Un lecho de flores

 De Isabela (Puerto Rico) me mandaron hace tiempo una carta, cuyo contenido da lugar a dolorosas reflexiones; en ella me pedían que preguntase al guía de mis trabajos el porqué de la terrible expiación de un desventurado para estudiar en el relato de ultratumba y en la contemplación de un ser verdaderamente infortunado.

Yo, que tanto consuelo he debido al estudio del Espiritismo, tengo una verdadera satisfacción en facilitar las instrucciones que me piden, si éstas han de ser de útil enseñanza a mis hermanos; por eso, cuando tengo ocasión propicia, pregunto a los espíritus para que éstos me ayuden en mi trabajo, pues por mí sola sería completamente imposible escribir las historias que continuamente publican los periódicos espiritistas.

Amantísima de la verdad, no doy crédito a las creaciones de mi fantasía y no transmito al papel mis inspiraciones, sin tener la certidumbre que un ser de ultratumba me inspira y sin antes no haber escuchado las palabras de un médium parlante que de vez en cuando se concentra para decirme el guía de mis trabajos si éstos llevan buen rumbo.

Quiero ante todo la verdad, quiero que en mis escritos no falte la enseñanza raciocinada de los espíritus.

Podrá mi lenguaje ser vulgar y estar desprovisto de las galas de un buen decir y adolecer (como adolece) hasta de faltas gramaticales, en lo cual no tienen la menor culpa los espíritus, puesto que yo no soy médium puramente mecánico, sino inspirado; pero sí deseo que las almas sedientas de luz y hambrientas de justicia, al leer las historias que yo expongo a su consideración, sientan algo que nunca hayan sentido y exclamen satisfechas: Estas narraciones enseñan y consuelan.

Esto es lo único que yo puedo hacer en bien de la humanidad y cada vez que un Espíritu acude a mi llamamiento doy gracias a Dios, porque mi ruego es atendido. La carta que recibí de Isabela dice así:

El hermano Francisco Rosario y González, Médium semimecánico, que obtuvo interesantes trabajos que han sido censurados favorablemente por muchos y distinguidos espiritistas de diferentes partes del planeta, se halla hoy sufriendo una expiación terrible, digna de estudio por los fenómenos que presenta.

Según revelaciones medianímicas hace dos años venía sufriendo la persecución espiritual de un cura católico, tan rebelde a ver la luz, que han sido inútiles los trabajos realizados en diversos centros y diferentes médiums para conseguir que entrase al sendero del progreso, al contrario, lejos de corresponder a los deseos de sus hermanos, se extremaba más y más en saturar de fluidos impuros el cerebro y organismo de su víctima, llegando a atrofiar de tal modo el cerebro, que, hoy, el desgraciado hermano encarnado, ha perdido por completo la vida moral y la intelectual, quedándole solamente la animal y tan debilitado que se levanta por la mañana del catre donde duerme para caer al suelo y allí se queda todo el día.

Ha perdido el habla y casi todos los sentidos al extremo que acostado hace todas las necesidades materiales. Su madre es la que sufre las consecuencias de tan terrible expiación. Es padre y se ve privado de las caricias de su hijo, que por su estado de pobreza y para quitarlo de la calle está recogido en la casa de un tío.

Todos los recursos se han agotado por la familia para devolver a aquel hermano la salud.

Hoy desearíamos saber la razón de tan terrible prueba para que nos sirva de estudio a toda la familia.

Por lo que rogamos a nuestra muy querida hermana Amalia solicite una instrucción de su buen guía espiritual para esa pobre madre que tanto y tanto sufre al ver a su hijo en tan lamentable estado y esperamos que la bondad de nuestros queridos hermanos no dejarán desatendidas nuestras súplicas.

Nicandro García.

Uniendo mi voz a la de los espiritistas de ultramar, pido al guía de mis trabajos inspiración y, éste, atendiendo a mi súplica, me dice lo siguiente:

¡Cuántas historias tristes hay en la Tierra!

Valle de lágrimas la llaman los sacerdotes de una religión, de penitenciaría del universo la califican los filósofos, como lugar de expiación y prueba la consideran muchos espíritus y, en realidad, la Tierra no es valle de lágrimas, no es penitenciaría del universo, no es lugar consagrado al tormento; es un mundo que tiene luz, aire, mares, ríos, montañas, atmósfera, tierras laborables, viñas, aves, flores, bosques, fuentes, arroyos, vegetación espléndida, rebaños de inofensivos irracionales, cuanto el hombre necesita para desarrollar su existencia, trabajando en el laboratorio de un planeta que le ofrece todo lo necesario para vivir y escalar los cielos de la eterna sabiduría.

Todo sobra en la Tierra, todo; sus moradores son los que acapararán sus riquezas, y así como en los años de sequía los dueños de inmensos graneros se aprovechan de la escasez del trigo y venden el que poseen a un precio fabuloso, porque saben que el hambre no regatea, así vuestros magnates, vuestros millonarios, vuestros padres de la iglesia, vuestros profundos sabios, todos acapararán poder, las riquezas, la sabiduría, la santidad y las muchedumbres carecen de supremacía de tesoros y de saber.

El sol brilla para todos, las nubes en todo lugar arrojan benéfica lluvia, la naturaleza prodiga sus frutos y sus flores hasta en las regiones polares, es madre universal, sois los hombres los que os devoráis como hambrientas fieras y así como decís cuando os sucede una desgracia en tal o cual punto:

¡Ah! ¡No volveré más a este lugar!

Como si el terreno o la techumbre que os cobijara tuviera la culpa del mal que os aplastara; de igual manera no es la Tierra valle de lágrimas, no es prisión, no es punto sombrío de expiación y prueba, sois vosotros los que sembráis abrojos, los que promovéis y atraéis tempestades, los que os destrozáis sin piedad, odiandoos, mordiendoos como víboras, calumniandoos sin compasión, envidiandoos los unos a los otros, arrebatandoos hasta el aire que respiráis y, luego, cuando veis a un desgraciado que cae rendido y que llueven sobre él todas las calamidades, exclamáis con asombro:

¡Por qué tanta impiedad!… Porqué los déspotas, cuando no mueren en manos de sus siervos, ellos mismos destrozan su organismo; los que se han alimentado con el odio de los que han odiado cae sobre ellos aquel odio, no en torrentes de betún hirviendo, no en raudales de plomo derretido, cae mucho peor aún, cae destrozando el organismo, atrofiando la inteligencia, convirtiendo al hombre en despreciable irracional, apagando en su mente la esplendorosa luz de la razón, aplastándole sin piedad, como aplastáis a vuestros reptiles venenosos.

Dolorosa prueba de lo que os digo tenéis en ese desventurado, víctima del odio de un enemigo implacable, que en tiempo lejano surgió de la tiranía del que hoy veis aplastado, convertido en un montón de carne inútil.

Cuando veáis a un ser reducido a la más triste situación, cuando contempléis esos cuadros terribles, si tenéis en vuestra mente pensamientos rencorosos, si el odio producido por grandes ofensas comprendéis que llena vuestro corazón, temblad por vuestro porvenir, mirad con los ojos del cuerpo y los ojos del alma al infeliz que os presenta sus miserias y decid:

¡Dios mío! ¡Yo quiero ser bueno para no caer como ese desventurado, para no atraer sobre mí (no tú cólera), porque tú no haces más que crear y amar tu obra, sino la cólera de mis enemigos, el odio fomentado por mi odio, el rayo producido por el fuego de mi indignación, de mi encono, de mi envidia, de malos deseos!

Y a la palabra unid el hecho y cada uno en su esfera trabajad por mejoraros, huid de cometer el daño y procurad ser útiles en lo que humanamente podáis.

Ese infeliz por quien preguntáis, ayer sembró odios, violencias, atropellos, paseó por la Tierra como conquistador afortunado, oprimió a los pueblos, en los cuales implantó arbitrarias leyes, castigó a los que protestaron de su cruel tiranía y una de sus víctimas le juró odiarle eternamente y ha cumplido su horrible juramento, le atormenta y le atormentará cuanto tiempo pueda; no eternamente, porque la eternidad del mal no existe y la expiación dura tanto cuando el Espíritu vive entregado a ella sin trabajar en su progreso, pero como nadie está solo y prueba de ello, que ese desventurado tiene una madre que por él vela, ese Espíritu y otros muchos harán que ese infeliz borre con sus sacrificios los horrendos crímenes de ayer.

El Espíritu no ha sido creado para vivir en tinieblas, ha recibido el aliento de Dios para amar, para saber y engrandecerse y enseñorearse de los mundos y ser verdaderamente digno de su Creador.

Todo crimen es pasajero, todo sufrimiento se acaba, toda imperfección se concluye, solo quedan eternos los descubrimientos admirables de la ciencia, los sacrificios inverosímiles de los mártires, los Códigos de los Redentores.

¿Qué conserváis de vuestras remotas edades? ¿Qué ha resistido al peso de los siglos? Los nombres inmortales de vuestros ilustres sabios, de vuestros admirables inventores, de vuestros mártires, de todos los que han legado a la humanidad los inestimables tesoros de su ciencia y de su amor.

Los tiranos, los explotadores, han caído aplastados por los escombros de su misma obra, obra de iniquidad que los ha sepultado bajo sus propias ruinas.

La ciencia de la vida no tiene más que dos puntos cardinales: sabiduría y amor, el que sabe, ama y el que ama ya tiene adquirida la mitad de la sabiduría.

¡Amor y saber! Ésta es la ley del que dijo: Hágase la luz y la luz fue hecha.

Adiós

¿Qué diré yo después de lo que me ha dicho el Espíritu? Que sólo tengo un afán, que sólo me anima un deseo, poseer la ciencia que es la luz de la vida y sentir ese amor que sintieron los que se sacrificaron por redimir a la humanidad.

         ¡Amor y saber! Ésta es la ley: ¡Bendita sea la ley de Dios!

 

 

Amalia Domingo Soler

La Luz del Camino