Un lecho de flores El Espiritismo vino a llenar un gran vacío en el siglo XIX, cuando el indiferentismo amenazaba con invadir a las masas, cuando el ateísmo se acurrucaba dentro de los gabinetes de física y química, recogiéndolo el sabio como la salvaguardia de su clara razón amenazada continuamente para supeditarla en las regiones positivas con su infierno eterno y sus recompensas eternas; ha venido una preciosa flor, que con su penetrante aroma da esperanza al triste, regeneración al desgraciado, fuerzas al débil y voluntad al fuerte para seguir con glorioso paso las escabrosidades del camino de la vida.

Esta preciosa flor lleva un mundo de amor, que es fuente de vida, es la que dice continuamente a los seres que pueblan este planeta por medio de sus intérpretes, los miles y miles de espíritus que nos rodean: en la eternidad de los tiempos nada se pierde, nada pasa desapercibido, todo queda fotografiado en la eterna vida de tu alma, en tus manos está el porvenir, vienes de algo y vas al progreso indefinido.

Esto es a lo que ha venido el Espiritismo: a quitarnos el tupido velo que nos impedía comprender el porqué de nuestra vida, el porqué de nuestra muerte, el porqué de nuestros goces, el porqué de nuestras alegrías, el porqué de esos seres tan desgraciados como sufridos que tan sólo han venido a la Tierra para penar, y el porqué de esos otros, que, si bien no tienen toda la felicidad tal cual sueña la fantasía, sin embargo poseen una felicidad relativa, grande en comparación a la desgracia de aquellos.

Su levantada moral y su sana lógica descansando en hechos prácticos y convincentes, ha envuelto a todo el mundo con este fluido bienhechor, con este fluido que incita al hombre a sacrificarse por su ideal, es necesario ese fluido, que cuando cae un ser al abismo le da fuerzas para levantarse y seguir hasta la consecución de su fin, este fluido llamado esperanza que fortalece la fe en nuestro porvenir.

Si supiésemos todo el bien que esta doctrina, o más bien ciencia, hace y ha hecho a la humanidad, ni un momento descansaríamos para propagar sus indiscutibles verdades, que son sin duda las que satisfacen en todo a la razón, verdadero  guía de nuestros pasos en la Tierra.

Sus enseñanzas están tan de acordes con la idea que tenemos de esta gran causa que rige en los mundos, llamada Dios; sus doctrinas están íntimamente enlazadas con lo que sienten nuestros corazones, son admitidas por el sabio que en sus horas de trabajo pide al cielo recompensa, del artista y del poeta que le pide inspiración, el desesperado que con sus contrariedades continuas le han hecho alzar la vista al firmamento y decir con toda la fe de su alma basada en la razón:

¡Allí, allí está la verdadera vida, allí está la recompensa de mi resignación y de mi bondad practicada!

El sabio y el ignorante, el rico y el pobre todos han encontrado en esta fuente agua para saciar su sed, todos han leído en este gran libro llamado Espiritismo, que va aumentando su volumen a medida que la humanidad avanza en la florida senda del progreso.

El Espiritismo ha llenado todos los deseos, sus profundas verdades han convencido a muchos escépticos, porque han visto que el Espiritismo era el ancla salvadora que estaba llamada a salvar del naufragio a la humanidad que irremisiblemente iba a caer por su ateísmo o indiferencia.

Hay seres que por su rebeldía y por su misma pena no creen en nada y nada esperan, la vida les agobia como carga demasiado pesada, su escepticismo lo llevan hasta el extremo de no creer ni en la bondad ni en el amor; y el sabio ateo que llega al fin de su carrera y ve todo su trabajo, su gran laboriosidad perdida, sin esperar recompensa de sus continuos sacrificios, sin que le quede nada de lo que ha aprendido, perdiéndose todo en la materia; y dos amantes que es tanto lo que se aman, que su amor ha llegado a traspasar los límites de lo material y cuando la parca fiera viene a cortar el hilo de una de las dos existencias, se rompe ese amor que era su felicidad.

Si los habéis visto, si vuestras lágrimas se han juntado para consolarlos en su dolor, no les dejéis, iniciadles en el Espiritismo, que al mismo tiempo que les da resignación a sus penas y esperanzas en su porvenir, les hace ver que los sufrimientos, que las penas de hoy responden a las faltas cometidas en anteriores existencias, que todo tiene un fin, como todo lleva el sello de la bondad divina.

El Espiritismo nos enseña y nuestra razón nos dice que tiene que haber otra vida después de esta, que estos adelantos prematuros, que estos tardíos progresos y que estos salvajes instintos que se observan en los hombres que pueblan el planeta Tierra, tienen que venir de otros puntos, porque en una sola existencia es imposible tanto desarrollo intelectual y moral en unos, y tanta perversidad en otros, así como no es posible hacer un buen hombre de un cafre.

Algo tiene que haber en nosotros que sobreviva al cuerpo, porque si no fuera así como consecuencia lógica se negaría la existencia de Dios superior a todo lo creado. La nada no puede haber creado algo, su misma palabra lo dice: nada, una cosa que no tiene cuerpo, que no posee voluntad, porque si la tuviera entonces dejaría de ser la nada. Por esto encontramos en esta naturaleza Divina, se llame Dios, Alá u otro nombre, la verdadera causa, derivando de ella todos esos efectos que en la naturaleza vemos continuamente reproducidos.

Estas inteligencias tan precoces que a menudo tenemos ocasión de observar, nos lo demuestran claramente. Estos defectos físicos que continuamente observamos en seres que parece que sólo han venido a sufrir y ningún mal han hecho a la humanidad, nos prueban que hemos tenido otras existencias en las cuales hemos hecho más o menos bien, más o menos daño, y que, siguiendo la ley del progreso que tiene que ser inmutable, vamos purificándonos por medio de las  existencias que tenemos, al fin de alcanzar la perfección suprema que es nuestro punto de partida.

Estas verdades, hay que hacer esfuerzos para que fructifiquen, es menester que todos a una trabajemos para conseguir que reine en este mundo, la fraternidad, madre de todas las virtudes.

No soseguemos, pongamos continuamente de relieve ese gran libro llamado ESPIRITISMO a fin de quitar de este mundo la superstición, el fanatismo y la indiferencia, plagas que amenazan invadirlo todo.

ALLAN KARDEC, Nuestro maestro nos mira, algo espera de nosotros, sabe que las convicciones cuando únicamente se sostienen dentro del hogar doméstico y aún allí con cierto temor no se arraigan, porque el hombre para hacer prosélitos de su causa, ha de tener el entusiasmo que le produce el conocimiento de la verdad.

Es necesario, es imprescindible que se trabaje para progresar. Si las humanidades siempre hubiesen permanecido pasivas todo estaría en germen, nada se habría desarrollado.

Si se quiere que el desgraciado sea consolado en su aflicción, y el pobre debidamente auxiliado, enseñemos la ciencia espirita, chispa de luz desprendida del cielo para iluminar a la triste humanidad.

¡Todo por la verdad!

 

 

Amalia Domingo Soler

La Luz del Porvenir