I.
Entre los profundos e inapreciables consuelos que proporciona al hombre el conocimiento y estudio del espiritismo, uno de los mas importantes, y sin duda alguna el de mayor trascendencia, es el convencimiento que adquiere el hombre de que nadie está solo en el mundo.
Nos dirán qué para obtener esa persuasión no se necesita estudiar el espiritismo; por que todas las religiones le conceden al hombre su ángel guardián. Es cierto, pero ese ángel no suele presentarse a nuestra vista con tanta frecuencia como cuando se conoce el espiritismo y se estudian las diversas mediumnidades desconocidas, negadas y anatematizadas por las religiones; siendo mucho mas racional la creencia en un espíritu protector, que en un ángel de la guarda.
Los ángeles significan una raza privilegiada, exenta de penalidades, de angustias y de sinsabores, y un espíritu protector, representa un ser que ha progresado lo bastante para convertirse en guía y amparo de aquellos que mas ha querido en la tierra y en otros mundos.
Los ángeles naciendo perfectos y elevados desde su cuna al solio de la inmortalidad, sin haber pasado por el tamiz de los demás hombres, truncan las leyes inalterables de la naturaleza; mientras que las espíritus engrandecidos por el trabajo en sucesivas existencias, responden al cumplimiento de la ley universal; por esto nosotros nunca hemos estado conformes con los cuentos de las religiones; las apariciones de las vírgenes y de los cristos nunca nos han producido entusiasmo, por que no hemos visto en ellas mas que la idea del lucro: y aunque con algunas ocasiones los espíritus han secundado las tramas de los terrenales, tanto los encarnados como los desencarnados, obedecen a cálculos mezquinos, queriendo sostener sofismas con los cuales en esta encarnación nunca hemos estado conformes; y desde que estudiamos el espiritismo muchísimo menos; porque sabemos lo ineficaces que son los santuarios y las fiestas religiosas para elevar y engrandecer al espíritu, en cambio el ejercicio de la verdadera caridad, dando el óbolo al necesitado, el consuelo al afligido, el consejo al atribulado, trabajando en bien de la humanidad, el ser mas abyecto llega a purificarse; y esa certidumbre de que no hay desheredados, que no hay mas que indolentes y apáticos en la práctica de las virtudes, lo consuela tanto al hombre, que no hay religión que preste mas consuelo.
¡Oh! sí, sí; el estudio de espiritismo es lo que verdaderamente le hace vivir al hombre pensador.
Muchos años hace que lo creemos así, y continuamente recibimos pruebas inequívocas que nuestra creencia es la mas racional, y la que abre caminos mas llanos al ser que sufre las fatalidades de la adversidad.
No hace muchos dias que vino a vernos un caballero de edad mediana, de rostro simpático y porte distinguido, muy recomendado por el presidente de un centro espiritista de la Isla de Cuba, Jorge de Lima estrechó nuestras manos con verdadera efusión, se sentó, y nos miró con una de esas miradas profundas que cuentan toda una historia de lágrimas, diciéndonos con voz triste y pausada.
—¡Cuánto la quiero a Ud., amiga mía! hubiera sentido morir sin haberla conocido, ¡Le debo a Ud. tanto! he sido tan desgraciado!……….. me he visto tan solo en la tierra…. y al leer LA LUZ DEL PORVENIR he gozado tanto, quo no encuentro frases para demostrarle mi gratitud.
—Yo también, amigo mío, gozo al escucharle, por que nada mas grato a mi corazón que ser útil a la humanidad. Nunca se desea tanto hacer el bien como cuando nada se posee, y yo que en esta existencia he sido un cero sin valor en la cantidad social, al ver que en medio de mi impotencia he podido prestar algún alivio a mis semejantes, mi gratitud a Dios es inmensa, por que solo Él puede hacer fecundo a un árbol muerto.
—Es cierto, solo Dios es el alma de todo lo creado, mas yo le confieso que he desconocido su bondad divina hasta el momento que estudié el espiritismo, mejor dicho, hasta que leí LA LUZ DEL PORVENIR por que mis múltiples ocupaciones no me han permitido estudiar, pero sí convencerme sin dejarme duda alguna que la vida es eterna, que el progreso del espíritu es indefinido, y que tenemos obligación de difundir la luz de la verdad. Yo le aseguro que no he perdido el tiempo; en seguida que me convencí, (que no necesité mas que leer unas cuantas páginas de su periódico.) para persuadirme que no hay efecto sin causa, corrí presuroso a un pueblecillo donde tenia algunos amigos, y les dije:
—¡Los muertos viven! no hay cerca de nosotros ni ángeles ni demonios, pero si nos acompañan nuestros deudos de ayer, y aunque yo no tengo elocuencia, como me sobraba buena voluntad, he sido atendido y escuchado hasta el punto que por mis consejos se ha creado un buen centro espiritista en el lugar antes indicado. Y crea Ud. que estoy contentísimo, por que se han desarrollado muchos médiums curanderos que han hecho curaciones admirables.
—Cuanto me alegro, se sufre tanto en la tierra que se necesita buscar tras la tumba lo que aquí no se encuentra.
—Ciertamente, yo puedo asegurarle que al espiritismo le debo la vida; y para que usted se convenza de ello, voy a contarle, aunque sea a grandes rasgos, los sinsabores de mi actual existencia.
II.
Hijo de una familia opulenta, teniendo padres y hermanos, crecí sin recibir un beso de los autores de mis días, y sin que los compañeros de mi infancia me asociaran a sus juegos, solo una hermana me distinguía con su cariño, pero hasta ella se ocultaba de los demás para acariciarme; parecía que se avergonzaba de besar al inocente niño despreciado de todos, y mal querido hasta de los numerosos criados que pululaban en la casa solariega de mis mayores.
Graves desavenencias entro mi madre y mi padre, obligaron sin duda a este último a expatriarse, solo le vi dos veces en mi vida sin que sus labios se posaran en mi frente.
Yo quería mucho a mi madre a pesar de sus desvíos pero siempre que me acercaba a ella, me apartaba con un gesto de fastidio que me helaba el corazón; y solo triste y abatido, me iba al jardín y desde allí contemplaba el hogar de mis antepasados, derramando silenciosas lágrimas.
¡Nadie me quería!
Mientras mis hermanos descansaban en mullido lecho yo dormía fuera del castillo señorial con uno de los criados. Cumplí siete años, y a poco de haberlos cumplido, estando una noche durmiendo, un ser invisible me sacó de la cama y me colocó debajo del lecho que yo ocupaba; antes habían extendido una sábana en el suelo y sobre ella me colocaron. Por la mañana se despertó el criado, me llamó y a sus gritos me desperté, quedándome asombrado al encontrarme debajo de la cama. El criado se hacia cruces, pues comprendió perfectamente que yo no había tomado parte en aquel cambio, y le inspiré tal horror que aquel mismo día lo dijo a mi madre que no quería dormir conmigo, por que el demonio me había tomado por su cuenta.
Mi madre se encogió de hombros y dispuso que yo durmiera solo, mandando que me encerraran en mi cuarto para que no fuera a inquietar a los demás durante la noche.
Dejo a vuestra consideración el miedo que yo pasaría solo en mi cuarto oyendo silbar el viento en el bosque cercano, y escuchando esos innumerables ruidos quo acompañan a la noche, mucho mas en una casa de campo con todo el personal correspondiente para manejar los aperos de labranza y cuidar con esmero a los bueyes, caballos, aves de corral etc., etc.
A las pocas noches de estar solo, y estando perfectamente despierto, me entretenía en mirar el cielo que descubrían mis ojos por el hueco de una gran ventana cuyas puertas con el viento se había abierto de par en par.
Aunque en mi casa sobraban los colchones yo dormía sobre un mal jergón, y una manta apenas me resguardaba del frío, y yo tiritaba encogiendo los pies todo cuanto podía. De pronto vi que mi cuarto se inundó de luz mucho mas viva que los pálidos reflejos de la luna, y una mujer hermosísima se acercó a mi lecho, yo cerré los ojos espantado y me encogí mas aun. Después sentí como si alguien me estirara los pies, lucharon en mi el miedo y la curiosidad, ésta venció y abrí los ojos, mas cual no seria mi asombro cuando vi que la señora tenia mis pies entre sus manos prestándoles calor.
Era aquella mujer tan hermosa y me miraba con tan profundo sentimiento, que huyeron mis temores y cerró dulcemente los ojos quedándome en ese estado en que se sueña despierto.
A la mañana siguiente me levanté tan pálido que a pesar de que nadie se fijaba en mi, todos repararon en mi palidez. Tres noches después, estando despierto y pensando en aquella señora tan hermosa, vi de nuevo inundarse mi cuarto de luz, sentí mis manos y mis pies cogidos suavemente, como cuando un niño pequeñito oprime con su manecita nuestros dedos; miré, y me vi rodeado de muchos niños que todos descansaban en los brazos de su madre; y cosa rara, ninguno era hermoso, todos estaban sucios, harapientos, escuálidos, enfermos, munchos de ellos con el rostro cubierto de lepra, cuyas pústulas besaban sus madres con embeleso. Yo miró con envidia aquel cuadro y lloré amargamente; quizá mas de media hora me rodearon los niños, luego se desvanecieron lentamente y desde aquella noche viví mas triste si cabe, de lo que había vivido.
El desprecio de mi familia me martirizaba horriblemente, veía a mis hermanos tan queridos!:… tan halagados!…. y yo en medio de todos ellos como si tuviera lepra, siempre solo! solo mi hermana cuando nadie la veía me abrazaba diciendo: ¡Pobre Jorge! ¿Por qué serás tan desgraciado?
Esa misma pregunta me la hacia yo continuamente, acusando a Dios de mi desdicha.
Cuando cumplí 12 años, decidí marcharme de mi casa, le pedí permiso a mi madre para buscarme una colocación, y mi madre accedió muy contenta. Pocos días después abandoné mi hogar para ganarme el pan con el sudor de mi frente.
Una serie no interrumpida de desgracias ha sido el curso natural de mi vida; no le diré mas que queriendo servir a mi patria tomé las armas y por trastornos políticos fui condenado a muerte, salvándome de ser fusilado por un verdadero milagro.
Después de mil peripecias, cuando tenia el comienzo de una fortuna, penetraron los bandidos en mi hogar, me robaron cuanto poseía y mi esposa de resultas del susto murió llevándose una niña recién-nacida. Volví a comenzar mi trabajo, y hoy me encuentro en una situación mas lisongera y con una nueva familia; pero siempre atormentado por amargos recuerdos, por que mi infancia fué tan dolorosa…. Desde que conocí el espiritismo se calmó algún tanto mi inquietud, pues comprendo que indudablemente escogí la familia que me convenía y que merecía por mis culpas anteriores; y tengo un vivísimo deseo de saber el significado de los tres fenómenos que presenció en mí infancia; pues aunque racionalmente me los explico, me alegraría muchísimo que uno de los espíritus que a Ud. la inspiran tuviera la bondad de indicarle su verdadera significación. Mucho tiempo hace que acaricio esta idea, y hoy, gracias al cielo, he realizado lo que tanto deseaba, pues no dudo que Ud. hará cuanto le sea posible por complacerme.
—Desde luego cuente Ud. con ello, y crea que aprovecharé la primera ocasión que se me presente y preguntaré, no por satisfacer pueril curiosidad, sino para que estudiemos lo que realmente merece ser estudiado. Y no olvidando nuestra promesa preguntamos algunos días después al espíritu que nos guía en nuestros trabajos, y este nos contestó lo siguiente:
III.
«¡Nadie está solo! el ser mas desventurado, el infeliz expósito, ó el que como tu amigo es desgraciado por su familia, todos tienen quien les ame, quien vele su sueño, quien bese su frente, quien acaricie sus cabellos y murmure en su oído palabras de amor.»
«Tu pobre amigo vino a la Tierra decidido a saldar una larga cuenta; por eso escogió una familia compuesta de antiguos enemigos, por eso tuvo que vivir bajo un lecho inhospitalario, por eso su madre tuvo que sentir una repulsión inexplicable, por aquel niño inocente y sus hermanos odiaron al que ayer los pasó a cuchillo ó los ató a las colas de sus corceles de guerra.»
«Leo en tu pensamiento y comprendo que dices, ó mejor dicho, que piensas. Pues si es un castigo merecido, su familia no es culpable.»
«Y yo te digo: Si lo es; puesto que el hombre no conserva en la tierra memoria de lo que ha sido. El deber del hombre es ahogar toda antipatía instintiva, por que en el mero hecho de sentirla por un hijo ó por un hermano se debe comprender que cuando Dios ha permitido que aquel ser viva unido a nosotros por los lazos de la sangre, debemos amarle y protegerle y extinguir odios pasados, puesto que el odio no es el fin de la humanidad, su objetivo es el amor, y observad que nadie que odia tiene buen fin, con su odio quedará castigado un culpable, pero atrae sobre si nuevas responsabilidades el que conserva enemistad a su enemigo.» — Tu pobre amigo ha vivido entre abrojos, sin estar por esto desamparado.
«Cuando se encontró colocado debajo de su lecho le presentaron el cuadro de su actual existencia sufriendo humillaciones y reveses, siendo siempre el último de los últimos.»
«En su primera visión vio a su espíritu protector que le ama con el amor que pueden sentir todas las madres del Universo: por eso le prestaba su calor, que es el que ha sentido durante el trascurso de su existencia; por eso nunca se ha desanimado, ni el infortunio ha conseguido abatirle, que no se anonada el que es amado »
«En su segunda visión le presentaron las inefables alegrías que disfruta el espíritu cuando merece ser querido en la tierra ó en otros mundos. Aquellos niños enfermos los unos y débiles los otros, eran el símbolo del progreso que adquiere el espíritu, que cuando merece ser amado, por repugnante que sea la dolencia que lo aqueje, por miserable que sea su condición encuentra una madre que le estrecha contra su seno y le alimenta con sus besos. Culpa grande pesa sobre el espíritu que tiene que pasar sus primeros años sin el goce bendito del amor maternal. »
«Puede llamarse feliz tu pobre amigo por haber conocido el espiritismo, que realmente lo necesitaba; desde sus más tiernos años pedía a su destino la explicación de su infortunio, el por qué de ser tratado con tanta crueldad por su familia, cuando él por su parte era un ser completamente inofensivo; y nada más humillante para el espírítu que verse postergado por su propia familia; el espósito es dichoso en comparación del niño que al pedirle un beso a su madre, ésta lo rechaza con el mayor desvío; no hay dolor comparable a ese dolor, no hay humillación superior a esa humillación, no hay deuda que se pague con más amargura.»
«Verse solo en la tierra, es tan triste!… los muchísimos suicidios lo atestiguan; pues solo se mata el que considera rotos todos los lazos terrenales; por eso ha llegado la comunicación ultra-terrena tan a tiempo, para demostrar al hombre que no es víctima de la injusticia, sino que recoge el fruto sazonado de la mala semilla que sembró en sus existencias anteriores; y hoy, en medio de sus agonías, le cabe la íntima satisfacción de saber, que nadie está solo, que no hay lágrima que no sea enjugada por una mano amiga.» «¿No os ha sucedido muchas veces decir con alguna extrañeza: No sé que tengo, las mismas penas tenia ayer que tengo hoy; y sin embargo, hoy me encuentro tan animado tan consolado, tan decidido a luchar, y tan seguro de vencer, que todo lo veo de color de rosa. Ahora bien, ¿creéis que este saludable efecto deja de tener su causa? Si así lo creyerais, podría decirse que desconocéis por completo las leyes universales. Nada sucede porque si, el porque si es la tesis del absurdo, el hecho realizado es una derivación de varias causas constituidas.»
«La alegría, la esperanza, la certidumbre de un bien son flores y frutos provenientes del árbol de la vida; árbol que no crece sin cultivo. La dicha del espíritu no crece como planta silvestre, necesita un experto jardinero que la cuide amoroso, y no hay alma encarnada en la tierra que no haga su progreso en relación con su adelanto.»
«Nadie está solo, por eso nadie se estaciona, por más que muchas veces os parezca que hay existencias completamente improductivas; que así como todos los cuerpos obedecen a la ley de la gravitación universal, todos los espíritus tienden a la ascensión, a buscar ese más allá presente a nuestra vista desde que nuestras miradas se fijan en el cielo; y así como los mundos ninguno está solo, que todos tienen sus satélites, de igual manera el hombre tiene una familia ilimitada que le acompaña de más cerca ó de mas lejos, según lo permite el estado y merecimientos de su espíritu. Selo me resta encomendaros para concluir, que compadezcáis y améis a los seres que se crean que viven solos en la tierra, por que son realmente los más desgraciados, y no entendáis la soledad por la carencia absoluta de familia, no; yo os hablo de la soledad del alma, de ese aislamiento horrible en que viven algunos seres rodeados de todos los parientes terrenales y que sin embargo, están completamente solos.»
«A esos, a esos desdichados debéis amar con preferencia, por que aunque nadie esta solo, en apariencia esos desventurados lo están.» Adiós.
Es muy cierto lo que nos ha dicho el espíritu, muchas veces, muchas nos hemos acostado llorando, y nos hemos levantado sonriendo; diciendo con extrañeza: No sé que tengo, pero la verdad es que estoy muy contenta teniendo hoy las mismas penas que ayer.
Que sería de nosotros sin el consuelo de los espíritus? Sucumbiríamos al peso de nuestra expiación, los que al mirar en torno nuestro no encontramos esas miradas que llenen el resplandor de los cielos, ni escuchamos esas frases dulcísimas que prometen un mundo de felicidad.
¡Bendíto! ¡bendito sea el advenimiento del espiritismo! Su estudio será la redención de todos los parias victimas de su propia iniquidad, porque la comunicación de lo espíritus nos dice: ¡Nadie está solo! ¡Que alegría tan inmensa! decimos nosotros, todos tenemos quien nos ampare y quien nos bendiga, sí , asi no fuera…. Dios no sería Dios! no seria la perfección absoluta! no sería la fuente inagotable del amor universal.
AMALIA DOMINGO Y SOLER.