
Si el Centro Espírita fuese bien comprendido por los espiritistas y estos se sintieran capaces de reconocer lo que en realidad es, cual es su función y el trabajo que deben de realizar, el Espiritismo ya sería hoy la filosofía espiritual más importante del planeta.
La expansión del Espiritismo debe ser incesante, con un ritmo modernizado y actual, siguiendo el progreso de la humanidad y los avances de la ciencia. La más importante misión que deben realizar los espíritas es el esclarecimiento de las mentes humanas, para que puedan adaptarse a un futuro mejor, asumiendo nuevas responsabilidades. Pero lo que hoy día se está haciendo es todo lo contrario, se está iglesificando el Espiritismo, está siguiendo el camino de las religiones ya superadas y decadentes; por todas partes se forman grupos fanáticos, ignorando la realidad actual en lugar de estudiar en pro de su propia transformación, imprescindible para ser un componente más del Espiritismo dinámico y luminoso del futuro.
El espírita se empeña en estacionarse en las ideas iniciáticas del pasado, ya superadas por la realidad actual. Yo personalmente desaconsejo las reuniones espíritas en las que por el sistema de la oración, ven la luz y la dan por todas partes, y al mismo tiempo suplican como mendigos la ayuda del mundo espiritual. De esto se deduce que no se asiste a estas reuniones para estudiar la doctrina y romper la telaraña del fanatismo religioso. La mala interpretación religiosa que aún se da a la doctrina espírita, ha creado una mentalidad de dóciles ovejas.
Esta clase de centros espíritas se ha convertido en una especie de sacristía laica, en la que personas ignorantes se convierten en guías y profesores de otros, indicándoles el camino del cielo.
Muchas asociaciones que en un principio se inician con una idea espírita bien encauzada, al fin se dejan influenciar por espíritus, fanáticos de las religiones que pronto transforman el centro en un grupo de oración y plegaria; en estas asociaciones, las oraciones y las lecturas religiosas son los temas preferidos.
Estas oraciones y lecturas son muy necesarias pero hay que hacerlas en la casa de cada uno, diariamente, con la intención de que cuando se llegue al centro espírita ya se esté preparado para iniciar el estudio esclarecedor para nuestra mente, e instrucción para nuestro Espíritu.
Nuestra pobre mentalidad quedó marcada por el carácter eclesiástico, y ahora con el estudio lógico, claro y racional de la doctrina espírita que es el consolador que nos prometió Jesús, debemos esforzarnos en romper la gran dependencia que nos envuelve, liberando nuestra mente de las sombras del fanatismo religioso, para conocer la verdad, ver la luz y ser libres.
Allan Kardec siempre se manifestó contra la creencia fanática y contra la fe ciega e incoherente. Los espíritas no podemos estacionarnos; el conocimiento de un espírita tiene que renovarse continuamente, siguiendo el progreso de la humanidad.
La mente humana que se estaciona está muerta, cada día el plano espiritual revela una imagen más amplia del gran misterio que lo envuelve. El espírita debe tener su mente en condiciones de recibir todas las nuevas revelaciones que le lleguen de los espíritus.
Algunos espíritas con su actitud clerical confunden a una parte de nuestro pueblo, que aún está influenciado por una formación religiosa que ya debería haber superado y que el Espiritismo siempre combatió.
Los Evangelios de Jesús nos enseñan que debemos de orar y vigilar, nos recomiendan el amor, la bondad y la humildad, pero no nos aconsejan vivir de oraciones aparentando una humildad fingida, queriendo dar una imagen que está muy lejos de la realidad. El orgullo, la arrogancia y la ambición, revelan la verdadera personalidad del ser humano. Jesús nos dijo: “no os dejéis engañar, porque el árbol se conoce por el fruto que da”.
La doctrina espírita es una llamada a la conciencia del ser encarnado para recordarle su deber y compromiso, asumidos en el mundo espiritual y que la ley superior exige su cumplimiento para que la evolución del Espíritu no se estanque. En la actualidad, la mayoría de los espíritas no han comprendido aún que están en un punto intermedio, entre el plano celeste y el material, que han superado muchas debilidades que todavía dominan a la generalidad de los seres humanos. Así que el espírita está en condiciones de elevarse al plano espiritual, pero el estar preparado no significa que esté dispuesto a dar el paso.
Esto dependerá de la comprensión doctrinaria que posea, de la voluntad y firmeza en su convicción para conseguir su transformación interior, con la que asumirá responsabilidades nuevas, con una dedicación total sin reparar en los sacrificios que para ello tenga que hacer.
Yo no soy antirreligioso, soy cristiano. Hace muchos años ofrecí mi vida a Jesús, y desde entonces soy un humilde servidor de Él. Hago esta aclaración para que no sean mal interpretadas mis palabras. Para mí el Espiritismo es una religión sin fanatismos, sin adoraciones y sin falsas interpretaciones, ésta es la religión de Jesús. Y Él nos dijo: “si quieres seguirme, ofréceme tu vida, como yo te ofrecí la mía”. ¿Esto se puede hacer? Yo os digo que sí, porque yo lo hice hace cuarenta y siete años y lo he cumplido hasta hoy con mucha felicidad.
Nosotros, los habitantes de este planeta, nos creemos que somos los seres más perfectos e inteligentes de nuestro Universo y los únicos habitantes que existen en él. El orgullo nos impide ver nuestra insignificancia y pequeñez. La grandeza del espacio estelar donde se agita la comunidad de todos los sistemas, es demasiado profunda para que se pueda aplicar la más mínima definición, con las mezquinas fórmulas que se tienen aquí en la Tierra.
En la inmensidad del infinito, el Sistema Planetario Solar es de una excesiva simplicidad y constituye un aspecto muy pobre de la Creación. En nuestra vecindad estelar, encontramos a Capella, que es una estrella 5.800 veces mayor que nuestro Astro solar, y sin olvidar que la Tierra por su parte, es 1.300.000 veces menor que nuestro Sol. Con estos datos podemos tener una idea aproximada de lo que realmente somos, dentro de la inmensidad que nos rodea. ¿De qué presumimos entonces?, ¿por qué tanto orgullo, soberbia y egoísmo?, ¿dónde está nuestra superioridad?
Yo no soy quién para aconsejar a nadie pero sí me atrevo a decir que seamos más humildes, que controlemos nuestros hábitos de vida, que enseñemos los consejos de aquellos seres superiores que sólo desean nuestro bien espiritual, porque nuestro bien material es una dependencia de nuestra propia conducta. El Espiritismo en sus bases tiene establecido un principio religioso, que nos pone como prototipo a imitar y a seguir, como máximo exponente de elevación espiritual, a Jesús.
Los centros tienen la obligación de transmitir este principio evangélico que es el único y auténtico que Jesús enseñó.
También en los centros espíritas, se debe estar vigilante, porque hay muchos espíritus fanáticos que aún persisten en sus medievales creencias religiosas y no pierden la oportunidad de influenciar a todos aquéllos que practican la mediumnidad en los grupos bien intencionados, pero que se dejan engañar por estos astutos y farsantes religiosos. No debemos creer en todo lo que nos dicen los espíritus y sí tenemos que analizar detenidamente todas sus comunicaciones.
La necesidad inmediata de todos los espíritas es la instrucción, con un estudio profundo de las obras espíritas, sin estacionarse en el pasado, actualizando siempre el conocimiento adquirido, dirigido hacia el futuro. La tarea principal de cada uno de nosotros es que nuestra propia iluminación sea permanente y ascendente. Los fenómenos mediúmnicos despiertan al Espíritu adormecido en la carne, pero no encienden las luces interiores que solamente conseguimos que alumbren a costa de un gran esfuerzo, trabajo y renuncia individual.
Es muy difícil formar un grupo y mantenerlo en una línea ascendente y progresiva introduciendo como objetivo principal el estudio profundo de la doctrina, con el serio compromiso de aplicar estos conocimientos a nuestra forma de vida.
Los espíritas sinceros deben comprender que no basta creer en el fenómeno o en la veracidad de las comunicaciones con el mundo espiritual. Es mucho más importante el esfuerzo, el trabajo, la serenidad ante las pruebas de la vida y el autosacrificio a favor de nuestros semejantes y del trabajo que se realiza. Esto fortalece a nuestro Espíritu y da un buen ejemplo a seguir a todos aquéllos que confían en nosotros.
Hay muchas agrupaciones espíritas que se forman y trabajan sólo con el propósito de adoctrinar y dar luz a los espíritus perturbados del plano invisible, sin querer darse cuenta de que están más necesitados de esa ayuda los encarnados que los desencarnados. Debemos reconocer que hay muchos espíritus sufriendo en las esferas más próximas a la Tierra, pero ese sufrimiento que inevitablemente tienen que soportar, es una consecuencia del sistema de vida que ellos quisieron vivir. Y yo me pregunto: ¿qué es más sensato, ayudar al enfermo cuando aún tiene posibilidad de cura o esperar a darle el tratamiento cuando es inútil porque la enfermedad es irreversible?
Yo no soy insensible a los sufrimientos que padecen nuestros hermanos del espacio, pero todos conocemos las leyes divinas y también sabemos que si faltamos a ellas sufriremos sus consecuencias. Entonces insisto en que es preferible ayudar al Espíritu cuando aún está encarnado, porque si quiere puede rectificar el rumbo de su vida.
Muchos estudiosos de la doctrina espírita, se alejan de estas reuniones cuando comprueban que ya no se hacen los habituales fenómenos mediúmnicos. Los que de esta manera se comportan testifican por sí mismos su plena incapacidad para el verdadero trabajo del Espiritismo. Si prefieren antes del trabajo de su propia iluminación, las emociones que les proporcionan las comunicaciones con el mundo sufridor, es mejor que se aparten por algún tiempo de los estudios serios de la doctrina y no asuman ningún otro compromiso.
La comprensión de lo que es en realidad la doctrina espírita, aún no está lo suficiente desarrollada en su mundo interior, y es natural que prosigan realizando experiencias en otros campos distintos, pero esto sí, corren el peligro de estacionarse y lo que es peor, obcecarse en torno al fenómeno de las manifestaciones en todas las reuniones, siendo manipulados y engañados por espíritus indeseables.
Hay personas que acuden a un centro espírita solicitando la comunicación con un familiar querido, después de su muerte, y muchas veces, erróneamente se atiende a su pedido. Esto nunca se debe hacer, con esta ignorante actitud se atrae una influencia negativa sobre el grupo de espíritus burlones que engañan y contaminan el ambiente del centro. En estos casos, el espírita bien preparado para realizar su trabajo, debe aconsejar que busque la consolación sentimental refugiándose en su propia fe, la que debe consolar íntimamente su corazón.
No es bueno provocar o forzar la comunicación con los espíritus desencarnados. Además de no saber en qué situación se encuentran en su nuevo estado en el mundo espiritual, también hay que pensar si el que lo solicita tiene merecimiento para ello.
La comunicación con los espíritus debe ser espontánea y el verdadero espírita tiene que encontrar en su fe y conocimiento las facultades necesarias para solucionar los problemas humanos.
Muchas personas acuden también a los centros espíritas pidiendo ayuda porque se sienten perseguidas por espíritus negativos. La persecución de espíritus sufrientes y perturbados se justifica hasta cierto punto, debido a las pruebas redentoras que se tienen que sufrir, como consecuencia de nuestro pasado, pero los que reclaman ayuda por asedio que sufren de esas fuerzas negativas del mundo inferior; deberían consultar antes su propio corazón, a fin de comprobar si el espíritu perturbador no está en ellos mismos.
Hay un terrible obsesor del hombre, que se puede detectar muy bien, y se le conoce como: orgullo, vanidad, holgazanería, avaricia, ignorancia, mala voluntad… y conviene analizar si no está siendo víctima de esas energías corruptoras que muchas veces habitan en el interior de él mismo, cegándolo para que no vea su propia realidad. Contra tales elementos destructivos es necesario un cambio de conducta moral que está marcado y se encuentra en el trabajo, la fe, el esfuerzo, la renuncia, la buena voluntad, la humildad…
Con el Espiritismo se estimula la transformación interior de las criaturas, para que sean más esclarecidas y con esto dotarlas de una mente más lúcida y un corazón más puro. El espírita debe mantener un comportamiento, dentro de unas normas naturales al respeto humano. Su conducta debe servir de ejemplo a sus semejantes; practicando las buenas acciones con bondad y sinceridad, se ganará el respeto de los demás.
La incapacidad humana para seguir las enseñanzas del Maestro Jesús llevó al cristianismo a los peligrosos extremos que sólo Allan Kardec supo rechazar, estableciendo el equilibrio en la balanza con el buen sentido.
Los espíritas no pueden oscilar entre el extremo de la arrogancia criminal, y el extremo de la cobardía disfrazada de humildad, que siempre calla y cede ante los insolentes agresores.
Siempre tiene que existir un límite para la tolerancia; los espíritas no somos ovejas que se dejan conducir sin saber donde son conducidas.
Somos librepensadores que sabemos de donde venimos y adonde vamos, promovemos y defendemos nuestros principios porque conocemos la verdad y nadie nos puede engañar.
Ya es tiempo de comprender que estamos aquí en la Tierra para conquistar y conseguir nuestra evolución espiritual, sin inclinarnos atemorizados ante las embestidas de la impostura.
La figura de Jesús está trazada con rasgos fuertes, su coraje para encarnar en la Tierra y enfrentarse a los poderes del mundo como hombre, su valentía para condenar a los poderosos del Templo y entregarse al sacrificio de la cruz, para enseñar a los hombres la gloria de morir por la verdad.
Este ejemplo nos debe servir de guía, si en verdad queremos seguirlo.
José Aniorte Alcaraz
Elucidaciones Espíritas
9 julio, 2020