
¡Fraternidad Excelsa!
Objeto de mis sueños, causa de mis afanes, esperanza de mi vida, ¡Bendita seas!. Quisiera ser feliz en tu regazo, te busco por doquier para lograrlo y tu augusta deidad no se me aparece.
¿Dónde estás Fraternidad santa que no te encuentro?.
En este mundo en que vegeto, por haberte visto sólo en sueños, por haber recibido tu sana inspiración no faltan apologistas que te enaltezcan, ni corazones de nobles sentimientos que quisieran conocerte y vivir en tu reino.
Escucho a tus cantores, voy en pos de sus huellas por ver si siguiéndolos por fin daré contigo, ¡Inútiles esfuerzos! Por doquiera que poso mi planta y paseo mi mirada, en vez de luz que tu eres sombras horribles sólo distingo, en lugar de amor que exhalas metíficos miasmas de odio y de rencor respiro, y contrastando con la paz y el bienestar que ante ti ha de sentirse, observo que en la atmósfera social se ciernen formadas por los vapores del orgullo, de la hipocresía, del egoísmo y del libertinaje que está plagada la parte más considerable de la humanidad, espantosas tempestades que amenazan concluir estrepitosamente con lo existente.
¿Como encontrarte? Fraternidad hermosa, si por lo que sospecho, no estás aquí.
Tu cielo no es este que me cubre con su manto azul.
El cielo de las vírgenes debe ser otro, en él no puede forjarse el rayo destructor.
¿Serás el Mesías de la paz que siempre has anunciado y profetizado y profetizan hoy los atletas del progreso? Si eso eres ¡Cuantos siglos girará la Tierra sobre su eje sin que tu aurora disipe la niebla de sus discordias!.
¿Y tanto tiempo a de estar mi Espíritu alejado de ti, sediento como está, sin beber de tus cristalinas aguas? No puede ser. Quiero gozar de ti, sea donde quiera, antes que el reinado de la iniquidad deje de hacer infelices a los pobres reclusos de la Tierra. En ausencia tuya no se vive y yo quiero vivir, y para lograrlo correré los peligros que precise, salvaré los obstáculos que me ordenes.
¿Dime pues, qué puedo hacer para verte, abrazarte y vivir en ti?.
Desciende sobre mí, te aguardo.
¿No desciendes? Tal vez el aura de impureza que me rodea rechaza tus virginales efluvios y te impide llegar hasta este tu fiel adorador. Mas tu fuerza es mayor y puede derribar esa muralla.
¡Contéstame por piedad, tu silencio me mata!
¡Ah! ¡Gracias! Me oyó y viene; armonías celestiales que encantan al alma y que me proporcionan un placer indecible anuncian su llegada. Me dicen que ya está aquí.
¡Háblame Fraternidad, que ya te escucho!
Calma hijo mío tu ansiedad, modera tu impaciencia. No es el cielo la patria de los impacientes. Pero tu deseo es puro y voy a satisfacértelo.
¡Inútil es que me busques en la Tierra!
Como ya sospechas, no has de encontrarme en ella.
Allí donde reside la iniquidad, donde viven confundidos todos los vicios y concupiscencias, donde el Sol da calor y vida a tantos caínes, donde la crueldad se ceba despiadada en los débiles, donde el orgullo, la ambición, el egoísmo y la avaricia inspiran las relaciones de hombre a hombre, de familia a familia, de clase a clase, de pueblo a pueblo, de nación a nación, de raza a raza e infaman las costumbres y las leyes, no estoy yo. No puedo respirar ese ambiente de impureza:
Resido en mundos más adelantados que el vuestro, en mundos de luz y bienaventuranzas. En ellos se desconocen las guerras y las discordias que son el pan cotidiano de la Tierra; se han borrado de sus diccionarios las palabras miserias, dolor, ingratitud, ateísmo, muerte, suicidio, fratricidio, homicidio, venganza, hipocresía, ignorancia, fanatismo y no rigen otras leyes que las de la conciencia y el amor.
¿Quieres como dices abrazarme y vivir en mí y por mí? Has de ascender a mis mundos, y para merecerlo precisa que hagas lo que voy a decirte…
Abrázate fuertemente y con cariño a tu pesada cruz, tenla como la mejor y más saludable compañera; con ella a cuestas, sube sin murmurar y gozoso el calvario del dolor. Ama el estudio con ardor sacrosanto y con el estudio la ciencia, y con la ciencia la verdad, y con la verdad el bien, y con el bien la justicia.
Haz que ésta presida todos tus actos. Sufre impasible las abominaciones de los malvados, las censuras de los disolutos, las calumnias de los envidiosos, las burlas de los escépticos, las mofas de los libertinos, las persecuciones de los déspotas; devolviéndoles en cambio miradas de compasión, efluvios de cariño, corrientes enérgicas de fluido regenerador, palabras de verdad, actos de misericordia y en fin, todo el bien que te sea posible.
A semejanza del sándalo, aromatiza con los perfumes de tu amor el hacha que te hiera. Debes dispensar tu protección y tu auxilio en cuanto puedas a todos tus semejantes sin distinción.
Al hacer el bien, hazlo sin ninguna clase de interés egoísta, tan sólo por amor al mismo bien.
El temor al castigo y la esperanza en la recompensa estimula a los seres muy atrasados y a los que no han llegado a ver la verdadera luz; pero a ti y a los que como tú piensan, sólo el bien por ser bien y el deber por ser deber habréis de tener como estimulantes.
Hazte siempre superior al dolor.
Soporta por lo tanto, resignado y complaciente los sufrimientos, las aflicciones y vicisitudes que no hayas podido evitar piensa que todos ellos son las asignaturas que cursáis en la escuela de vuestro progreso espiritual.
Procura obtener cuando te examine el supremo hacedor la nota de sobresaliente. Imita en fin, en todo al Cordero sin mancilla, al que santificó con su martirio el Gólgota, al que después de haber dejado con sus enseñanzas, torrentes de luz a la ingrata humanidad, de haber devuelto la salud del alma y del cuerpo a muchos, se ve perseguido, abofeteado y escupido, y sella su misión con aquella oración tan sublime, sencilla y lacónica a la vez que sintetiza toda su obra:
¡Padre perdónalos que no saben lo que se hacen!.
Imita este modelo, y cuando como Él hayas sido el redentor de humanidades atrasadas y hayas lavado con el sacrificio toda mancha en tu Espíritu, al cerrarse en la cima de tu calvario las puertas de los mundos de expiación y pruebas como el vuestro, se te abrirán de par en par las de los mundos donde yo moro, y allí, gozoso y victorioso, vestido con el ropaje de la pureza, podrás verme, abrazarme y vivir en mí.
¿Estás dispuesto a seguir ese camino sembrado de espinas que te señalo, el único que conduce a las mansiones celestes?.
Dispuesto estoy vida mía a beber del amargo cáliz que me ofreces; porque sé que después de recorrido el camino, en esas mansiones que me indicas he de hallarte a ti por quien suspiro.
Pero dime: ¿Por ventura quedaré huérfano de ti hasta que haya consumado mi obra en este mundo? ¿No tendré la satisfacción de verte reinar en él, para que sus pobres moradores puedan disfrutar de tus beneficios y gozarme yo en el gozo de mis hermanos en cautiverio?.
No temas tu orfandad, esta no ha de ser absoluta.
Tú que estas iniciado, en el modo como se establece las relaciones entre los espíritus encarnados y los desencarnados, sabes que la destrucción del cuerpo no impide que los seres que se aman verdaderamente, se comuniquen, aunque unos gocen de la libertad del espacio y otros permanezcan aferrados a su envoltura de carne; los espíritus, aún sin daros cuenta vosotros os inspiran, os aconsejan, os animan y os consuelan en vuestras aflicciones.
A semejanza de ellos estaré junto a ti, invisible para tus ojos materiales, pero visible y tangible para los de tu Espíritu.
Te inspiraré, dirigiré tus pasos y te advertiré cuando te separes o intentes desviarte del buen sendero. Y lo que prometo hacer contigo, lo vengo haciendo desde la noche de los siglos, y lo haré eternamente en todos los mundos donde la imperfección de sus habitantes me impiden sentar mis reales, con los hombres de buena voluntad que me quieren y me buscan.
Todos cuantos han trabajado por el progreso y el bien de sus semejantes, han recibido mi inspiración y paulatinamente porque no de otro modo puede ser, voy ganando corazones para mi causa, y entretanto sigue su curso también la evolución física del planeta, para ofrecerme en su día una morada digna de mí.
Y cuando llegue ese día, que será cuando hayáis unificado las clases, las conciencias y los cultos; cuando no hagáis distinción entre blancos ni negros, amarillos y cobrizos; cuando el sol de vuestro progreso intelectual y moral haya destruido con sus rayos los horribles espectros de la ignorancia, del orgullo y del egoísmo, padres de todos los vicios y causa de la mayor parte de los males que os aquejan; y merced a ese mismo progreso, hayáis suprimido los cadalsos, olvidado las guerras y derribado las fronteras; cuando en vuestra humanidad no haya primeros ni segundos, y seáis todos para cada uno y cada uno para todos, formando una sola familia de hermanos, vendré con la corte del justo, que, como prometió bajará otra vez a la Tierra con toda su majestad, a separar los malos de los buenos, a inaugurar la era de paz y establecer su reino que no tendrá fin. Vendré con Él, y seré en aquel reinado la nota armónica que enlazará a los hombres y hará vibrar al unísono todos los corazones, fundiéndolos en un solo sentimiento de amor y felicidad.
Lejano está ese día pero, no lo dudes llegará. Los planetas en que impero, fueron mundos primitivos, y en virtud de revoluciones innúmeras, tanto geológicas como sociales, de su evolución progresiva y del trabajo de sus habitantes, han podido conquistar el lugar que ocupan en la jerarquía de los mundos.
Dios no tiene privilegios para ninguna de sus creaciones.
Así como los mundos celestes han tenido su infancia, los espíritus angélicos, aquellos que por su superioridad han alcanzado el grado más eminente, fueron tan ignorantes como ignorante es el ser menos inteligente de la inmensa Creación; y el hombre más malvado llegará a ser el paño de lágrimas de la humanidad que ultrajó y ocupará luego las más altas jerarquías.
Para todo ese progreso se necesita tiempo, mucho tiempo. No os paréis a calcular los millones de siglos de los vuestros que este progreso requiere. Contentaos con saber que el tiempo, fuera de los mundos, no tiene medida, es eterno, no hay ayer ni mañana, siempre es hoy; y todos los millones de miríadas de siglos que podéis imaginar, no pueden equipararse a una cuadrillonésima parte de segundo en la eternidad. En la obra de Dios siempre os encontraréis con lo infinito y lo eterno; ni el espacio ni el tiempo admite limitación.
La humanidad de la Tierra ha llegado a una edad en que puede dársele alimentos más nutritivos que en pasados siglos. De aquí la aparición del Espiritismo.
Éste, demostrando positivamente con el hecho de la comunicación ultra-terrena la existencia e inmortalidad del Espíritu, y con la doctrina de la pluralidad de existencias y de mundos habitados, la ley de la justicia que lo rige todo y la solidaridad universal, realizará en las conciencias y en el modo del ser individual y social, la más grande de las revelaciones. Él está llamado a resolver todos los problemas, así científicos, como económicos, políticos y sociológicos.
Sé pues, campeón esforzado de esta doctrina regeneradora.
Ayuda a su difusión a costa de cualquier sacrificio. Es deber de todos los buenos espiritistas llevadla a los régios alcázares, a los palacios de los magnates, al hogar de los potentados, a la vivienda del obrero, a la cabaña del pastor, a las cárceles, a los hospitales, a las casas de corrección, y en fin, a todas partes. Consolad con ella a la viuda, a la madre desolada, al anciano impedido y a todo el que sufre, y verás qué pasos más gigantescos da vuestra humanidad.
Al honrar los espiritistas a los grandes espíritus de vuestra escuela que dejaron luminosos estelares a su paso por la Tierra, honráis a la humanidad de que formáis parte; porque sabéis ser agradecidos, y al propio tiempo, recordando sus virtudes, sus hechos más culminantes y el bien que sembraron, propagáis la idea, tomáis grandes y saludables resoluciones, se estrecha vuestra unión y llamáis hacia vosotros a los espíritus de Luz que, gustosos acuden y toman parte principalísima en vuestras tareas.
Kardec y Escubós, a quienes con justicia anualmente festejáis, son dos espíritus superiores, (y la misión que en la Tierra cumplieron bien lo demuestra) que están con vosotros y os ayudan en la propagación de la verdad y en la práctica del bien.
¡Dichosos ellos, que alcanzaron el laurel de la victoria! Ahí tienes dos ejemplos más que imitar. Cuando en tu humanidad los más seáis como ellos, habrá sonado la hora de la redención.
Basta por hoy; te he dicho cuanto me propuse. No lo eches en saco roto.
¡Peregrinos de los siglos a la obra! Y tendrás segura la conquista de tu verdadera patria.
Se despide de ti, con un ósculo de paz, tu amada.
FRATERNIDAD
Después de esta relación sería pálido cuanto quisiera añadir. Hagamos pues, espiritistas lo que la Fraternidad nos aconseja; porque su voz es la misma voz del mismo Dios y no puede engañarnos. Seamos buenos, cumplamos estrictamente todos nuestros deberes, y al propio tiempo que nos redimimos contribuiremos eficazmente a la redención de los demás.
Espíritu de Allan Kardec y de Antonio Escubós: mi alma os admira y quiere ir en pos de vosotros; sed mis guías y mis maestros espirituales.
Protegedme contra las asechanzas de los vicios y haced que en mi campo no florezcan más que virtudes y que se destaquen entre todas, la humildad, la modestia y la caridad.
Amalia Domingo Soler
La Luz del Porvenir