¿La libertad? Cremutio Cordo
    Te desconozco. La Libertad se conquista
   y no se pierde. La Libertad se
gana trabajando y no tendiendo el
cuello al vencedor, ni arrastrando
las rodillas por el suelo.
Ni tú puedes pedir la libertad ni 
Yo decretarla. Ese bien supremo 
no será nunca un regalo de los poderosos,
si no una conquista de los 
ciudadanos. Si no se gana no se obtiene.
Cremutio Cordo se cubrió el rostro
con ambas manos avergonzado
de sí mismo y asintiendo por primera
vez en su vida a las palabras de Agusto.
Emilio Castelar.

La civilización sin duda alguna es la madre de la libertad, y por esto no hemos dudado en poner como texto de nuestras reflexiones algunas palabras de Agusto, porque ellas son la esencia de nuestros comentarios.

Hay una frase sacramental que se pronuncia en todas las esferas sociales.

Los nobles en sus palacios.

Los sacerdotes en sus templos.

Los grandes banqueros mirando los libros de caja y las letras de cambio.

Los hombres políticos en el Congreso y en el Senado.

Los obreros en los talleres, todos a una dicen esto está perdido, y es que todas las clases presienten un cataclismo social, haciéndoseles más sensible la parte a que están más ligados según sus ideas políticas y religiosas.

Los espiritistas, siguiendo la corriente general, decimos también esto está perdido, y reflexionando algún tanto, no podemos menos que recordar un cantar popular que dice así:

No te vengas con cuentos

Ni con dijimos, No digas, me perdieron; Di….nos perdimos. Repetimos, cambiando las frases el intencionado cantar; no digamos esto está perdido, si no nosotros nos vamos perdiendo ; nosotros vamos cavando nuestra sepultura, y como a cada cual nos interesa un punto determinado , a los que nos llamamos  espiritistas naturalmente fijamos en el espiritismo , tan combatido por nuestros detractores, y tan ridiculizado y escarnecido por nuestros mismos adeptos, por sus necias prácticas, por su manía fenomenal, y su plan de vida poco conforme con la sana y estricta moral.

La civilización es la emanación de los pueblos, y el espiritismo es la nivelación de las clases sociales, es la verdadera redención del hombre, es la regeneración universal.

Nuestro querido hermano Amilcar Roncari describe el espiritismo de una manera tan perfecta, que no dudamos en copiar algunos párrafos del discurso que leyó en Méjico el 12 de Agosto del año próximo pasado, y que comenzamos a trascribir integro en nuestra revista.

Dice así:

“No hay milagros.

El milagro en ningún caso puede existir, ni es compatible con la perfección divina que, habiéndole previsto todo, lo ha hecho perfecto desde el principio.

El suponer que los espíritas crean en milagros, es una ofensa inmerecida que se hace a la elevación de su doctrina.

Los espiritistas creen como Séneca, que Dios mandó una sola vez y después se obedeció a sí mismo.

El espírita se inclina ante Dios como causa de las causas, como origen de las leyes invariables que rigen la física y moralmente el universo, como el ideal más sublime de una perfección indefinida.

El espírita elevando hacía el infinito su mente por la contemplación del Creador, admira en el orden tan perfecto de su mecanismo la grandeza de Dios, y cree que el mejor modo de adorarlo es uniformar su conducta a los principios austeros de la moralidad y del deber, procurando no hacer nunca cosa que sea desaprobada por la voz interna de su conciencia y ocasione mal a sus semejantes.

Esta es su religión; su templo es el universo: su altar la razón; su sacerdote él mismo; su culto la humanidad; sus dogmas el amor a sus semejantes, la caridad sin límites, la tolerancia absoluta de todas las opiniones, la compasión para la perversidad del sentido moral, la instrucción y la persuasión como medios de conversión y correctivos.

El espírita cree en la individualidad y en la perfectibilidad del espíritu; cree en la perfección como objeto de la actividad humana, cree en la pluralidad de las existencias y de las encarnaciones como medio indispensable para conseguirla.

Como efecto de estas creencias, arregla su conducta a los principios universales de justicia y de verdad absoluta; reclama la enseñanza y la ilustración para todos; cultiva el estudio de todas las ciencias, sin distinción; favorece el progreso, aplaude a todas las mejoras de la organización social en sus adelantos; combate el absolutismo bajo cualquiera forma que se presente, sea en el trono, sea en el templo, sea en la universidad; en fin, el espiritismo ocupa la vanguardia en la marcha ascendente hacia la perfección de la gran familia humana.

El espiritismo no admite que las malas o buenas acciones sean castigadas o premiadas por medios materiales y en lugares determinados.

En el orden de las leyes morales, el goce es el fruto natural del bien, el sufrimiento es el resultado del mal, el premio o el castigo lo lleva el espíritu en sí mismo en las condiciones de su existencia.

Como estas condiciones varían en la sucesión de las distintas existencias, el que ha sido príncipe en una, puede ser pordiosero en otra; así es que el Espiritismo dirigido por el principio de igualdad, respeta al poderoso sin temor y sin envidia compadece al desvalido, alivia sus penas si lo puede, y de ningún modo lo desprecia ni le causa vejación.

El espírita que por sus sucesivas encarnaciones no tiene patria ni familia determinada, es naturalmente cosmopolita y humanitario.

El espírita considera los padecimientos de las existencias como una expiación; los favores de la fortuna como una prueba, y por tanto no se exaspera ni se acobarda en la desgracia; no se enorgullece ni propende el abuso en la prosperidad.

Por último, el espírita toma por única guía de sus estudios para el descubrimiento de la verdad, y como único criterio de sus creencias la razón severa, y desecha de su doctrina todo lo que se encuentre en contradicción con los preceptos verdaderos y los axiomas sancionados por la ciencia.

He aquí muy en extracto un compendio de las creencias principales de los espíritas en la parte abstracta, como doctrina filosófica moral.”

Amilcar Roncari Méjico 12 de Agosto

Después de lo que antecede preguntamos nosotros: ¿Somos los espiritistas copias exactas del original delineado por nuestro hermano Roncari?……..No; si entre cien espiritistas se encuentra una copia parecida nos podemos dar por muy contentos; y cuando en alguna localidad un hombre descuella por su  honradez, por su rectitud, por sus profundos conocimientos , por su amor a la doctrina espírita, cuando aquel hombre por sus condiciones especiales se convierte en mentor de los demás, ¿se le escucha? ¿se le atiende? ¿se le considera y se le respeta? No; el maquiavelismo de la inferioridad pone en juego sus mezquinos Ardiles y todos corren a la desbandada para ir ….. a ninguna parte, como decía la George Sand hablando de ciertas mujeres que caminan a la ventura del acaso.

Grave falta comete los que sin haber mirado, dicen no quiero ver la luz, pero son mucho más dignos de censura los que han visto la claridad del día y prefieren caminar con las sombras de la noche, sin respetar a nada ni a nadie.

Puesto que los espiritistas sabemos que solo progresando llegaremos a ser grandes, puesto que reconocemos que los Césares de ayer, son los mendigos de hoy, porque las púrpuras imperiales son pobres harapos que pierden toda su belleza en el dintel de la eternidad; ¿por qué no hemos de reconocer la superioridad del talento, la autoridad de la experiencia? ¿Por qué no hemos de aceptar el consejo del sabio, y hemos de preferir la burla del necio? ¿Porqué hemos de seguir la vida rudimentaria del hombre primitivo, cuando tenemos guías que nos hablan y nos alientan, y nos conducen por el camino del bien? ¿Porqué no hemos de reconocer nuestra inferioridad y aceptamos un plan de estudios? ¿No hay universidades para estudiar las ciencias?

¿No sirven de texto las obras fundamentales de grandes genios y sobre ellas se van comentando y analizando todos los descubrimientos humanos?

Pues por qué los espiritistas que tenemos las obras filosóficas de Allan Kardec, no hemos de seguir su plan de estudios morales y científicos y comprendiendo la útil enseñanza que dichos libros encierran llegaremos a reconocer la ciencia y la virtud en donde quiera que este y no haremos las locuras que hacemos ahora, que convirtiéndose todos en profetas, y en médiums inspirados cometemos un desacierto por cada segundo.

Charlemos de espiritismo en los cafés, y hacemos fenómenos en los centros familiares, (y en los que no lo son) que causan la risa y la befa de cuantos tienen conocimiento de ellos: y llega un día que cansados, aturdidos, agobiados y enloquecidos por nuestra ignorancia, perdidos en el caos de mil elucubraciones, decimos:

¡Bah! ¡bah! Esto está perdido; y sin embargo, el ideal es el mismo: el espiritismo ni sube, ni baja como la bolsa; estudiemos con criterio, practiquemos sin fanatismo las instrucciones que nos da y siempre lo encontramos grande y sublime; síntesis de la justicia, y símbolo del consuelo!

Si no se gana no se obtiene, decía Augusto; esto decimos nosotros: el bien del espiritismo si no lo ganamos no lo obtendremos, y bien merece ganarse; porque hasta ahora, no se conoce ninguna escuela filosófica más razonable, más profunda ni más consoladora.

No nos impone ningún sacrificio. No nos exige más que amor y caridad, estudio y ciencia.

¿Hay nada más hermoso que amar? ¿Hay algo que más nos engrandezca que el saber? No; pues entonces, ¿qué nos detiene? Nuestro necio orgullo que nunca queremos reconocer en otros las buenas cualidades de que nosotros carecemos.

Depongamos nuestra estúpida vanidad; resignémonos con nuestra pequeñez de hoy, y así conseguiremos ser grandes mañana.

No nos convirtamos todos en propagandistas, contentémonos con ser oyentes, y si sabemos oír, ya hemos conseguido bastante.

Reconozcamos la superioridad moral e intelectual que tienen algunos seres, y como en el espiritismo no hay privilegios y aquel que vale es porque se lo ha ganado con su trabajo, y el trabajo es el patrimonio eterno de la humanidad, trabajemos con fe para llegar a la meta deseada, que querer es poder.

Esto no está perdido, como se dice vulgarmente, nuestro siglo va cumpliendo muy bien su cometido; y la herencia de sus antecesores la sabe distribuir con acierto porqué, que una u otra nación se estacione por mas o menos tiempo, no se detiene por esto el adelanto universal.

En el año 77 del siglo de la luz, nos ha tendido sus brazos; ¿espiritistas! refugiémonos en ellos; que ancho campo tenemos para la investigación política, religiosa y científica.

Estudiemos, comparemos y analicemos, y estamos bien convencidos que, si estudiamos con buen deseo, si comparamos sin pasión, y analizamos con verdadera imparcialidad, no diremos que el espiritismo está perdido, sino que el espiritismo no ha dado aún, en la tierra, mas que los primeros pasos que da un niño vacilante cuando empieza a posar su planta.

El espiritismo como efecto de una ley suprema, invariable en su eterna inmutabilidad, ni crece ni mengua, siempre está lo mismo.

La persona que cumple con sus deberes, y que hace cuanto le es posible, por adelantar en su progreso, cuando deja su envoltura material, se encuentra mucho mejor que en la tierra ,(sin que por esto se convierta en ángel)que no son las virtudes terrenales dignas de semejante galardón; en cambio el ser que se entrega a todos los vicios, y que no se fija en nada bueno, cuando deja su cuerpo sufre horriblemente , porque se encuentra con una supervivencia que no esperaba; su agonía se prolonga, su estupor crece, su asombro aumenta, porque se ve que vive, y que está sólo, y la soledad de ultratumba es horrible.

Ahora bien, sentados estos dos principios eternos, justos e inviolables, ¿se podrán derribar de su invencible base? ¡No, y mil veces no! El bien será siempre el bien, y el mal, será siempre el mal: ni el primero producirá llanto, ni del segundo brotará la risa.

¡Espiritistas! nuestra doctrina grande y sencilla a la vez, comprensible para todas las inteligencias; puede ilustrarnos, mejorarnos y engrandecernos, y en lugar de proferir inútiles lamentaciones haga cada cual un esfuerzo supremo sobre sí mismo, y en breve plazo encontrará la recompensa de su trabajo, resignándose con sus penas, y consolando y sintiendo las de los demás; de este modo, vivirá tranquilo con su conciencia, que es todo lo que debemos ambicionar en la tierra.

La tranquilidad del alma es la única felicidad que podemos gozar en este planeta, no olvidemos nunca ¡oh! ¡Espíritas! Las palabras de Augusto, si no se gana no se obtiene….

Amalia Domingo Soler

LA REVELACIÓN AÑO VI 1877   ALICANTE