Un lecho de flores

Veinte años hace, que te escuche gozosa haciendo propaganda espiritista; y era tu voz tan dulce y amorosa, que todos te decían evangelista.

Apóstol sin rival, tu propaganda era de amor, de paz y de consuelo; pues decías con dulzura:

Dios nos manda proteger al inerme pequeñuelo. Compadecer al débil delincuente, amar al justo que es raudal de vida, contener al vicioso en la pendiente y evitar si es posible su caída.

¡Y hablabas con tan dulce sentimiento! Expresabas tan bien lo que sentías!… que al escuchar tu persuasivo acento todos en ti admiraban un Mesías.

Había en tus ojos algo sobrehumano, en tu ser reflejaba tu grandeza tu Espíritu gigante, soberano en todo revelaba su nobleza.

Yo te escuchaba atónita, diciendo: Sin duda es un apóstol inspirado, y tus huellas de luz iba siguiendo mi Espíritu, por ti magnetizado.

¡Había que ver tus ojos cuando hablabas! Tu voz, tus ademanes, todo era en ti raudal de amor, ¡Cuán bien pintabas de otra vida la eterna primavera!.

Siempre guardé un recuerdo en mi memoria para el buen sembrador espiritista, para el que concentró toda su gloria en ser un verdadero evangelista.Transcurrieron los años, y en la fosa quedó tu cuerpo, mientras tú flotando, gozando de una vida más dichosa fuistes en tus estudios avanzando.

¡Todo por la verdad!

Siempre decías, al hacer tu entusiasta propaganda; ¡Todo por la verdad! Sí; repetías practicar la verdad como Dios manda.

¡Qué sorpresa tan grata buen amigo me ha causado escucharte!… no esperaba tener de nuevo relación contigo:

¡Tan lejos de la Tierra te juzgaba! ¡Cuánto me ha hecho sentir tu voz amiga! Ella me ha hecho mirar a mi pasado; ¡Espíritu de luz! ¡Dios te bendiga por el consuelo inmenso que me has dado! Por que en la triste lucha de mi vida ¡Me llego a ver tan débil!… tan turbada! Que caigo de dolor desfallecida; pues mi Espíritu tiembla y se anonada:Ante la horrible idea de su impotencia. ¡No poder expresar su pensamiento! ¡Ser cero sin valor en la existencia! ¡En donde puede haber mayor tormento! Porque por mi expiación soy árbol seco, no tengo ramas, muertas las raíces, ¿Dónde para vivir hallaré un hueco?

Y cuando así pensaba, tu me dices:

No temas, tu razón no se aniquila; no tiembles, contemplando tu mañana; no llores, que tu paso no vacila: que solo el increyente se amilana.

¿No tienes fe en ti misma? ¿No conoces que tu Espíritu anhela el infinito? ¿Por qué así te lamentas y das voces? ¿Por qué estrechas así tu circuito? ¡Si tienes ante ti toda la vida!… ¿Qué te importa la noche del pasado? ¿Resbalastes? ¿Fue grande tu caída? Pues grande eres también, porque has luchado. 

Te has visto sola, aislada, abandonada en medio de los mares de ese mundo, buscando con afán una mirada: una mirada, sí de amor profundo. Y has ido preguntando uno por uno: ¿Hay alguien que me quiera? Y no has hallado el amor que soñabas, que ninguno puede el fruto coger que no ha sembrado.

Mas tú has dicho: los siglos que he perdido los recuperaré, duda no cabe; que, siendo mi progreso indefinido, yo de mi porvenir tengo la clave.

Y en medio de tu sombra te has creado una luz pequeñita, imperceptible, y con ella tus pasos has guiado y te has hecho más bueno y más sensible. Y este esfuerzo del alma. ¡Vale tanto! Que por él conseguistes la victoria; purificada por tu propio llanto vas escribiendo tu terrena historia. ¿Y ahora que estás muy cerca de la cumbre de la actual existencia desfalleces? ¿No sientes el calor de viva lumbre, que con ella te animas y enardeces?

Quién recorrió tres partes del camino, llorando y lamentando su tristeza, ¿No puede, hoy, conociendo su destino, vencer su incertidumbre y su flaqueza?

¡Todo por la verdad! Sigue luchando, que vencerás, mujer, en la pelea, porque los del espacio van guiando la nave zozobrante de tu idea.

¡Todo por la verdad! De tu existencia no marchites las flores que han brotado; que la verdad se anide en tu conciencia; ¡Todo por la verdad! ¿Me has recordado?

Soy aquel que te dijo: Amalia, espera en tu propio valor, en tu trabajo; te podrás conquistar mejor esfera, que también llega arriba el que está abajo.

En comunicación conmovedora estas frases me dijo un ser amigo; ¡Bendita sea su voz! ¡Bendita la hora en que se puso en relación conmigo!

Mucho te debí ayer, y en el presente te debo mucho más; que mis ideas de raudales de luz llenan mi mente;

¡Espíritu del bien!… ¡Bendito seas!

 

Amalia Domingo Soler

La Luz del Camino