CAPÍTULO I
DIOS
II.- Pruebas de la existencia de Dios
4. ¿Dónde podemos hallar la prueba de la existencia de Dios?
– En un axioma que aplicáis a vuestras ciencias: no hay efecto sin causa.
Buscad la causa de todo lo que no sea obra del hombre y vuestra razón os responderá.
Para creer en Dios basta con echar una ojeada a las obras de la Creación.
El Universo existe. Tiene, pues, una causa. Dudar de la existencia de Dios equivaldría a negar que todo efecto tiene una causa y afirmar que la nada ha podido hacer algo.
5. ¿Qué consecuencia se puede sacar del sentimiento intuitivo de la existencia de Dios, que todos los hombres llevan en sí?
– Que Dios existe. Porque ¿de dónde le vendría ese sentimiento si en nada se basara? Es una consecuencia más del principio de que no hay efecto sin causa.
6. El sentimiento íntimo que tenemos en nosotros de la existencia de Dios, ¿no sería un resultado de la educación y un producto de las ideas adquiridas?
– Si así fuese, ¿por qué vuestros salvajes poseen también ese sentimiento?
Si ese sentimiento de la existencia de un Ser Supremo sólo fuera producto de una enseñanza no sería universal y – como las nociones científicas- no existiría sino en aquellos que hubieran podido recibir esa enseñanza.
7. ¿Podríamos hallar la causa primera de la formación de las cosas en las propiedades íntimas de la materia?
– Pero entonces, ¿cuál sería la causa de esas propiedades? Se requiere siempre una causa primera.
Atribuir la formación primera de las cosas a las propiedades íntimas de la materia sería tomar el efecto por la causa, por cuanto dichas propiedades son, en sí mismas, un efecto que debe tener su causa.
8. ¿Qué pensar de la opinión que atribuye la formación primera a una combinación fortuita de la materia: dicho de otro modo, al azar?
– ¡Otro absurdo! ¿Qué hombre de buen sentido puede considerar al azar como un ser inteligente? Por otra parte, ¿qué es el azar? Nada.
La armonía que rige las fuerzas del Universo muestra combinaciones y miras determinadas y, por lo mismo, revela un poder inteligente. Atribuir la formación primero al azar sería una falta de sentido, por cuanto la casualidad es ciega y no puede producir los efectos de la inteligencia. Un azar inteligente dejaría de ser tal.
9. ¿En qué se conoce, en la causa primera, una inteligencia suprema, superior a todas las demás?
– Tenéis un proverbio que expresa: “Por la obra se conoce a su autor”. Y bien, mirad la obra y buscad al autor. El orgullo es el que engendra la incredulidad. El hombre orgulloso no quiere nada que esté por sobre él, de ahí que se llame “espíritu fuerte”. ¡Pobre ser a quien puede abatir un soplo de Dios!
El poder de una inteligencia se juzga por sus obras. Puesto que ningún ser humano puede crear lo que la Naturaleza produce, la causa primera es, por tanto, una inteligencia superior a la humanidad.
Sean cuales fueren los prodigios efectuados por la inteligencia del hombre, tiene ella también una causa, y cuanto más grande sea lo que realiza, tanto más grande será la causa primera.
Esta es aquella Inteligencia que constituye la causa primera de todas las cosas, no importa el nombre con el cual la designemos.
El Libro De Los Espíritus
Libro Primero – capítulo primero
2 febrero, 2020