Decimos frecuentemente que la Ciencia es el camino seguro para llegar al conocimiento cierto de la verdad. El propio Diccionario de la Lengua lo determina en estas sucintas palabras: “Ciencia. -Conocimiento de las cosas por sus causas.”. Yo, humildemente, lo expresaría de este otro modo: “Ciencia. -Conocimiento de las cosas por medio de sus efectos correspondientes.”  Me parece esta explicación más clara y convincente y estar más de acuerdo con el postulado racionalista que dice: “Por medio de los efectos nos remontamos a las causas” (las causas que generan o producen estos efectos).

En cuanto a la Moral, dice más apropiadamente Don Quintín López en su “Diccionario de Metapsíquica”:  “Ciencia que trata del bien en general y de las acciones humanas con relación a él. – Lo que es de apreciación de la conciencia mejor que de los sentidos.”

Ampliando el concepto con estos párrafos de González Soriano: “Sabemos que la Moral surge del sentimiento. No ignoramos que el sentimiento es una propiedad del espíritu, y tenemos la certeza de que el desarrollo de las propiedades espirituales realizan los grados de su perfección. Luego, la causa de los diferentes grados de Moral que distinguen a los seres, es consecuencia de los diferentes grados de sentimientos que han desarrollado.”

Por consiguiente podemos concluir, que  si la Ciencia se refiere al conocimiento de las causas por medio de sus efectos, la Moral es la realización del bien, y los dos, conjuntamente, desarrollo unánime del ser en sus dos aspectos, sentimental e inteligente.

El Espiritismo, y para referirnos a dos de sus aspectos más salientes e importantes, es que iniciamos este artículo con las anteriores definiciones, es un sistema filosófico cuyas bases principales descansan en estos dos principios madres: “Moral y Ciencia”, hermanados tan estrecha y armónicamente que no es posible referirnos a uno sin dejar de tratar el otro, porque separarlos sería resquebrajar lamentablemente el arquitrabe doctrinario que le da cuerpo y vida.

“De amor y de ciencia en pos

va el espíritu impaciente

buscando perfecto ambiente

en lo arcanos de Dios.”

La Ciencia, es pues hermana gemela de la Moral, pues, como queda dicho, no podemos prescindir de una ni de otra, ya que las dos se armonizan y completan y llenan mejor así su común objeto en el desenvolvimiento humano.

¿Podemos, por tanto, los espiritistas, ser científicos solamente, prescindiendo de la Moral, que es inseparable de la Ciencia, para que pueda esta última llenar satisfactoriamente sus providencial misión en los destinos humanos?

Nuestra contestación es categórica y absoluta: No puede el Espiritismo realizar la hermosa obra de regeneración moral para la cual ha sido revelado, si a la vez de su aspecto científico, no desarrolla, también, y muy notablemente, el aspecto ético o moral, pero de una moral nueva,  de acuerdo con el adelanto del espíritu y que no repugne ni rechace las conquistas de la Ciencia, antes bien, se las apropie y asimile, encauzando su desarrollo por los rectos senderos del más acabado de los racionalismos.

Por eso el espiritista de ahora no puede dejar de ser un hombre moral, moral consciente y reflexivamente, dedicándose sí, al desentrañamiento de los problemas humanos más en relación con las necesidades del cuerpo, pero tratando, como objetivo único y preeminente, de realizarse en el sentido de vencer su naturaleza inferior, sus malos hábitos y todo ese bagaje de imperfecciones y complicaciones que son las mayores trabas para el desenvolvimiento de su progresivo espíritu.

El espiritista debe, antes de otra cosa, empezar su tarea regenerativa, pues como ser consciente que es de las necesidades de su espíritu, debe saber, sin duda alguna, que mientras no logre crear en sí mismo esas dos potencias del alma que se llaman “Sentimiento y Conocimiento” para que formen la verdadera Sabiduría, o sea conocimiento integral de la Vida, no será un hombre feliz, un verdadero espiritista, desperdiciando lastimosamente el tiempo para venir, en definitiva a encontrarse en el mismo plano evolutivo, teniendo entonces necesidad de volver a empezar la tarea interrumpida.

¿Y es esto grato y beneficioso para el hombre consciente de su destino, para el que anhela progresar y, por consiguiente, aprovechar el precioso tiempo, que no es posible recuperar en su matemática medida, porque lo que ha hecho es desperdiciar fuerzas que, mejor empleadas, le hubieran sido más útiles y beneficiosas?

Resumamos, por consiguiente, que la Moral no significa nada si no se hermana con la Ciencia, y esta última nula, completamente, si no la armonizamos con la primera, resultando de este maridaje entre Moral y la Ciencia el más hermoso triunfo que puede alcanzar el hombre en su eterno peregrinaje a través de la vida infinita.

Que es, sintetizando más todavía, lo mismo que expresara el Maestro en su magno postulado:

“HACIA DIOS POR EL AMOR Y LA CIENCIA.”

  1. GARCIA CONSUEGRA VILLACLARA  (CUBA) 1931 EXTRAÍDO DE LA LUZ DEL PORVENIR