Algo sin nombre Algo que llaman destino, ora suerte o providencia: árbitras de la existencia deciden del porvenir. Y la criatura impelida por un poder sobrehumano, camina tras de un arcano hasta que llega morir. ¡La muerte!… ¡Triste misterio que ninguno ha comprendido: inimitable gemido de incomprensible dolor! Ese llanto que vertemos cuando a la tierra llegamos, ¿es quizá porque dejamos otra existencia mejor? ¿Y nuestro espíritu errante dejando mundos de gloria se aprisiona en esta escoria por suprema voluntad? Algo deja atrás el hombre algo encuentra tras la muerte, de no ser así, su suerte bien mezquina era en verdad. Porque lo que es nuestra historia de crímenes y falsía, no es obra de gran valía siendo tan grande su autor. ¿Esto es boceto de un cuadro es la postrer pincelada? ¿Es la luz de la alborada el último resplandor? ¡Quién adivinar pudiera si cuando sueña la mente, es que ve confusamente otros planetas lucir, y nuestra débil memoria fijamente nos dijera: si el pasado reverbera o refleja el porvenir!… Todas las generaciones dejan tras de sí memoria; sus hechos guarda la historia de los siglos al través. Pero el cronista no sabe cuándo un suceso describe, si es prólogo lo que escribe si un epilogo es. Mas nunca faltan ilusos que con ínfulas de sabios, profieran frases sus labios sin sentido ni razón. Quien dice que la criatura es un puñado de tierra, que fluido eléctrico encierra por rara combinación. Ora que la raza humana aumentada y corregida, debe su germen de vida al sagaz orangután; pero quien esto asegura de su ciencia convencido, ni sabe por qué ha nacido, ni cuando acaba su afán. ¡Pobres cabezas sin seso! Con lamentable locura pretenden de la Natura el secreto deducir: de sus funestos errores despiertan, cuando el destino los detiene en su camino y los obliga a morir. En esa suprema hora viendo que todo les falta, una duda les asalta y exclaman como Voltaire: «Cuando la vida se acaba se necesita una idea, un fantasma, sea cual sea, en que podamos creer.» ¡Feliz del espiritista que admira la Omnipotencia, y que ve en la providencia la justicia y la verdad! ¡Oh! ¡Tú, ciencia de ultratumba! ¡Revelación bendecida! Por ti dejaré esta vida sin miedo a la eternidad. Por ti acepto resignada mi dolor y mi amargura, por ti la fe me asegura la paz de mi corazón. Por ti son dulces mis noches y breves mis pobres días, por ti yo tengo alegrías y espero mi redención.
Amalia Domingo Soler
Ramos de Violetas 1876
10 diciembre, 2020