-¡Ay, mamá! Cada día te levantas más tarde, y me impacienta tu tardanza en levantarte.

-Y tú cada día te vuelves más exigente -le dijo su padre-; de nada te sirven los sermones de tu madre.

-Déjale, hombre, no te incomodes -dijo la señora saliendo de su alcoba-; ¿No ves que está muy deseoso de saber qué es la humildad?

-Pues, yo se lo diré enseguida. Mira, hijo mío, la humildad, según el diccionario, es “La virtud que consiste en el conocimiento de la miseria y de la nada humanas, y en obrar conforme a él, reprimiendo el orgullo.

Sumisión, rendimiento. A la humildad se la representa bajo la figura de una mujer que lleva en los hombros un saco y en la mano una cesta con pan, vestida con sencillez y pisando un espejo y algunas joyas”.

-Pues, no me gusta la figura de la humildad.

-Que te guste o no, importa poco; la cuestión es que la humildad es una base sólida de las demás virtudes, porque al hombre que no es humilde le ciega su orgullo, y con el orgullo no se hace nada de provecho, porque el que vale como uno y él se figura que vale como ciento, siempre está descontento del proceder de los demás, y el descontento es la fuente de la envidia, el raudal de los celos, y de los envidiosos no se puede esperar nunca nada bueno.

-Pues, entonces enséñame a ser humilde, mamá.

-Sí, hijo mío; todo mi afán en este mundo es que seas…

-¿Muy rico…?

-No, hijo mío, muy bueno; y los humildes lo son, porque suelen ser agradecidos; reconocen el valor de los favores recibidos y tratan de corresponder con creces a los desvelos de sus protectores; y para que te convenzas, te presentaré un ejemplo de un hombre humilde y agradecido.

-¿Y dónde está ese hombre? ¿Le conoces tú?

-Ya lo creo que le conozco, y tú también le conoces.

-¡Yo! ¿Quién es?

-El preceptor de los hijos del duque de Castro Enríquez.

-¿Aquel joven que parece un viejo?

-Ese mismo.

-Ya tiene trazas de humilde, aunque al mismo tiempo parece muy entendido.

-Por eso es humilde, porque tiene sobra de entendimiento.
Genaro, que así se llama el joven profesor, es un pozo de ciencia.

-Pues, hasta ahora nadie lo diría.

-¿No sabes tú que los verdaderos sabios son como las violetas?
Viven escondidos bajo las múltiples hojas de su modestia; más no por eso dejan de exhalar su delicado perfume.

-Bueno, ¿Y qué ha hecho Genaro de particular?

-Para la generalidad, nada; para las almas pensadoras, mucho.

-¿Mucho?

-Sí, mucho, porque ha sabido agradecer y no se ha enorgullecido con sus múltiples conocimientos, adquiridos a fuerza de trabajo y de constantes estudios.

-Su padre, ¿No es el portero del duque de Castro Enríquez?

-Su padre lo es actualmente y lo fueron sus antepasados; los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos fueron parte integrante de esa noble familia, que ha ido perdiendo sus feudos y sus cuantiosos bienes, y hoy vive poco menos que en la miseria, quedándole de todos sus antiguos servidores solamente los padres de Genaro y el joven profesor; el padre está poco menos que inútil, semiparalítico; la madre hace de cocinera, de ama de llaves, de camarera y de todo, y Genaro hace de portero, y se multiplica para atender a sus estudios y para ser el hombre de confianza del duque de Castro Enríquez.

Hace algunos meses que fue a visitar al duque un rico norteamericano que no sabe los millones de dólares que posee; conoció a Genaro, y tanto le gustó su trato, su modestia y su humildad, que le ofreció la dirección de un magnífico colegio que tiene en Nueva York, señalándole un sueldo que bien se puede decir que era una fortuna.

-¿Y aceptó Genaro tan buena colocación?

-No; no la aceptó, por no abandonar a la noble familia a cuya sombra habían vivido sus antepasados, y por no dejar a su padre, del cual es Genaro sus pies y sus manos, porque él le viste, él le desnuda, él le lee los periódicos él le levanta, él le acuesta, él es el lazo que le una a la vida: es lo que se llama un buen hijo.

-¿Y cómo ha sido preceptor de los hijos del duque?

-Porque el duque no puede pagar la pensión de sus hijos en el colegio, y Genaro, no sólo les enseña cuanto sabe sin retribución alguna, sino que con el producto de las lecciones, pues da a varios jóvenes lección de francés y de inglés, les compra los libros y cuanto necesitan para completar su educación.

Ya ves si la humanidad que le distingue, le hace llevar a cabo acciones verdaderamente meritorias, porque, si estuviera infatuado con su saber y se creyera superior a la generalidad, porque en cuantos exámenes ha sufrido en todos ha obtenido nota de sobresaliente, ahora que se le presentaba la ocasión de ganar honra y provecho, la hubiera aprovechado, abandonando a su padre y a los protectores y bienhechores de su familia, y a los cuatro niños que bajo su tutela serán quizá mañana hombres de provecho. Ya ves cuántas ventajas trae consigo la humildad.

-Ventajas para los protegidos de Genaro; mas, para él, yo creo que su humildad le dará muchos quebraderos de cabeza.

-¿Y hay nada más hermoso que preocuparse por el bien ajeno?

-Cuando tú lo crees así, será verdad.

-Sí, hijo mío; verdad es. Y además, no olvidemos las palabras de Cristo: El que se humilla, será ensalzado.

-¿Por quién?

-Por sus mismas obras, hijo mío. Tú aún no tienes edad para apreciar la satisfacción que se experimenta cuando se obra bien y se emplea la sabiduría que uno posee en beneficio de los demás.

-Pues el director de mi colegio dice que los humildes suelen ser unos hipocritones de marca mayor.

-Según y conforme; hay humildes falsificados, como se falsifican las substancias alimenticias.

-¿Son hipócritas los que hacen confesiones generales de sus culpas delante de varias personas, como demostración de su humildad?

-Sí, hijo mío; ésos son los hipocritones a que se refiere tu maestro; el ser que es verdaderamente humilde, el que se reconoce pequeño por su falta de bondad o de saber, no se convierte en piedra de escándalo, dando un espectáculo gratis con sus revelaciones, que a nadie le interesan. El hombre humilde, por el perfecto conocimiento que tiene de sí mismo, sólo se confiesa con Dios; es el que ora sin que nadie escuche el rumor de sus palabras…

La humildad es una gran virtud, hijo mío, cuando no se la hace servir de pantalla para vivir a costa de los demás; el hombre verdaderamente humilde trabaja para engrandecerse, para libertarse de la opresión, de la miseria; no creas que los humildes se cruzan de brazos y dicen: “Nada soy, y nada espero”; es que desgraciadamente se confunde la humildad con la holgazanería; el holgazán no es humilde; el holgazán es un ser degenerado cuyo rostro no se ha coloreado jamás con el rubor de la vergüenza; que dice, como decía el mendigo de Espronceda:

“Mío es el mundo: como el aire libre,

otros trabajan porque coma yo; todos

se ablandan si doliente pido ¡Una

limosna, por amor de Dios!”

El hombre humilde es digno, es sufrido, es callado, es prudente, es incapaz de molestar a nadie; no sale de su pequeño círculo, y en silencio trabaja, y en silencio se instruye, y en silencio rompe las ligaduras de su ignorancia.

-Entonces la humildad es una virtud muy mal comprendida.

-Como lo son todas las virtudes, hijo mío; no te fíes nunca de las bondades publicadas al son de Bombo y platillos; las virtudes son como las violetas, viven escondidas; se las adivina por su perfume.

-Pero, si no se las ve…

-¿Y qué importa que no se las vea? La cuestión es que las virtudes den fruto y que éste lo recojan los necesitados. ¿Te acuerdas de las hijas de don Benito?

-¿De aquellas dos hermanas, de las cuales una quería ser monja?

-Sí; y a simple vista, ¿Cuál te parecía más buena?

-Toma, la que no salía de la iglesia; todo el mundo decía: “Esta chica, si se muriera ahora, se moriría en olor de santidad”.

-Pues, mira tú lo que son las cosas y lo que es juzgar por las apariencias; Matilde, que era la que se comía a los santos por los pies, no se privaba de ningún goce, vestía con la mayor elegancia, y cuando llegaba la Semana Santa, se hacía trajes magníficos para lucir sus galas en las mesas petitorias de los templos; y su hermana, en cambio, vestía con la mayor sencillez, porque empleaba el dinero que su padre le daba en socorrer a pobres vergonzantes, y siempre estaba a vueltas con su padre para que la dejase velar a los enfermos que gemían en un cuchitril, sin tener cama donde acostarse, y esto lo hacía Anita sin darle la menor importancia, como la cosa más natural del mundo; lo único que decía a sus amigas más íntimas era que su vocación era ser hermana de la caridad; pero que por no dejar a su padre no había realizado sus deseos.

Matilde, en cuanto tuvo ocasión, se casó, y no se volvió a acordar ni de los Cristos ni de las Vírgenes; y Anita cuidó a su padre hasta que murió en sus brazos, y siguió velando a los enfermos sin hacer votos, porque un hermano de su padre le suplicó encarecidamente que no le abandonara en su viudez con cuatro hijos pequeños, y ahí la tienes convertida en madre de familia, siendo un modelo por su entrañable amor y su verdadera humildad, sirviendo de consuelo a cuantos la rodean, sin hacer alarde de sus sacrificios, sin que su nombre figure nunca en ninguna sociedad benéfica, ella sirve de maestra a los niños que están bajo su tutela; ella cumple con todos sus deberes; ella es la verdadera hermana de la caridad, que se quita muchas horas de descanso para velar a pobres mujeres que no tienen ni agua que beber.

Ahora bien; ¿Qué te parece a ti? ¿Quién morirá en olor de santidad: Matilde, o Anita

-Anita, por lo que tú me cuentas, es una santa.

-Si no es santa, es un ser humilde que quiere conquistar con buenas obras un sitial a la diestra de Dios Padre.

-Pues, mira mamá, yo quiero ser humilde para ser muy bueno.

-¡Yo, hijo mío, haré cuanto esté de mi parte por inculcar en tu mente los más nobles pensamientos, porque ser bueno, es vivir!

-Así debe ser, porque tú eres muy buena, y eres muy feliz.

-Sí, hijo mío, sí que lo soy; tu padre es el mejor de los hombres; tú quieres ser tan bueno como él, los dos me amáis; y yo no ceso de dar gracias a Dios por el bien que me ha concedido.

-Y mañana, ¿Sobre qué hablarás?

-Sobre el poder de la voluntad.

-Pues, mira, ten voluntad para levantarte muy temprano.

Amalia Domingo Soler

Relatos para todos