La luz del Camino

Un lecho de flores

Hace algunos años que dijimos en un artículo que, de cien Centros espiritistas suprimiríamos noventa y nueve; si en dichos puntos de reunión en vez de estudiar y de investigar las científicas verdades del Espiritismo sólo se orase y se creyese como artículo de fe cuantos disparates dijesen los médiums, unos falsos y otros obsesados y dominados por espíritus refractarios al progreso en absoluto.

Dicho artículo levantó una polvareda fenomenal, adquirimos algunos enemigos y no faltó quien dijera que éramos un elemento perturbador en las sesiones espiritistas.

Ante tal suposición no nos dimos por ofendidos, porque cuando la conciencia está tranquila ni el aplauso envanece, ni la censura enoja, que nada valen las opiniones de los demás ante la intima convicción de los que creen cumplir fielmente con su deber; y nosotros que si vivimos, que si alentamos que si estamos en relación con la humanidad, se lo debemos todo cuanto valemos al estudio racional del Espiritismo, por lo mismo que sabemos lo que vale, deseamos que la esplendente luz de su verdad, que sus enseñanzas esencialmente racionalistas no sean obscurecidas y prostituidas por vanas fórmulas, por hipócritas oraciones, por santones que se parezcan a los confesores de la iglesia romana y muchedumbres de mansas ovejas como los rústicos rebaños de los creyentes de buena fe, que no piensan, que no discurren, porque tienen a sus padres de almas que piensen por ellos.

No queremos pasar de un fanatismo a otro fanatismo; queremos que los espiritistas estudien, que pongan en tortura su inteligencia, que trabajen con energía para quitar las zarzas espinosas de su escabroso camino y no que se crucen de brazos y pregunten continuamente a los espíritus: ¿Por dónde iré? ¿Qué determinación debo tomar?.

Nada de ángeles tutelares ni de espíritus convertidos en lazarillos de ciegos, porque entonces la propia iniciativa que es la palanca que debe mover el Espíritu para engrandecerse y salir de la servidumbre de su ignorancia; sería una fuerza muerta, y el hombre se convertiría en máquina como se convierten los adeptos de las religiones que creen de buena fe cuanto les dicen sus pastores.

El estudio racional del Espiritismo viene a rasgar los velos de las tradiciones, de los milagros, de las protecciones celestiales, porque sin el esfuerzo de la inteligencia humana, los espíritus que nos rodean no pueden impulsarnos al trabajo y a los descubrimientos científicos.

Por gracia nada se consigue en el Universo, no hay más que justicia y la justicia es el amor de Dios.

A cada uno según sus obras. Según se siembra así se recoge.

Lo que no se gana no se obtiene. Si no se ama, no se tiene derecho a ser amado.

Si no partimos nuestro pan con el hambriento, cuando tengamos hambre nadie tendrá obligación de sentarnos a su mesa.

No hay más que una medida en la Creación, una sola, por igual mide la justicia divina al vencedor y al vencido.

El que ama encuentra quien le ame.

El que compadece es compadecido.

El que trabaja es ayudado.

El que busca la verdad, la verdad le sale al encuentro.

El estudio del Espiritismo y la comunicación de los espíritus sirve para convencernos de la utilidad que nos reportan todos nuestros esfuerzos, todas nuestras energías, todas nuestras actividades.

No importa morir joven en el momento de haber terminado una honrosa y laboriosa carrera, los conocimientos adquiridos no se pierden, sirven para facilitar los estudios y las investigaciones de otra existencia.

Cuantas virtudes se adquieren son otros tantos puntos luminosos que arrojan en nuestro camino regueros de luz.

No hay pensamientos buenos que no atraigan una simpatía.

No hay un deseo benéfico que no sea recompensado.

El Espíritu es un Propietario eterno del Universo; jamás se arruina, jamás llega a la bancarrota, porque nunca pierde lo que adquiere. Podrás pasar siglos y siglos sin aumentar un solo denario en su capital, pero lo adquirido nadie se lo arrebata.

Podrá un asesino tener sobre su conciencia en peso de cien asesinatos, pero si en medio de sus crímenes ha hecho una obra buena, ésta, convertida en flor inmarchitable exhalará en torno del asesino su delicado perfume. Será el rayo de sol que penetrará en su oscuro calabozo; será la gota de agua cristalina que calmará su ardiente sed, será el sabroso pan que mitigará su hambre, será la eterna cantidad que dará testimonio de las riquezas que posee en el infinito.

El estudio del Espiritismo deseamos que sirva para ensanchar los estrechos horizontes de la Tierra, no para aumentar sofismas, hipocresías, milagros y mentiras, perjudiciales en absoluto al adelanto da la humanidad.

Lo repetiremos mil y mil veces, no queremos que los espiritistas pasen de uno a otro fanatismo; queremos que de la sombra de la ignorancia pasen a las regiones luminosas de la ciencia.

Queremos que las inteligencias inactivas sean motores de gran potencia.

Queremos humanidades trabajando, no multitudes cruzadas de brazos esperando el maná.

No pasemos los espiritistas de uno a otro fanatismo, pasemos en buena hora de la inercia a la actividad, de la sombra a la luz.

Amalia Domingo Soler

La Luz del Camino