, de objetos trabajados por los hombres; un fragmento de vaso, una piedra tallada, un arma, un ladrillo bastarían para atestiguar su presencia.
Por lo grosero o acabado del trabajo se reconocerá el grado de inteligencia y adelantamiento de los que lo realizaron.
Pues, si encontrándoos en un país habitado exclusivamente por salvajes, descubrierais una estatua digna de Fidias, no vacilaríais en decir que, siendo incapaces los salvajes de producirla, debe ser obra de una inteligencia superior a la de los salvajes.
5. – ¡Pues bien!, mirando alrededor de sí, o sobre las obras de la Naturaleza, observando la previsión, la sabiduría, la armonía que preside todo, se reconoce que no hay ninguna que no sea superior al más alto alcance de la inteligencia humana. Puesto que el hombre no puede producirlas, es porque son el producto de una inteligencia superior a la Humanidad, a menos que se diga que hay efectos sin causa.
6. – A este razonamiento: algunos oponen el siguiente:
Las llamadas obras de la Naturaleza son el producto de fuerzas naturales que actúan mecánicamente, a consecuencia de las leyes de atracción y de repulsión; las moléculas de los cuerpos inertes se agregan y se disgregan bajo el imperio de esas leyes.Las plantas germinan, brotan, crecen y se multiplican siempre del mismo modo, cada una en su especie, en virtud de esas mismas leyes; cada individuo es semejante a aquel de quien procede; el crecimiento, la florescencia, la fructificación, la coloración, están subordinados a causas materiales, tales como el calor, la electricidad, la luz, la humedad, etc.
Ocurre lo mismo con los animales. Los astros se forman por la atracción molecular, y se mueven, perpetuamente, en sus órbitas, por efecto de la gravitación. Esa regularidad mecánica, en el empleo de las fuerzas naturales, no denota una inteligencia libre.
El hombre mueve su brazo cuando quiere y como quiere, pero quien lo moviera en el mismo sentido, desde su nacimiento hasta la muerte, sería un autómata; por tanto, las fuerzas orgánicas de la Naturaleza son puramente automáticas.
Todo esto es verdad; mas, esas fuerzas son efectos que deben tener una causa y nadie pretende que ellas constituyan la Divinidad.
Son materiales y mecánicas, no son inteligentes por sí mismas, y eso es también verdad; pero son puestas en acción, distribuidas, apropiadas para las necesidades de cada cosa, por una inteligencia que no es la de los hombres. La útil apropiación de esas fuerzas es un efecto inteligente que denota una causa inteligente.Un péndulo se mueve con automática regularidad, y es esa regularidad lo que le da su mérito.
La fuerza que lo hace actuar así es toda material y nada inteligente; pero, ¿qué sería de ese reloj si una inteligencia no hubiese combinado, calculado, distribuido el empleo de esa fuerza para hacerla marchar con precisión? ¿Del hecho que la inteligencia no esté en el mecanismo del reloj, y que no esté a la vista, sería racional concluir que no exista?
Se juzga de ella por sus efectos.
La existencia del reloj atestigua la existencia del relojero; la ingeniosidad del mecanismo atestigua la inteligencia y el saber del mismo. Cuando el reloj os dé, en el instante apropiado, la información que necesitáis, jamás le vino a nadie la idea de decir: He aquí un reloj muy inteligente.
Ocurre lo mismo con el mecanismo del Universo; Dios no se muestra, pero se afirma por sus obras.7. – La existencia de Dios es, por tanto, un hecho demostrado, no sólo por la revelación, sino también por la evidencia material de los hechos.
Los pueblos salvajes no tuvieron revelación, y sin embargo, creen, instintivamente, en la existencia de un poder sobrehumano; ven cosas que están por encima del poder humano y concluyen que provienen de un ser superior a la Humanidad.
¿No son más lógicos que quienes pretenden que ellas se hicieron solas?
LA GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO
ALLAN KARDEC