Un lecho de floresEn la vida íntima de la familia, la desobediencia es una de las plagas que caen sobre la paz doméstica, de tan funestas consecuencias, de tan trascendentales efectos,que muchas alteraciones del orden social son debidas a la desobediencia de los niños; porque estos crecen, creciendo con ellos el germen de una libertad mal entendida, de una emancipación estemporánea, y todo lo que no sigue su curso natural da fatales resultados.

La generalidad de las mujeres tienen hijos, pero de cien, sólo una sabe ser madre.
El cariño de las madres no debe consistir únicamente en satisfacer los caprichos más insignificantes de sus hijos y reírse, celebrándoles la gracia, cuando estos en su tierna edad se niegan a obedecer sus mandatos.

El no quiero del niño voluntarioso, es la primera piedra que colocan sus padres en la tumba de su felicidad. El hombre que no obedece en su infancia a los autores de sus dias, no obedecerá mañana a sus maestros, ni más tarde a sus jefes y directores, y por último, ni a las leyes sagradas del Estado; y así se forman esas falanges de ciudadanos descontentadizos y revolucionarios; polilla de la sociedad, que nada les satisface, ni nada les sirve, para formar un plan de vida tranquilo y honrado.

La mujer que en su niñez desobedece a sus padres y a sus maestros, mas tarde desobedecerá a su marido, y cuando la mujer se emancipa y no guarda el debido respeto al protector que las leyes divinas y humanas le concedieron: ¿qué es entonces la mujer?…El ente mas despreciable de la tierra, por que la mujer no vale mas que lo que ella se hace valer.

En general las mujeres no tienen (especialmente en España) grandes conocimientos ni en las artes, ni en las ciencias, ni en ninguno de los ramos del saber humano, y si no es dócil, humilde, cariñosa y condescendiente, ¿qué le queda entonces a la mujer?
El coquetismo.
La frivolidad.
La murmuración.
Y la envidia con todas sus terribles consecuencias, que llegan á veces hasta el crimen, por que la estafa y el adulterio crímenes son.

Tal vez nos dirán, que los grandes hombres han sido en su infancia revoltosos y desobedientes; declarándose independientes desde la mas tierna edad.
No lo negaremos, pero desgraciadamente los grandes hombres escasean, y aun estos pueden ser grandes y no ser buenos.
¡Cuántos hombres han dirigido los destinos del mundo y han brillado los unos por su pericia militar, los otros por su maquiavelismo político, estos por sus principios económicos administrativos, aquellos por su decidida protección á las artes y á la industria, y en la vida íntima han sido tan pequeños que se les puede calificar a muchos de ellos de miserables y malvados.

Napoleón 1.°,el segundo César del mundo…. ¿quién le negará su grandeza?
Nadie se atreverá a disputársela.Necio fuera quien tal intentara: mas en su vida doméstica, ¿cumplió con sus deberes de hombre honrado?
La historia cuenta que no los cumplió.

Mirabeau fué uno de los primeros tribunos de la Francia.Una de las grandes figuras de la tierra de los galos; pero dicen… ¿que dicen?… que su vida privada no fué nada edificante.
Quiérense luego atenuar las faltas, diciendo que los genios no se paran en esas debilidades, que para ellos la familia es un simple accidente ó mejor dicho un accesorio insignificante.
¡Vano subterfugio!….

El hombre verdaderamente grande lo es en todas las acciones de su vida.
¿Habrá en la tierra quien le niegue á Sócrates el ser el primer filósofo del mundo?
El hombre que en su profunda sabiduría esclamaba:
No se mas que una cosa, y es que lo ignoro todo.
Pues bien, este genio eminente, este reformador cuya memoria vivo á través de los siglos, era un modelo de paz y mansedumbre en la vida íntima, hasta el extremo que sufría resignado el irascible carácter de su esposa, y como prueba cuentan las crónicas que el dia que salió Sócrates de su casa, huyendo de los dicterios de su irritada compañera que ciega de indignación se apresuró a arrojar sobre la cabeza de su marido un jarro de agua,y el gran filósofo se apartó sonriendo murmurando con calma.
Tras de la tempestad vienen siempre los aguaceros, y siguió su camino.
¿Quién más grande hasta nuestros dias que Cristo? no tiene competidor conocido: y sin embargo; ¿ha podido nunca la calumnia, ni aun la de sus mas encarnizados detractores, herir en lo mas mínimo, la pureza y santidad de sus costumbres? no.
El valor intelectual no nos autoriza para degradarnos en lo mas leve en el sentido moral.
Los hombres que no practican lo que predican, no son más que sepulcros blanqueados.
El hogar doméstico es el bosque sagrado, es la Tebaida universal de donde salen todas las sacerdotisas de la familia humana, todos los patriarcas y los profetas.
Es un trabajo muy penoso hacer del niño un hombre, mucho más difícil que hacer del hombre un genio.
Siempre nos ha gustado leer mas en el libro inédito de la historia humana que en los profundos tratados de filosofía.
Las madres de familia son para nosotros las crisálidas que guardan las mariposas de la civilización.
Dice lord Byron: «¿qué suplicio futuro puede igualar a la justicia de un alma que se condene a sí misma?
¡Tiene razón! a cuantas mujeres he visto castigadas por sus propios hijos, habiendo llegado un dia que se han encontrado impotentes para reprenderlos y amonestarlo sufriendo el desvío de aquellos, acompañado a veces de insultos y amenazas que suelen pasar a hechos consumados.

Conocimos hace tiempo a dos familias pobres y desgraciadas: en una de ellas crecía una niña cuyo espíritu indócil, terco y rebelde se empeñaron en hundirlo en el caos sus abuelos con su exagerada condescendencia y mal entendido cariño, haciendo de aquella criatura un ser repulsivo, voluntarioso, desagradable e incorregible.
Los años pasaron, la miseria apremiante y desesperada tendió sus negras alas sobre la familia de la desobediente Laura, las enfermedades se apoderaron de algunos miembros de ella, y aquella insensible criatura no tenia una mirada de ternura, una palabra de cariño, no tenía, en fin, ese tierno interés que tanto necesitan los enfermos, con los desgraciados séres que no habian sabido educarla en los sanos principios del respeto y de la obediencia.
¡Cuan cierto es lo que dice Roque Barcia, que el que siembra vientos recoje tempestades! esto recogieron los espíritus débiles que dejaron crecer en aquella criatura encomendada a su cuidado, todos los malos instintos de la pereza y del mas inerte abandono; y la misma niña sufrió el castigo de su pertinaz desobediencia.
Cuando llegó á la risueña edad de los quince años, realzaba los encantos de su juventud su magnífica cabellera que en dos hermosas y apretadas trenzas caían sobre su espalda cual dos negras serpientes con azulados reflejos.
Nada mas bello, mas infantil y mas agradable que las cabezas de las jovencitas libres de tanto artificio como afea el peinado de las mujeres.
Aquellos cabellos rebosando vida y juventud, aquella belleza positiva y sencilla, es el mejor adorno que puede ostentar una mujer, en la primavera de su vida.
La madre de Laura, comprendiéndolo así, aconsejó á su hija que no dejase su infantil peinado, mucho mas que sus tareas continuadas no la permitían entretenerse en cuidar de su cabellera.
Laura, que, basta que le indicaran una cosa, para que la contradijera abiertamente,se empeñó en peinarse con los caprichos mas complicados, y como tenia tal profusión de cabellos, y ella no obedecía el consejo que le daban de cuidárselos con esmero, sino que solo se ocupaba de combinarlos con mas ó menos arte sin cuidar de la limpieza necesaria, llegó un dia que su cabeza se llenó de una erupción que solo la padecen los desgraciadas séres cuyo desaseo llega al último grado.
Sí; no es un cuento, ni una suposición, no, es una triste verdad.
Aquellas trenzas tan hermosas y tan brillantes se tornaron en sucias marañas, que hubo necesidad de cortar, y separar de aquella cabeza enferma por la mas denigrante dolencia, por la lepra.
Entonces aquella rebelde criatura lloró amargas lágrimas, contemplando sus cabellos mutilados en la edad en que la mujer tiene mas ilusión con su hermosura: justo y merecido castigo de su tenaz desobediencia.
Este es un episodio sencillísimo en comparación de los grandes dramas, de las lúgubres tragedias que pasan en el seno de las familias en que el hombre no obedeciendo a las leyes morales, abandona sus obligaciones, y la mujer mancha el nombre de su marido por no haberla enseñado sus padres a respetarse a sí misma, pero hemos referido el anterior suceso para demostrar que la desobediencia es perjudicial en todos los terrenos de la vida.

La otra familia a que nos referimos se componía de una mujer (madre modelo) con seis hijos que la adoraban y la veneraban como a una santa, y realmente aquella mujer digna y fuerte habia nacido para desempeñar el sacerdocio de la familia, y para sufrir con evangélica resignación los malos tratamientos de su marido.
Sola para atender a la educación y manutención de sus hijos, sufrió todos los horrores de la miseria con un valor digno de las mujeres espartanas.
Aquellas niñas llegaron a la juventud, y siempre humildes y modestas, se consagraban al mas asiduo trabajo para subvenir a las primeras necesidades de la vida; tanta abnegación, tanta virtud, tuvo su merecido premio. Hoy dia dirigen dos colegios de primera enseñanza y todas a porfía colman a su madre de esos tiernos presentes y de esas delicadas atenciones que llenan el corazón de la mas íntima y santa satisfacción, de la mas pura y celeste alegría.
Hoy recoge aquel noble espíritu el fruto de sus trabajos, de su paciencia y de su mansedumbre.
Se experimenta un bienestar indefinible cuando se entra en aquella casa sencilla, elegante, limpia y perfectamente arreglada.
No hay más que una voz, la de la madre; pero ejerce la dulce autoridad del amor, porque ha sabido estudiar el carácter de sus hijos.
Existe el respeto mutuo y la mutua complacencia.
Allí se cumple el divino proverbio de uno para todos y todos para uno.

¡Qué diferencia de esta morada de paz y trabajo, á la sombría casa que habita Laura!
Allí no se encuentra la santa fruición de la familia.
Allí los enfermos gimen solos, sin que nadie vele su intranquilo sueño.
Ahí hay una pobre mártir del trabajo (la madre de Laura) cuyo sacrificio nadie agradece ni recompensa.
Sus hijos duermen cuando la infeliz se va de su casa á ganar el pan, para aquellos que no supo educar.
Sus hijos duermen cuando a la noche vuelve a su desierto hogar.
Y en todos aquellos seres hay algo bueno.
Son minas que no han tenido buenos obreros y por eso no han dado abundante filones.
Nunca nos cansaremos de repetir, que la desobediencia es un vicio del cual no hacemos aprecio, en el que no fijamos mucho nuestra atención; y sin embargo, estudiándole detenidamente se vé que es la zizaña de la tranquilidad doméstica.
El niño que no obedece á sus padres no puede quererlos, porque no los respeta; y el hombre para querer, antes ha de respetar.

Muchos ejemplos se ven, desgraciadamente, de hombres que han llegado á una gran posición social, y se han avergonzado de recibir a su padre delante de sus amigos,porque aquel era un honrado labriego.
El padre por humilde que sea, nunca debe perder su fuerza moral sobre su hijo:
aunque este le aventaje en conocimientos intelectuales.
¿No gritamos todos a porfía que la civilización es la tierra prometida de los pueblos?
¿No decimos con enfático acento que el progreso es el soñado paraíso de los profetas?
Pues bien; nosotros somos los jardineros encargados de sembrar las plantas que producen tan hermosas flores.
Madres de familia! decid como decia la misma escritora Fernán Caballero en una de sus novelas: «Yo prefiero que mi hija sea buena a que sea feliz.»
Sed inflexibles para los caprichos de los niños,y cuidad sobre todo que no sean desobedientes, grabando en vuestra mente esta antigua máxima (anónima) que encierra un gran pensamiento:
«El mas precioso tesoro que un padre puede legar a su hijo, es la educación.»

AMALIA DOMINGO SOLER.
Gracia

Año VIII. Noviembre de 1876. Núm. 11.
REVISTA DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS.